Rafael Rojas: ¿Volverá la vida parlamentaria a Cuba?
La recuperación de la autonomía de la Asamblea Nacional de Venezuela, por la oposición de ese país, obliga a voltear los ojos a Cuba, único país del hemisferio donde no existe pluripartidismo ni división de poderes. A pesar de sus tendencias autoritarias y reeleccionistas, todos los gobiernos de la izquierda bolivariana, aliados de La Habana, permiten que partidos políticos opositores actúen en la esfera pública e intervengan en el Poder Legislativo.
Con frecuencia se asegura que en Cuba no existe un gobierno representativo. Lo dicen defensores, que todavía creen en la fantasía de una democracia directa, o detractores de ese régimen, que no distinguen un sistema comunista de partido único de una dictadura autoritaria latinoamericana. No, en Cuba, como en cualquier otro “socialismo real” del bloque soviético, hay un gobierno representativo, con su propia Asamblea Nacional, que legisla en nombre del pueblo.
Sin embargo, ese Poder Legislativo posee una serie de peculiaridades que sólo se dan en ausencia de democracia. Todos los representantes, aunque no sean militantes del Partido Comunista único, son partidarios del gobierno. La Asamblea Nacional se reúne en dos periodos de sesiones ordinarias de tres o cuatro días al año. O sea, los más de seiscientos diputados sólo se encuentran seis o siete días, por año, en el espacio físico del parlamento.
Cuando esos representantes se reúnen, no debaten o deliberan las leyes, que tampoco han sido diseñadas por ellos. La gran mayoría de las leyes que ha aprobado la Asamblea Nacional desde su creación, hace cuarenta años, ha sido ideada por el propio gobierno. La tarea de los diputados es, más allá de algún llamado de atención sobre dificultades o molestias sectoriales, aportar retórica oficialista a la aprobación de leyes diseñadas en la cúpula del Poder Ejecutivo, es decir, el Consejo de Estado, o el propio Buró Político del Partido Comunista, que es la cima de la cúpula.
Vida parlamentaria no existe en Cuba desde la llegada de Fidel Castro al poder en enero en 1959. Pero ese déficit quedó formalmente codificado en 1976, con la introducción del sistema electoral y el gobierno representativo que subsisten hasta hoy. Desde entonces las explicaciones oficiales para esa anomalía han variado ligeramente. En los años 70 y 80 se creía en la superioridad ideológica del orden comunista. En los 90 y 2000 se le presentaba como una necesidad defensiva frente a la política de Estados Unidos.
¿Y ahora? ¿Con el restablecimiento de vínculos con Washington y un proceso permanente de flexibilización del embargo? ¿Cómo justifica el gobierno cubano la negación del derecho a la representación política libre, que se respeta en todo el hemisferio? Ahora ya no se dan explicaciones. El gobierno de Raúl Castro ha abandonado la ideología, incluida la ideología comunista, y se dedica a administrar un régimen antidemocrático, que da por heredado e intocable, pero que las nuevas generaciones de cubanos tendrán que cambiar.
Rafael Rojas es autor de más de quince libros sobre historia intelectual y política de América Latina, México y Cuba. Recibió el Premio Matías Romero por su libro «Cuba Mexicana. Historia de una Anexión Imposible» (2001) y el Anagrama de Ensayo por «Tumbas sin sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano» (2006) y el Isabel de Polanco por «Las repúblicas de aire. Utopía y desencanto en la Revolución de Hispanoamérica» (2009).