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Ramón Peña / En pocas palabras: El enemigo común

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Vista desde el exterior, la decadencia de Venezuela es para muchos un enigma. También es incomprensible cómo quienes la gobiernan puedan continuar en el poder si objetivamente no representan a nadie más que a ellos. No es un gobierno para los pobres, tampoco es de los ricos. Los pobres y la clase media -asolados por la violencia y la inseguridad- padecen rutinas miserables para la satisfacción de su existencia básica; los ricos comparten la escasez y otras miserias, sufren los mismos sustos de los humildes y no pueden disfrutar de sus recursos plenamente. Tampoco la gran mayoría de los militares y sus familias escapan de sufrir las calamidades cotidianas. Solo un puñado de militares y civiles puede vivir a plenitud. En Venezuela los privilegiados son demasiado pocos. El régimen es el enemigo común de toda la sociedad –incluidos quienes no lo adversan- porque la ha convertido en la sociedad con las peores condiciones de vida del continente. También es el enemigo del País como entidad, porque lo ha sumido en el atraso institucional, económico, científico y cultural. Lamentable si se le compara con sus pares: Colombia, Perú, Ecuador.  En el plano moral, el modelaje oficial liquida todo estimulo para ser mejor, tacha la gratificación por ser educado, laborioso o innovador; con cada nueva acción, quienes gobiernan exaltan la orfandad de valores.

 

Venezuela es la víctima de un asalto pirata que hizo del país un botín. Ya no es cuestión de lucha interna entre partidos, el match es entre los venezolanos y la barbarie invasora. No resta razón legítima para su continuidad en el poder. Quienes nos observan desde afuera aguardan un desenlace: si no hay salida pacifica, la tolerancia alcanzará un límite, también el miedo… 

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