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¿Qué va a ocurrir en Cuba?

Difícilmente haya cubano alguno que no se pregunte hoy qué va a pasar en la Isla, donde la crisis del castrismo tocó ya el fondo del barril, lo perforó y siguió hacia abajo.

Raúl Castro, Miguel Díaz-Canel y otros dirigentes castristas en la Marcha de las Antorchas, 2024.
Raúl Castro, Miguel Díaz-Canel y otros dirigentes castristas en la Marcha de las Antorchas, 2024. EFE

 

 

Difícilmente haya cubano alguno que hoy no se pregunte qué va a pasar en la Isla, una interrogante siempre inquietante que ya abordé en este mismo diario hace algún tiempo, pero todo se ha agravado dramáticamente.

No hay indicios de que algo vaya a ocurrir en el corto plazo, pero se intuye que «algo va a pasar», o más exactamente, algo debe de estar ya pasando tras bambalinas en las altas esferas del régimen.

La crisis del castrismo ya tocó el fondo del barril, lo perforó y siguió hacia abajo. El país está en ruinas, la gente pasa hambre, con un Gobierno en medio de un mar de descontento social inédito, solo sostenido por su colosal maquinaria represiva. Quedó atrás la frase «a esto no hay quien lo tumbe». El régimen está siendo halado hacia abajo por la fuerza de gravedad de un sistema social contra natura, absurdo. Pero la mafia dictatorial y su capo nonagenario se resisten a dejar la buena vida. Se resisten al cambio.

¿Qué tipo de cambio? ¿Cómo? ¿Quiénes serán sus protagonistas? En política los pronósticos generalmente son burlados por las sorpresas. El bateador sorprende con un toque de bola y se embasa. Pero sí se pueden hacer conjeturas a partir de la realidad que se tiene delante. Es una ventaja del periodismo.

Por ejemplo, que es prácticamente imposible poner fin al totalitarismo castrista sin la participación de las Fuerzas Armadas. Y que para lograr realmente la libertad plena de Cuba será indispensable la participación de la sociedad civil en cualquier nuevo gobierno que surja.

Nerviosismo y divergencias en la cúpula del poder castrista

A no dudarlo, hoy en la cúpula castrista hay nerviosismo y divergencias sobre qué hacer para no perder el poder. Para los jerarcas más pragmáticos es estúpida la «continuidad de la revolución», el inmovilismo impuesto por Raúl Castro en espera de que aparezca un príncipe azul «paganini» que subsidie al régimen.

El ¿general? no es idiota y no cree que eso sea posible, pero misántropo al fin, repite la frase de Luis XV de Francia: «después de mí, el diluvio» (cierto, a su nieto, el rey XVI, lo guillotinaron al estallar la Revolución Francesa). Mientras tanto, Castro II sigue posponiendo su viaje póstumo al mausoleo por él erigido en la Sierra Cristal.

Ese inmovilismo explica el anuncio insólito hecho por Miguel Díaz-Canel de un plan-fórmula para «superar este momento»: 1) «fortalecimiento de la unidad», 2) «perfeccionamiento de la labor político-ideológica», 3) «corrección de distorsiones negativas y reimpulsar la economía», y 4) «atención a las desviaciones y tendencias negativas presentes en la sociedad cubana».

Es una irresponsable payasada este deja vu del «Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas» orquestado por un Fidel Castro horrorizado por la perestroika de Gorbachov, y que hundió la economía al regresarla al hambreador centralismo estalinista. Es una burla aparecerse a estas alturas con las momias del «fortalecimiento de la conciencia revolucionaria», y del «hombre nuevo» nazi-guevarista.

Y a la vez, choca con los planes «liberales» de GAESA de pasar del castrismo ortodoxo (fidelista-raulista) a un neocastrismo mezcolanza de modelo chino, ruso, con más restricciones para evitar la fuerte competencia del sector privado independiente.

Ese neocastrismo sería una variante de la fórmula autocrática que Pekín considera «perfecta» para el desarrollo de un país: dictadura arriba y capitalismo regulado abajo. Y lo más cercano a la peregrina tesis de John K. Galbraith y otros autores de la Teoría de la Convergencia (lo mejor del capitalismo con lo mejor del socialismo).

Nadie invertirá en Cuba sabiendo que no recuperará la inversión

Pero esa metamorfosis demanda mucho capital y para eso a GAESA le ha cogido tarde. Encima, el país no cuenta ya con infraestructura para efectuarla. Están casi colapsados el sistema electroenergético, la red vial, transporte de carga y pasajeros, las comunicaciones, la construcción, el abastecimiento de agua. En estado calamitoso la agricultura, la industria, la salud pública, educación, seguridad social, etc. El turismo se está desplomando. Y no hay propiamente un mercado interno.

El país está descapitalizado, endeudado y no paga a sus acreedores, por lo cual no tiene acceso a créditos internacionales. No genera capital y tampoco tiene cómo captarlo. Con una economía que agoniza ningún inversionista serio va a arriesgar su capital en Cuba. Ni siquiera recuperaría su inversión.

Además, Cuba no es China, Vietnam o Rusia. Es pequeña, con poca población que, además, se está reduciendo por la emigración masiva, y su negativa tasa demográfica (más muertes que nacimientos). No cuenta con fuerza de trabajo suficiente, ni es ya muy eficiente que digamos. Hay cada vez más jubilados que mantener. En resumen, o se restaura por ley y, sin trucos, la economía de mercado y se democratiza el país, o no hay arreglo, como se dice en criollo.

Volviendo a las conjeturas, podría producirse una fractura dentro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, bien por iniciativa de militares, o provocada por un estallido social con miles de cubanos en las calles. De estar vivo Raúl «el Cruel» ordenaría masacrar las manifestaciones como hizo su colega Deng Xiaoping en 1989.

Pero, ojo, hay una gran diferencia: el genocida Xiaoping restauró el capitalismo bajo la consigna de «Enriquecerse es glorioso», y Castro II agrava a diario el hambre y la miseria. Sería difícil que la orden de masacrar fuese cumplida por los encargados de acribillar a balazos a mujeres, hombres y adolescentes desarmados. ¿A santo de qué? ¿Para defender qué y a quién?

Si Castro II, los dinosaurios históricos y los de nuevo cuño siguen dilatando su salida de escena, o a negociarla como Maduro pudo haber negociado la suya luego de las últimas elecciones, es muy probable una grave crisis humanitaria, y consecuentemente una intervención de fuerzas militares internacionales con personal de asistencia humanitaria.

Las sanciones de EEUU podrían ser un empujón decisivo

Algo clave aquí es que en Washington ya no están a cargo Biden y la izquierda complaciente-amistosa con la dictadura. La presión de EEUU contra el castrismo, con Trump en la Casa Blanca y Marco Rubio como secretario de Estado, ha comenzado a aumentar, y es de esperar que siga creciendo.

Lo ideal sería que el enfrentamiento al régimen con sanciones fuese a nivel internacional como se hizo contra Sudáfrica cuando el apartheid. Pero eso no se vislumbra por ahora. El mito fidelista del pequeño David «revolucionario» enfrentado al gigante «imperialista» Goliat increíblemente sigue vivo. Por eso a nivel global predomina el silencio, o la tácita complicidad con el totalitarismo castrista, como el caso de la Unión Europea y América Latina, con muy contadas excepciones.

No obstante, una contundente y sostenida política de EEUU de enfrentamiento al castrismo podría ser un factor-empujón decisivo para cambiar las cosas, por cuanto Cuba hoy depende de su poderoso vecino más que nunca antes en toda su historia. Desde «el imperio» fluyen hacia la Isla anualmente varios miles de millones de dólares, y es su principal abastecedor de alimentos.

En el ámbito nacional, ciertamente en Cuba hay una represión como no la hubo jamás en ningún país comunista, pero tampoco en ninguno de ellos hubo una crisis existencial tan devastadora.

Por último, un abrumador consenso entre los cubanos de la Isla y de la diáspora es que quienes pongan fin al castrismo deberán tomar ciertas decisiones para que de veras haya plena libertad en Cuba.

Entre ellas están restaurar al 100% de la economía de mercado, liberar todos los presos políticos, restituir la libertad de expresión, de prensa y todos los derechos individuales. Abolir la Constitución comunista y restituir la de 1940 hasta que una Asamblea Constituyente redacte una nueva. Prohibir el actual PCC «hasta nuevo aviso». Convocar elecciones libres supervisadas internacionalmente. Privatizar las empresas estatales. Desmontar a GAESA, confiscar sus propiedades y privatizarlas. Suprimir los CDR, la UJC, la FMC, la ANAP y todas las entidades creadas por la tiranía.

Claro, todo esto suena muy bonito y las cosas pueden que sean de otra manera. Pero hay algo que, más que especulación, yo diría que es una ley: para que Cuba y su pueblo sean plenamente libres, sin vestigios de autoritarismo y socialismo solapados, es necesaria la presencia de la sociedad civil en cualquier tipo de cambio. Y lo mejor es que esté preparada para que sea una exitosa alternativa de nuevo poder político.

 

 

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