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Ramón Peña / En pocas palabras: Capacidad destructiva

En la cotidianidad venezolana que discierne las causas del atraso, pobreza y degradación material y moral que padece el país, encuentra uno al menos dos argumentos explicativos. Para algunos, todo es producto de incompetencia, ignorancia e improvisación de gentes sin idea de cómo administrar una nación; para otros, es intencional –como en Cuba- empobrecer a una sociedad hasta hacerla depender exclusivamente del Estado, o mejor dicho, del partido-estado

Terciando en la discusión, admitiríamos que, ciertamente, constreñir al sector privado de la economía hasta su desaparición encaja en los propósitos de quienes tienen al castro comunismo como modelo. Pero lo sorprendente es cómo también han destruido la industria petrolera, fuente de riqueza controlada 100% por el Estado.  

En un proceso funesto de desinversión, descapitalización humana, pésimo mantenimiento, estúpida politización de la nómina y también por esa propensión a favorecer la lucrativa importación antes que la manufactura doméstica, la producción de crudo desde 1999 ha mermado 30%; hoy, para completar lo que se produce y se refina en el país, se importa crudo y componentes por un valor equivalente al 35% de la exportación total. En 1999 el rendimiento por trabajador petrolero era de 75 barriles, hoy es de apenas 14 barriles. En el Complejo Refinador de Paraguaná – anteriormente modelo mundial de tecnología- importantes plantas, entre otras, alquilación y reformadores de nafta, ya no funcionan; tampoco funciona la planta de bases lubricantes automotores, éstas se importan, prepagadas porque no hay crédito. En 2016, la que fuese una de las tres corporaciones petroleras más importantes del mundo –hoy una semblanza de ministerio tercermundista- reportó 10.9 millardos de dólares en pérdidas.

Seguramente el castrismo ha reprendido a su procónsul en Caracas, porque también han mermado los suministros de petróleo barato a Cuba. Pero tampoco tienen mucha autoridad moral: ellos de modo similar diezmaron su riqueza azucarera. Así de destructivas son las economías comunistas.

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