Rafael Arráiz Lucca: “La democracia es un proyecto cultural cuyo enemigo es la ignorancia”
A propósito de su nuevo libro sobre la historia de la democracia en Venezuela, el escritor y académico comparte sus tesis sobre el centralismo y el sectarismo como inhibidores de las libertades, a lo largo de toda nuestra historia
Ahora que tenemos jóvenes venezolanos de veintitantos y treintaintos tratando de entender el país que no conocieron —porque los hay, incluso fuera del país, y en este medio y en Caracas Chronicles suelen escribir varios de ellos— la obra reciente de Rafael Arráiz Lucca es un lugar insoslayable.
Por décadas ha sido uno de los intelectuales más trabajadores y prolíficos del país, como poeta, gerente cultural, editor y ensayista, y en años recientes, tanto como profesor en la Universidad Metropolitana como en su imparable labor como autor y difusor de la historia económica y política de Venezuela, Arráiz Lucca ha probado hasta con el podcast y ha construido una colección de títulos en la editorial Alfa que hoy crece con La democracia en Venezuela: un proyecto inconcluso, donde sigue “el curso de la idea-fuerza de la nación venezolana” desde los cabildos coloniales hasta lo que tenemos hoy, una dictadura impuesta sobre lo que Arráiz Lucca todavía ve como una sociedad que conserva el espíritu o al menos el sueño democrático.
Es un libro que sirve como una síntesis de nuestra historia política, que contempla los grandes hitos representados en las constituciones, y que va evaluando las tensiones entre tiranos y demócratas, centralistas y federalistas, teóricos y ejecutores, civiles y militares.
Pero en estos tiempos de cerrazón, el nuevo libro de historia de Arráiz Lucca resalta sobre todo por su ecuanimidad.
Me pareció entender que, en cuanto a las ideas democráticas, el fracaso de la Gran Colombia tiene que ver con que Bolívar se empeñó en imponer su eterna vocación centralista y lo que hizo fue reventar su proyecto. Cuando viene el periodo conservador entre 1830 y 1848, resurge el proyecto democrático, claro que dentro de sus límites, pero vuelve a fracasar. ¿Fracasó porque Páez se confió frente a la amenaza que representaban los caudillos orientales?
No creo que haya fracasado. Tuvo graves inconvenientes, como cuando Mariño y Monagas le dan el Golpe de Estado a Vargas en 1835, pero Páez restituye el orden constitucional, y las presidencias de Páez, Soublette, dos cada uno, sumaron 18 años de crecimiento económico, entre 1830 y 1848. Allí están las cifras del profesor Baptista. Crecimiento económico con alternabilidad democrática. El ritmo se pierde con los Monagas y su nepotismo y la pretensión de José Tadeo de eternizarse en el mando, cuando hace redactar la Constitución de 1857 que extiende el período presidencial a seis años y permite la reelección inmediata. Allí está el nudo. También Santiago Mariño atentó cuanto pudo contra el ritmo republicano. En este sentido eres preciso cuando hablas de los orientales.
¿Hay un patrón de reforma hacia la apertura que crea contrapesos y amplía derechos políticos, que luego sucumbe ante una reacción autoritaria que tiende a salirse con la suya? Parece que pasó con Monagas desde 1848, y luego con la Guerra Federal, y más de un siglo más tarde con las reformas del segundo gobierno de CAP.
Es así. En Venezuela conviven, desde sus orígenes republicanos, una fuerza democrática y descentralizadora del poder, con otra centralista y autoritaria. Muchas veces se mezclan y se hacen borrosas porque los personajes pasan de un bando a otro, pero las fuerzas están allí hasta el día de hoy. Esas dos fuerzas hacen de la historia venezolana una secuencia pendular, donde por largos períodos prevalece una fuerza sobre otra. En el siglo XX el gomecismo es centralista y autoritario, mientras durante la democracia representativa (1958-1998) gobierna la otra fuerza. En los años de Chávez y Maduro es obvio cuál de las fuerzas ha prevalecido.
En cuanto al proceso de descentralización iniciado con la creación de la Copre, que llevó a la elección de gobernadores y alcaldes, ¿cómo crees que contribuyó a nuestra historia democrática, inconcluso como fue? Porque para quienes se habían estado negando a él, hoy podrían decir que fue como la perestroika: fue una grieta que hizo que se fuera el dique que contenía al sistema político. Antes de que llegara el chavismo a desmontar todas esas conquistas, el proceso de 1989 fue clave para disolver el bipartidismo, por ejemplo.
La Copre sentó en una mesa a Carlos Andrés Pérez y Eduardo Fernández en 1988, y ahí firmaron un acuerdo para implementar la elección directa de gobernadores y alcaldes, que era una deuda histórica de la democracia venezolana desde la Constitución de 1947. Una lamentable deuda, que no fue saldada en la Constitución de 1961, y que vino a saldarse en 1989, cuando era tarde, pero sin duda necesario y, ciertamente, deshizo al sistema bipartidista, y la democracia tomó una nueva fuerza con partidos regionales como el MAS, La Causa R, Proyecto Venezuela, y los verdaderos liderazgos de AD y Copei en las regiones. Fue un momento estelar de la democracia venezolana. El costo más alto lo pagaron AD y Copei, que no se habían preparado para una realidad federal que, obviamente, es más democrática que la centralizadora, donde se elegían a dedo los gobernadores desde Caracas. El último gobierno así fue el de Lusinchi, cuando los secretarios generales de AD eran designados gobernadores.
Si los cabildos fueron la semilla de nuestra historia democrática durante el periodo colonial, ¿es factible pensar en que las alcaldías o los gobiernos regionales sean semilla de la reconstrucción de nuestra democracia, que esa labor empiece desde gobiernos locales?
Ya eso se ha expresado. Henrique Capriles fue alcalde dos veces y gobernador dos veces y ha sido el venezolano que más votos ha obtenido ante el chavismo. Su fuerza proviene de la administración regional. Andrés Velásquez (quien fue gobernador de Bolívar) es un líder nacional. El respaldo que ha tenido Leopoldo López proviene de su gestión en Chacao. Esto es lo lógico y lo deseable en una democracia, que quienes hacen gobiernos locales exitosos pasen a ejercer el gobierno nacional. Es lo propio de las democracias.
¿Tiene sentido pensar que, para nosotros, mientras más federalismo (o descentralización) tengamos, más democracia podemos alcanzar, y viceversa?
No tengo la menor duda de esto.
El gran proyecto que tiene por delante la democracia venezolana es el federalismo. Esa es la verdadera revolución.
Más aún, soy de los que cree que la democracia debe ser federal o no es democracia plena. El federalismo garantiza la descentralización del poder, los equilibrios de poder, y el vínculo directo e inmediato entre el elector y su elegido, su representante. Los ensayos de democracia directa han terminado en todas partes del mundo en un régimen centralizado y autoritario.
Varias veces se usó al sectarismo como excusa, desde para fundar un partido hasta para derrocar al gobierno. Parece algo recurrente que toda organización política en Venezuela tiende a caer en un patrón de concentrar poder para no perderlo, pero termina perdiéndolo por esa razón. ¿Ves ese patrón tú también?
Totalmente. Lo verdaderamente inteligente es compartir el poder. Toda implantación de una hegemonía es violenta y condenada al fracaso. Tarde o temprano fracasan porque gobiernan imponiéndose sobre la mitad o más de la población. Las hegemonías torpemente crean a sus propios adversarios. Es absurdo gobernar solo. Lo inteligente es compartir el poder. Toda la historia de la humanidad lo demuestra.
“Castro prometió compartir el poder entre liberales y conservadores, pero muy pronto expulsó del país a los liberales, y estos, naturalmente, le declararon la guerra. Una vez más, la práctica de no compartir el poder entre adversarios trae como consecuencia la violencia”. Como ese, hay varios otros momentos. ¿Será que la democracia entre 1959 y 1998 aguantó porque hubo una distribución del poder eficiente, vía la alternancia entre dos partidos hegemónicos? ¿Será que Maduro está ahí, en parte, porque ha sabido repartir el poder entre las distintas tribus de la alianza que lo sostiene?
Los motivos por los que Maduro permanece en el poder son otros. El día en que se hagan unas elecciones libres, sin inhabilitaciones de candidatos y sin trampas de ninguna naturaleza, Maduro perderá esas elecciones. Así de simple. Por otra parte, la democracia de 1958 a 1998 se sostuvo porque todos los actores de peso eran verdaderos demócratas. Los que no lo eran, como los perezjimenistas o la izquierda pre-moderna, no tenían fuerza como para destruirla. Los actores de peso eran AD y Copei y la democracia era su proyecto histórico. También lo fue del MAS y de La Causa R, la izquierda que se sumó a la vida democrática jugando limpio.
Me resultó muy interesante lo que llamas el abismo entre teóricos y ejecutores: cómo las ideas políticas fracasan en su ejecución, sobre todo cuando quienes tienen las ideas no son quienes ejercen el poder. El caso Betancourt parece ser la excepción que confirma la regla: él era un hombre de ideas y con capacidad de ejecutarlas. ¿Cómo crees que esa brecha actuó para la historia de nuestra democracia?
Páez y Soublette eran republicanos, entendían el juego democrático y lo auspiciaron, los Monagas no. Los conservadores de 1858 (Tovar, Gual) eran demócratas, ya después hallamos actores sin convencimientos republicanos, más bien autócratas como Guzmán Blanco y Crespo, y ni hablar de los andinos, Castro y Gómez. Ya con López Contreras hay convicciones democráticas y con Medina Angarita todavía más, pero el Ejército no lo era, y cerró el camino de la reforma constitucional de Medina. En cuanto a Betancourt, sin la menor duda se trataba de un hombre de ideas con capacidad de implementarlas, las materializaba. Leoni también lo fue, pero no escribía, y esa es una desventaja muy grande para un político.
Los grandes escriben. Los políticos sin formación intelectual y sin capacidad de escritura brillan menos, naturalmente.
Caldera escribía, y muy bien; Luis Herrera, también. Uslar, obviamente. Villalba, Carlos Andrés Pérez, Lusinchi, no. Los políticos actuales están muy lejos de esto: allí están los resultados. Hay gente que cree que estos temas no cuentan. Lean cualquiera de los libros escritos por Barack Obama y volteen a ver a Trump. No hay punto de comparación.
¿Qué sabemos de las ideas que tenía la gente sobre la democracia, antes de nuestro tiempo? Hablo de quienes no eran los que mandaban, sino de la gente común o de los lectores de prensa, los que se pronunciaban en las plazas. Me pregunto cuándo los venezolanos empezaron a usar la palabra democracia y para significar qué.
La democracia es un proyecto cultural y pedagógico cuyo mayor enemigo es la ignorancia. Lo decía Bolívar con su lucidez característica: “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”. De tal modo que el respeto a la ley, la vida en un Estado de Derecho, la libertad de pensamiento, todos estos valores son de la Edad Moderna, y muchísimas personas viven en nuestro tiempo, pero son medievales. No han asumido plenamente estos valores. Todo lo que hay en nosotros de tribalidad, de feudalismo, de violencia, de imposición, viene de la Edad Media y allí está, vivo. Basta oírlos hablar.
Hay un gran consenso dentro y fuera del país —más allá de la esfera que aún controla el chavismo— sobre el carácter antidemocrático que el chavismo ha tenido desde el principio. Pero últimamente hemos visto rasgos no precisamente democráticos desde sectores de la oposición: nostalgia del perezjimenismo, apoyo a líderes como Trump y Bolsonaro, y una hostilidad generalizada a la idea misma de diálogo, por no decir de divergencia. ¿Cuál es tu percepción sobre ese fenómeno?
No han sido formados como ciudadanos. No distinguen entre ciudadanía y despotismo. Pero cuidado, esto no es exclusivo de Venezuela. Allí están los Estados Unidos que eligieron a Trump, que de demócrata tiene lo que yo tengo de chino. Se nos olvida que la democracia es un proyecto reciente, que comenzó en 1766 con la creación de los Estados Unidos, y que tuvo su antecedente más claro en la Revolución Gloriosa en Inglaterra, en 1688, cuando comenzó la Monarquía Constitucional y se fortaleció la democracia parlamentaria. Esta es la línea, porque la de la Revolución Francesa, en 1789, terminó en su propia negación: el imperio napoleónico. Como vemos, este es un proyecto que rema contra mil años de monarquía absolutista de la mano del papado, que rema contra la inquisición y la corrupción. Más bien, en muy poco tiempo ha avanzado mucho, si pensamos en lo que enfrenta como costumbre y pasado.
Vives y enseñas en Venezuela. ¿Qué crees que queda de las ideas democráticas en el venezolano común, en cualquier estrato socioeconómico?
Muchas y muy poderosas ideas y sentimientos democráticos hay en el venezolano común. En un sector amplísimo de la venezolanidad hay un sentido de justicia muy hondo, y ese sector está allí, y estoy seguro de que quiere vivir en un régimen de libertades políticas y económicas, pero los enemigos de la libertad son poderosos también.
Los venezolanos que quieren vivir en una sociedad abierta, donde se genera riqueza, donde se crea y se construye, abren caminos a diario, en medio de las peores circunstancias.
Todos los días vemos esa fuerza aquí, junto a la otra, que cierra puertas y ventanas, que hace todo lo posible por dificultar el curso de la libertad. En eso estamos. En estos días decía Georg Eickhoff que Venezuela ya perdió la guerra. No estoy seguro. Eso creían los alemanes orientales que padecían el comunismo, como él en su adolescencia, y allí están incorporados al mundo libre. El amor a la libertad es una fuerza tan grande como el odio y el miedo.