DictaduraEconomíaÉtica y Moral

Ramón Peña: Economía  de sobrevivencia    

En diciembre de 2008 el expropiador lenguaraz abominó del Centro Sambil de la Candelaria como “templo del consumismo capitalista” y prometió convertirlo en una Corporación de Mercados Socialistas. Su expropiación fue una más entre miles de  empresas enajenadas a su capricho, entre otras: Agroisleña, empresas eléctricas, cemento, telefónicas, acerías, hatos productivos, lácteos, cuya quiebra, ruina o abandono sembraron escasez, atraso, desempleo y hambre. Aquella furia socialistoide se apuntalaba cómodamente en la espiral ascendente del precio del petróleo.

¿A qué obedece hoy la tan ponderada devolución del recinto a sus propietarios legítimos? No creemos que forme parte de una agenda coherente que anuncie un modelo estructurado distinto al fracasado adefesio de economía socialista. Eso solo sería posible con la participación consensuada de dos actores fundamentales: el capital privado nacional y las fuentes de financiamiento externo. Se requiere recuperar un organismo económico que en 2014 pesaba 100 kilogramos y hoy es un enclenque sin músculo de apenas 25 kilos. Encender de nuevo la maquinaria generadora de riqueza exige centenas de millardos de dólares para, entre otros pre requisitos, contar con fluido eléctrico, agua, transporte, comunicaciones físicas y digitales. Y bastante más para reedificar la infraestructura productiva de miles de empresas, básicas, estatales y privadas. Algo fuera del alcance de un régimen maula, desacreditado y asediado por demandas  internacionales de todo orden.

En esta economía de sobrevivencia, rasgo que caracteriza a la Venezuela de hoy, así como los ciudadanos se reinventan para subsistir de cualquier manera, el régimen también hace lo propio para perdurar en su poder abusivo. Por supuesto, nos alegra la devolución del Sambil, por sus dueños y por los vecinos de la Candelaria, pero asociarla a un supuesto nuevo modelo sería tan ingenuo como pensar que la dolarización de la economía fue planeada por los cerebros oficialistas. Éstos, para todo propósito, continuarán guiándose por aquel aforismo de telenovela: ”Como vaya viniendo vamos viendo”.

 

 

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba