Ramón Peña: El mundo en modo ultra
En esta era del conocimiento, el planeta sigue siendo fértil para el brote de extremismos ideológicos y religiosos, que nublan vías para la tolerancia, el entendimiento y la distensión. En cualquier latitud y a todo tenor vemos despuntar la desmesura y la profundización de diferencias.
En Israel, el nuevo gabinete del recurrente Benjamín Netanyahu, que agrupa a partidos ultra ortodoxos, se ha estrenado con la irrupción del ministro de seguridad nacional, Itamar Ben Gvir, en el recinto islámico de la explanada de los templos en Jerusalén, en abierta provocación que quebranta el estatus histórico acordado allí para las tres religiones monoteístas. Dicho gesto va a tono con la conocida actitud supremacista racial de este ministro, quien celebró su reciente éxito electoral acompañado por el coro de sus seguidores gritando “¡muerte a los árabes!”. Su amenaza de “ocupar” nuevas parcelas del conflictivo territorio de Cisjordania es, sin duda, propiciatoria de violentos enfrentamientos con Palestina.
En Irán, ya suman 500 las muertes de víctimas de la represión contra la protesta que rechaza el uso obligado del velo por las mujeres. La dictadura clerical ejerce su gobierno como un santo oficio implacable ante cualquier inobservancia de sus creencias medievales.
En Europa, los partidos ultraconservadores, de exacerbado nacionalismo, ya son poder en Polonia, Hungría e Italia, y en Suecia, Holanda y otros países crecen escudados en la anti inmigración. En Gran Bretaña, la xenofobia dio lugar a la ruptura (Brexit) con el resto de Europa. Hoy están arrepentidos. Otro blanco de las posturas radicales es el derecho de la mujer al aborto. Recientemente, en Europa se ha activado una ola regresiva de esa potestad, al parecer, emulando la decisión de la Corte Suprema de Justicia de EE.UU., que derogó la sentencia que le servía de base legal a esa conquista de la mujer que tanto había costado alcanzar.
Los ultras, flagelo del género humano, continúan inextinguibles…