Querido amigo
No entendíamos la política así, ¿verdad? ¿Te acuerdas de quién eras antes de convertirte en esto? Acabo de leerte en vuestro medio favorito, que es el del régimen sanchista. Lo habéis perdido todo y seguís en vuestros trece: el gran problema de España es Vox. Felicidades por la estrategia.
Si titulara «querida amiga» sonaría a consultorio de Elena Francis. El machismo del lenguaje. En masculino tiene un punto de falsedad, de paradójico distanciamiento, como cuando lo decía Manuel Fraga, que llamaba querido amigo a quien no reconocía. Descarta ese matiz. Tú has sido un querido amigo, y en algún pliegue de los afectos lo sigues siendo aunque no nos veamos ya, ni hablemos, ni tengamos ocasión de reírnos de las solemnidades, ni nada.
Es el caso que nos hemos dedicado a una cosa muy peligrosa, la política. Para mi suerte, salté; tú te quedaste, enganchado por esa droga cuyos efectos nunca he experimentado, pero que he constatado mil veces porque tonto del todo no soy y sé sacar conclusiones de lo que veo: cositas muy deprimentes que anuncian futuras furias, gestos que con los años, y a veces con los meses, se traducen en no conocer ni a tu padre cuando se trata del poder. ¡Pero qué poder, angelico! ¡Parece mentira que gente tan inteligente como tú se engañe tanto!
Desde luego, nunca me entendiste cuando te contaba aquello del secreto mejor guardado del mundo (el poder no existe). Pero pongamos que sí me entendieras. Es más, apuesto a que así fue porque a ti no te ha aquejado nunca el literalismo, esa catástrofe cultural, cognitiva y, si me apuras, moral. Solo hay que ver cómo se desarrolla sin excepción un principio de manía persecutoria en cada supuesto poderoso. Hablo de políticos, insisto. Todo el mundo tiene alguna inseguridad y, en cuanto pisas moqueta, hasta los campeones de la autoconfianza sienten crecer poco a poco esa sombra que habían mantenido bien encapsulada en su interior.
Vamos a concretar, aunque la inseguridad y los errores que acarrea afecten a muchas otras dimensiones. ¿De dónde sale esa necesidad de agradar a los medios que solo ponen zancadillas a tu proyecto, que tergiversan todo tu ideario, que entrecomillan frases jamás pronunciadas por tus compañeros, que hablan y escriben para un público que nunca te votará, que asesinan civilmente a tus conmilitones? Iba a poner a tus amigos, pero no sé si a estas alturas de tu deformación el pliegue de los afectos es tan amplio.
Está muy bien la cortesía, el deseo de transmitir tus mensajes sin ofender a nadie. Pero ese no es el caso, así que no me vengas con las chorradas habituales. En realidad, para que ‘El País’ y la SER –y hasta ‘Público’– te respeten y hagan contigo una excepción en sus ejecuciones seudoinformativas sumarias, reproduces ideas, posturas y argumentos en los que no crees ni has creído nunca. Y yo lo sé. Y tú también. Como si lo cortés quitara lo valiente. Y vaya si lo quita, me digo cuando leo tus declaraciones. ¿Concretamos más? Venga.
Tú y otros afectados de hibris accedisteis a cargos relevantes impulsados por el trabajo y la fuerza de otros. Una vez ahí empezasteis a figurar una historia de méritos personales que explicaría tal ascenso social. Si quieres conocer a Fulanito, dale un carguito. Fíjate lo bien que nos viene el refranero a pesar de la tirria que le tenía Azaña. Explicaba don Manuel la decadencia de España por los miles de refranes que tenemos. Como si Sancho no representara el sentido común. A veces nublado. Curiosamente con la promesa de la ínsula Barataria. Ay, el poder. Pero no nos distraigamos. A vosotros no os dimos carguitos sino cargazos. No por tópica deja de ser menos cierta la obnubilación que provocan al coche oficial (o más bien los coches oficiales), la capacidad de dar empleo a otros, el trato deferente allí donde vayas, la adulación de incontables arribistas que, como una serpiente amable, van constriñendo con sus adulaciones el cuerpo de tu ideario y de tus valores. Hasta matarlos.
He dicho que concretaría. ¿Qué problema tienes exactamente con Vox? ¿No te gusta Vox? Vale. Pero, ¿por qué te obsesiona? ¿Por qué decidiste que la estrategia idónea, vuestra estrategia idónea para mantener la cuota de poder que os dimos (no como regalo, sino como un paso más en la estrategia principal) consistía en un discurso monotemático, arisco, brusco contra Vox? En otras circunstancias, sin el sistema democrático en juego, sin la unidad de España en riesgo, pudiendo entregarnos todos a la búsqueda de diferencias entre proyectos, lo habría comprendido. Pero en pleno sanchismo, ¿cómo es posible que reservarais todas vuestras críticas para un partido sin cuyos votos no habríais alcanzado vuestros despachos? ¿Cómo se entiende que los señalarais como el principal problema de España?
No eres idiota precisamente. Por fuerza has tenido que ver lo que estaban haciendo los socialistas, Podemos, Bildu y el separatismo golpista. En una de nuestras viejas reuniones habríamos detectado de inmediato el plan, la dictadura blanda que venía. ¡Qué digo! No es que lo hubiéramos detectado, ¡es que lo detectamos! Los que deseabais pactar con el PSOE erais cuatro (exactamente) entre los más de cuarenta de la Ejecutiva. Perdisteis por goleada. Pero en vez de respetar la decisión colegiada, tan abrumadora, decidisteis torcer el brazo a la organización que os había hecho unos hombrecitos. Trabajasteis contra los vuestros filtrando y filtrando. Uno de vosotros transmitió una Ejecutiva en directo para ‘El País’. Todo esto fue simplemente juego sucio. Muchos considerarán que esa es solo otra forma de referirse a la política. Pero no entendíamos la política así, ¿verdad? ¿Te acuerdas de quién eras antes de convertirte en esto? Acabo de leerte en vuestro medio favorito, que es el del régimen sanchista. Lo habéis perdido todo y seguís en vuestros trece: el gran problema de España es Vox. Felicidades por la estrategia.