Ramón Peña / En Pocas palabras: La historia sin fin

Durante la II Conferencia Mundo en Progreso, celebrada esta semana en Barcelona, el rey Felipe VI, en su intervención, advirtió “vivimos el fin del fin de la historia”, refiriéndose al conocido vaticinio de Francis Fukuyama, según el cual, el orden liberal y democrático reinaría en el planeta luego del fin de la tensa guerra fría con el que el Siglo XX bajó el telón.
Ciertamente, aquel pronóstico de un mundo occidental de entendimiento e idílica democracia liberal, se ha desdibujado y parece no haber sobrevivido a este primer cuarto del SXXI. Han desaparecido las ideologías de los siglos XIX y XX, y su espacio está siendo ocupado, cada vez más, por la polarización, el radicalismo y lo identitario en su expresión más retrógrada: el tribalismo.
Autoritarismos y autocracias se multiplican y disminuye el número de democracias en todas las latitudes. Emergen presuntos redentores que se nutren de las calamidades, reales o abultadas, para justificar su arremetida contra las instituciones democráticas.
El multilateralismo, como medio para el consenso, representado por la ONU, las organizaciones mundiales para el comercio, la salud, la educación, el cambio climático, ven cada vez más erosionada su relevancia ante retrógradas posturas nacionalistas de actores fundamentales del tablero geopolítico.
Las migraciones, atizadas por guerras y precariedades, que, durante el siglo pasado fuesen acogidas y valoradas como factor de crecimiento, son hoy objeto de discriminatorio y agresivo rechazo, notablemente en los países más avanzados.
La mentira en política ha cobrado inmunidad con el auxilio de las bulímicas redes sociales. Éstas, un importante medio democrático de comunicación y opinión, sirven también como mecanismo de manipulación colectiva.
Estos, entre otros, son algunos rasgos de la convivencia presente del homo sapiens, que nos hacen coincidir con el discreto monarca español en que ese idealizado “fin de la historia”, al menos temporalmente, ha sido aplazado.
