¿Quién dimite aquí?
«Ningún país en el mundo tiene a un presidente del Gobierno con su entorno familiar, de partido y político, enredados en causas judiciales»
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno. | Alejandra Svriz
En el Reino Unido la ministra de Transportes acaba de dimitir al conocerse que mintió en 2014 cuando confesó que le habían robado el móvil en un atraco y sin embargo lo había perdido. Me ha recordado a la dimisión del ministro de Cultura del primer gobierno de Pedro Sánchez, Maxim Huertas, forzado a dimitir a los 6 días de ser elegido, al descubrirse que había defraudado a la Hacienda Pública 218.000 euros. Dudo que algún día sepamos si en la cabeza de Pedro Sánchez ya estaba la forma en que quería debilitar a la Monarquía: expulsando al Rey Juan Carlos de España por igual motivo. En aquellos primeros 100 días del primer gobierno, también la ministra de Sanidad, Carmen Montón, tuvo que dimitir por las irregularidades cometidas en su master en la Universidad Rey Juan Carlos.
Ahí estábamos en el año 2018; pues bien, solo un año después, era el propio Sánchez quien quedaba al descubierto con su tesis doctoral, en la que había plagios de informes, power points y artículos fusilados de otras autorías. Aquellos corta y pega fueron la dura pócima que Pedro Sánchez tuvo que tragar lo que, conociendo el amor que se tiene a si mismo, fue la vacuna definitiva que le impulsó a pedir a Irene que le escribiera el libro «Manual de Resistencia». Como los perrillos orinan el territorio para marcar que por ahí han pasado machos alfa, el manual fue toda una declaración de principios que solo tiene una lectura: resistiré, aguantaré – dijo esta semana ante sus fieles. Las dimisiones ejemplares con las que coronó sus primeros 100 habían sido un error que, de seguir por ahí, podrían llevarse por delante el sello de los 100 años de honradez, el eslogan con el que se presentó el Partido Socialista en la Transición. Por eso hay un antes y un después a la revelación del fraude en su tesis. El pie debe ir en el acelerador con un único objetivo: negar cualquier acusación perniciosa contra el gobierno, el presidente y sus círculos y lanzar la bola tal cual bumerán al contrario, contra el Partido Popular, Feijoo y con obsesiva insistencia contra Isabel Díaz Ayuso. Es cuando la mentira toma asiento por derecho en la vida política oficial y los martes se despacha y ‘portavocea’ desde la mesa del Consejo de Ministros.
Todo lo que ha venido después ya lo sabemos: ni un paso atrás. Únicamente se han aceptado presiones del socio de gobierno, y por eso salió Carmen Calvo; de Marruecos, en el caso de Arancha González Laya; del independentismo catalán, que expulsó a Juan Carlos Campo… Otras veces las salidas han sido más airosas, para quitarse de en medio a un europeísta anti bolivariano como Borrell, o a un perfil similar como el de Calviño. Más o menos comprendido todo, hasta que nos dimos de bruces con la defenestración de Ábalos, que nos explicamos ahora. El ‘tetris’ siempre parecía encajar. Hasta ahora, en que jueces y periodistas siguen haciendo su trabajo porque la demolición intencionada de las instituciones, aunque intensa, no ha sido voladura. El Estado sigue gozando de contrapesos que no están permitiendo una gobernanza sin crítica.
Por eso no alcanzo a entender cómo, en las sospechosas circunstancias de tráfico de influencias y corrupción en que se hayan los círculos del presidente a la vista de los personajes que pululan estos días por los juzgados, sacara a colación esta semana la moción de censura que le interpuso a Rajoy porque era un gobierno corrupto. Falso, pero inoportuno.
Por robar un tarro de cremas, la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, tuvo que dimitir, humillada hasta el escarnio por la izquierda. Por unos trajes, el presidente de la Comunidad Valenciana, Francisco Camps, ha estado quince años perseguido por la justicia hasta quedar absuelto. Por aceptar bolsos de lujo, Rita Barberá no soportó la presión mediática y acabó suicidándose en la soledad de un hotel. El mismísimo yerno del Rey entró en prisión por tráfico de influencias y delitos fiscales y su hija tuviera que sentarse en el banquillo, con paseíllo y cámaras en la sala. Eran otros tiempos en España, en que la mentira en boca de un político tenía penalización, los errores como quedarse sentado al paso de la bandera americana en un desfile nacional tenían consecuencias, y la corrupción se pagaba con cárcel como cumplió Rodrigo Rato cuando era descubierta, especialidad con la que el PSOE sanchista se empleó a fondo contra los adversarios.
Hoy los procesos judiciales que cercan al gobierno y al presidente se pretenden tapar echando la manta por encima, sin calcular que si tiras de una esquina se destapa otra. Por eso triunfan los spin doctors y ello explica que el gobierno haya doblado los asesores volcados en hacer manuales con los que atacar al contrario y adornar los logros propios que poder exhibir en ocasiones estelares como el Congreso del PSOE de este fin de semana. Una cita en que brilla como medida estrella que las feministas plantean que los diputados puteros sean expulsados del partido. Increíble que esto no haya sido hasta ahora con la prostitución que adornó a los saqueadores de los EREs, o las evidencias que documentan el puterío de Tito Berni y al menos 6 diputados.
‘Spain is different’ fue el eslogan que lanzó Manuel Fraga para seducir fuera en pleno franquismo. Y claro que éramos diferentes siendo una dictadura. Sucede que ahora España es diferente mas allá del eslogan. Ningún país en el mundo tiene a un presidente del gobierno siendo una democracia, con su entorno familiar, de partido y político, enredados en causas judiciales. Y no vale alegar manía persecutoria desde la judicatura, porque hay evidencias que las entendemos todos, incluso quienes las tapan. ¿Cómo si no el compañero «dimitido» Juan Lobato habría ido al notario a cubrirse las espaldas? ‘Spain is different’ porque en Alemania, la ministra de Defensa se marchó a su casa cuando se supo que había plagio en su tesis, la ministra de Medioambiente dimitió por viajar a Mallorca tras unas graves inundaciones y la ministra de Familia por tomar vacaciones tras esas inundaciones: No valió que las vacaciones estuvieran largamente planeadas porque su esposo hubo sufrido un infarto ni que fuera madre de cuatro niños. Renunció, dijo, «para evitar daños al cargo en el que hay grandes retos por venir». Honradez se llama a asumir un error político.
Recientemente hemos visto dimitir a la primera ministra francesa tras las tensiones políticas que produjo el endurecimiento de las medidas contra la inmigración. El caso más significativo sigue siendo el de Antonio Costa, quien siendo primer ministro de Portugal dimitió tras ser detenido su jefe de gabinete y un empresario amigo bajo sospecha de tráfico de influencias, corrupción y prevaricación. Cuando el Tribunal Supremo decidió investigarle a él lo vio «incompatible» con el cargo que representaba, aun sabiéndose inocente como luego quedó probado. Esa honradez, honorabilidad, integridad moral y política, le ha llevado a presidir el Consejo Europeo con el aplauso de todos.
Aquí, son muchas las personas que me han preguntado hasta qué punto el presidente del Gobierno resistiría la presión. «En su caso, no me cabe la dimisión», viene a ser mi respuesta. Solo los socios le pueden hacer caer y no será. Por mucho menos el PNV traicionó el acuerdo con Rajoy y tornó sus votos para echarle. Hoy es impensable que suceda algo semejante. Pero mucho me temo que cuantas más dificultades tenga el gobierno, los partidos que le adornan se agarrarán como parásitos voraces de chupar sangre hasta dejarle seco, hasta que España como nación no tenga más que dar, porque literalmente sea una España vacía, vaciada.
Por eso resulta un escarnio escuchar trazabilidades de transparencia, acciones para combatir ‘fakes news’ y bulos desde el aparataje gubernamental, cuando el ejército de asesores tienen por misión difundirlos. Me duele que en estos términos España siga siendo diferente porque un presidente o ministro no piense en «evitar daños al cargo en el que hay grandes retos por venir» como sucedería en Europa; si miro a la Moncloa no veo a un Scholz cuando al destituir a su ministro de finanzas por discrepancias, disolvió al gobierno y convocó elecciones. Términos de asunción de responsabilidades y límites al ejercicio del poder deberían salir del Congreso del PSOE. Pero no será. Si por aquí no se echó del gobierno a una ministra con la Ley del Si es Si, si el fiscal general del Estado imputado por filtrar documentos privados de un ciudadano sigue en el cargo, si las Relaciones Exteriores están hipotecadas a las golferías de una trama, no imagino que más pueda pasar, si bien visto lo visto, en derribo como estamos, la ley de Murphy suele ser implacable.
P.D. Comparto esta lectura que me ha tenido entretenida, un pasaje de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, en el que Robert Louis Stevenson describe a su personaje en la plenitud del trastorno psiquiátrico disociativo de la personalidad: «Lo más chocante era que el fango del pozo parecía emitir gritos y voces; que el polvo amorfo gesticulaba y pecaba; que lo que estaba muerto y no tenía forma usurpara los oficios de la vida. Y además, que ese horror insurgente estaba unido a él mas estrechamente que una esposa, mas estrechamente que un ojo, yacía enjaulado en su carne, donde lo oía murmurar y sentía luchar por nacer». Disfruten de lecturas y de un feliz domingo.