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Rafael Rojas: Una peligrosa minoría hegemónica

El plebiscito de la oposición venezolana, el pasado 16 de julio, arrojó, según la Mesa de Unidad Democrática, que más de 7 millones 600 mil ciudadanos están contra la nueva Asamblea Constituyente que intenta imponer el gobierno de Nicolás Maduro. La cifra es, como se ha reseñado en estas páginas, superior al total de votos que llevaron a Maduro al poder en 2014 y el doble de los que respaldaron la Constitución de Hugo Chávez en 1999.

Tal y como se esperaba, el resultado no rebasó la mitad del padrón electoral. Pero eso era lo mismo que sucedía en los referéndums que organizaba Chávez a mediados de la década pasada. Un 40% del padrón electoral, descontando la abstención y ponderando el hecho de que se trató de una consulta sin apoyo de la autoridad electoral, apunta a una mayoría activa favorable a la oposición que, sumada a la minoría pasiva o indecisa, que rechaza al gobierno sin respaldar a la MUD, podría rondar entre el 60 por ciento y el 70 por ciento del electorado.

El ejercicio del 16 de julio pudo confirmar lo que desde el año pasado sugieren decenas de encuestas, que hablan de una disminución de la popularidad de Maduro a cerca de un 20%. La constatación de ese estrechamiento de su base social explica la negativa del gobierno a convocar las elecciones regionales previstas por la Constitución y a satisfacer la demanda legítima de un referéndum revocatorio del poder presidencial por parte de la Asamblea Nacional.

La oposición considera que los resultados del pasado domingo le confieren un mandato y se apresta a proceder a la elección de nuevas autoridades electorales y judiciales. Comienza entonces la construcción del escenario, previsto por muchos analistas, de dos gobiernos paralelos. En diez días serán electos los delegados a la nueva Asamblea Constituyente y de ese organismo saldrá no sólo una nueva Constitución sino un nuevo poder legislativo. Es evidente que esto último, el reemplazo de una Asamblea opositora por otra leal, ha sido el objetivo central del proceso constituyente.

¿Qué opciones tiene una minoría hegemónica en una crisis como la venezolana? Pocas y todas muy peligrosas, ya que difícilmente podrá lograr sus objetivos sin usar la fuerza. ¿Qué sucedería, por ejemplo, si la actual Asamblea Nacional se resiste a ser desplazada? ¿Cómo reaccionará el gobierno a los paros y las protestas, que se multiplicarán tras la instalación del nuevo constituyente? A todo esto habría que agregar la presión internacional, que ya, lamentablemente, comienza a salirse de tono con las más recientes declaraciones de Donald Trump.

Si la declaración del gobierno venezolano como “amenaza extraordinaria”, por la administración de Barack Obama, fue contraproducente, mucho más lo sería cualquier sanción unilateral de parte de la actual administración. La oposición venezolana necesita la solidaridad de las democracias del hemisferio, pero no una acción hostil que fácilmente puede convertirse en subterfugio para la represión y la dictadura.

Rafael Rojas  es autor de más de quince libros sobre historia intelectual y política de América Latina, México y Cuba. Recibió el Premio Matías Romero por su libro «Cuba Mexicana. Historia de una Anexión Imposible» (2001) y el Anagrama de Ensayo por «Tumbas sin sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano» (2006) y el Isabel de Polanco por «Las repúblicas de aire. Utopía y desencanto en la Revolución de Hispanoamérica» (2009).

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