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Rafael Rojas: Cárdenas y los intelectuales

Existe una imagen de Lázaro Cárdenas, como estadista hierático, construida a partir de la lectura de sus informes de gobierno y discursos oficiales. Pero otra lectura más atenta, como la que han emprendido Ricardo Pérez Monfort, Veka G. Dunkan y otros historiadores, devela un mundo de referencias sofisticadas, redes intelectuales y vasta cultura histórica, bajo la trayectoria política del revolucionario michoacano.

Alguna vez mencionamos aquí que en sus diarios y epistolarios abundan alusiones a Waldo Frank, Carlos Pereyra, Frank Tannenbaum, Ignazio Silone y otros intelectuales de principios del siglo XX. Son también conocidos sus diálogos con académicos e historiadores como Narciso Bassols, Jesús Silva Herzog, Luis Chávez Orozco y Daniel Cosío Villegas, así como su impulso a instituciones académicas, editoriales y revistas como El Colegio de México, el Instituto Politécnico Nacional, el Fondo de Cultura Económica, El Trimestre Económico y Cuadernos Americanos.

Podría hablarse, incluso, de un “campo intelectual cardenista”, que se extiende y renueva en la Guerra Fría por medio de organizaciones como el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) y la revista Política (1960-1967), impulsada por Manuel Marcué Pardiñas y Jorge Carrión. Desde que fue gobernador de Michoacán, a fines de los 20, Cárdenas desarrolló una comprensión de los grandes problemas nacionales, especialmente los relacionados con la tierra, la industria y la educación, que partió de una lectura plural y precisa de la historia mexicana previa y posterior a la Revolución de 1910.

Un texto donde leer esa visión es el ensayo Una conversación sobre la Reforma Agraria (1963), resultado de un diálogo con la generación de 1961 en la Universidad de Chapingo, que editó Cuadernos Americanos. Allí Cárdenas reconstruía la historia del agrarismo mexicano, pero lo hacía desde una perspectiva amplia y en nada sectaria. Partía del clásico El agrarismo mexicano y la reforma agraria (1959) de Silva Herzog y, a la vez, proponía una genealogía del pensamiento agrarista, de su propia cosecha y muy heterodoxa.

Recordaba Cárdenas lo que habían pensado, sobre el tema de la propiedad rural, Lorenzo de Zavala, José María Luis Mora y Justo Sierra, tres figuras enmarcadas en la tradición liberal. Luego se detenía en Emiliano Zapata y el Plan de Ayala, que veía como personificaciones de la demanda de propiedad comunal. Pero reconocía, en contra de mucha narrativa prejuiciada, que la causa agraria también había sido defendida por otros líderes como Madero, Carranza o Lucio Blanco.

No podría completarse la historia de la relación de Cárdenas con los intelectuales sin su respaldo a la Revolución Cubana y a la Nueva Izquierda en los años 60. Escritores y pensadores como Fernando Benítez, Carlos Fuentes, Enrique González Pedrero, Jaime García Terrés y Víctor Flores Olea fueron algunos de los renovadores del cardenismo en aquella década.

 

 

 

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