¿Quién va a ganar las próximas elecciones?
Aunque quedan tres años para que se realicen las próximas primarias presidenciales, evaluar la dirección en la que avanza la opinión pública ayuda a entender tanto las posibilidades de que el gobierno actual logre avanzar su agenda como la probabilidad de que las reformas que impulsa logren consolidarse en el tiempo. Pero es menos comprensible que los expertos se aventuren en anticipar cuál va a ser el resultado de la elección de 2021 sin siquiera saber cuál será la evaluación del gobierno saliente, cuál será la situación económica del país, qué escándalos y eventos marcarán la campaña y, sobre todo, quiénes serán los candidatos. Como el próximo gobierno será de izquierda o derecha, predecir ahora el color del gobierno equivale a tirar una moneda al aire y tener 50% de probabilidad de acertar -pero eso no significa que uno esté haciendo buena ciencia al anticipar un resultado en 2021.
En varias entrevistas recientes, algunos expertos y no pocos políticos se han aventurado a anticipar que, debido a la crisis por la que atraviesa la izquierda, la derecha ganará las elecciones de 2021. Pero ni los datos de las encuestas de opinión pública ni un análisis basado en los incentivos que presenta el diseño institucional del país permiten llegar a esas conclusiones.
Tanto Bachelet como Piñera volvieron al poder porque supieron combinar un mensaje de cambio con uno de continuidad.
La opinión pública ha mostrado una enorme estabilidad en sus preferencias en los últimos años. Los chilenos quieren cambios moderados, pragmáticos y razonables. La gente comprensiblemente quiere expandir y ampliar sus derechos. Los chilenos quieren un estado más eficiente y regulaciones que reduzcan el poder excesivo de las empresas en la vida económica del país. Pero los chilenos no quieren cambiar el modelo de mercado por “el otro modelo”. La gente tampoco quiere refundaciones ni transformaciones radicales. Por eso, no es cierto que el país haya pasado de un estado de ánimo izquierdista refundacional, como creía Bachelet y la Nueva Izquierda en 2014, a un estado de ánimo libremercadista y neoliberal, como pensaron algunos de derecha después de la victoria de Piñera en segunda vuelta en diciembre de 2017.
Bachelet ganó en 2013 porque prometía cambios, pero su imagen representaba la continuidad y la certeza de lo conocido. Piñera, en cambio, ganó tan ampliamente en 2017 porque supo escuchar el mensaje de la gente en primera vuelta y supo representar un mensaje de cambio razonable, respetando algunas de las reformas más populares del gobierno de Bachelet. Ambos presidentes volvieron al poder porque supieron combinar un mensaje de cambio con uno de continuidad.
Es verdad que Bachelet se confundió y se dejó llevar por los cantos de sirena más izquierdistas de su coalición (y tal vez su propio sueño juvenil de vía chilena al socialismo), lo que la llevó a impulsar reformas más profundas que las que querían los chilenos. El fracaso de su gobierno en avanzar su agenda refundacional -expresada en su desesperada decisión de enviar al Congreso una propuesta de nueva constitución en la última semana de su mandato- se explica porque su gobierno nunca aceptó que los chilenos preferían el primer período por sobre el segundo.
Las elecciones presidenciales de 2021 serán tan competitivas como lo han sido casi todas las elecciones presidenciales desde 1999, lo que probablemente obligue también a que haya una segunda vuelta en 2021.
Después de la incuestionable derrota de Guillier en diciembre de 2017, la izquierda entró en un periodo de crisis. Por un lado, la Nueva Mayoría muerde el polvo de la derrota de su proyecto. Por otro, el Frente Amplio dice estar pasando por una crisis de crecimiento. Con sentimientos así de encontrados, es imposible que esas coaliciones comiencen a construir una alianza de cara a 2021. Afortunadamente, no necesitan hacerlo. El sistema electoral chileno, que fuerza a una segunda vuelta en caso de que nadie alcance mayoría absoluta en la elección presidencial, obliga a la izquierda y a la derecha a aliarse en torno a un candidato en el balotaje. La segunda vuelta obliga a los candidatos a buscar posiciones más moderadas (cosa que Guillier nunca logró entender en 2017, pero que Piñera entendió a la perfección).
Luego, dado que los chilenos mantienen las mismas posturas moderadas y pragmáticas en las encuestas al menos por los últimos diez años y dado los incentivos institucionales para que los partidos se ordenen en torno a dos coaliciones en la segunda vuelta, resulta exagerado sugerir que Chile está viviendo un cambio de era. Las elecciones presidenciales de 2021 serán tan competitivas como lo han sido casi todas las elecciones presidenciales desde 1999, lo que probablemente obligue también a que haya una segunda vuelta en 2021. El resultado dependerá de cómo ande la economía del país, de cuáles serán los temas dominantes en el debate público ese año, de qué tanta aprobación tenga el gobierno saliente y, sobre todo, de quiénes sean los candidatos que pasen a segunda vuelta. Igual que en el fútbol, si todavía es demasiado temprano para anticipar quién ganará el mundial de 2018, resulta aventurado anticipar una predicción sobre qué equipo será campeón del mundo en 2022.
Patricio Navia, #ForoLíbero