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Rafael Rojas: Maduro prefiere a Trump

La pandemia no detiene a los políticos en sus objetivos básicos. El de Donald Trump y Nicolás Maduro, dos aparentes rivales de la geopolítica hemisférica, es el mismo: reelegirse a fines de este año. En medio de la emergencia sanitaria, el gobierno madurista ha reforzado su control de las instituciones electorales del país. El nuevo Consejo Nacional Electoral ha intervenido el liderazgo de dos de los principales partidos opositores, Acción Democrática y Primero Justicia. Después de tanta represión, el madurismo busca una oposición leal.

Cuando la Unión Europea trasmitió su preocupación de que la salida electoral a la crisis venezolana se viera obstruida por esas maniobras, Maduro respondió con su lenguaje habitual. “La Unión Europea que se vaya largo al carrizo”, dijo el presidente de Venezuela. Bruselas no debía interesarse por la salud de la democracia en América Latina y tenía que limitarse a combatir el racismo y el coronavirus en su territorio.

En contraste, Maduro acaba de reiterar su disposición a “conversar respetuosamente” con Donald Trump sobre las diferencias entre Washington y Caracas. Días antes había trascendido que Trump estaba abierto a un posible diálogo con Maduro, en medio de la polémica por The Room Where it Happened (2020), libro de John Bolton, ex Consejero de Seguridad Nacional, que acusa a Trump de no dar prioridad al tema venezolano. A pesar de que Trump se retractó en Twitter y reiteró su rechazo a Maduro, éste persistió en su flirteo con el presidente de Estados Unidos.

Si algo demuestran esos rejuegos geopolíticos es la pareja frivolidad que predomina en el manejo del conflicto entre Estados Unidos y Venezuela. Frente a las críticas de Bolton, Trump se proyecta como más halcón de lo que es y activa su retórica antimadurista. Maduro, en cambio, protegido de Vladimir Putin, aliado de Trump, no pierde nada con el coqueteo. Puede darse el lujo de ser amable con Trump y grosero con la Unión Europea.

Al fin y al cabo, como sostiene la doctrina Putin, para cualquier autoritarismo del siglo XXI es preferible lidiar con la política unilateral de Trump que con la diplomacia multilateral de la Unión Europea. Maduro es consciente de que sus gestos amistosos con Trump caen en la olla de grillos de la contienda electoral en Estados Unidos. Su maestro Hugo Chávez y el maestro de éste, Fidel Castro, practicaron ese deporte durante décadas.

De lo que no cabe duda es que la prioridad de Maduro, en lo que queda de año, es la reelección. Y para lograrlo es indispensable controlar al árbitro electoral y contar con una oposición minoritaria y manipulable. Hacia allí se dirige el régimen venezolano y, lamentablemente, hay pocos elementos que impidan el éxito de la empresa. Con una oposición dividida, una comunidad internacional inmersa en la lucha contra la pandemia y una administración como la de Donald Trump, volcada al cortejo de su electorado conservador y racista, no habría que esperar otra cosa.

 

 

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