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Ramón Peña / En pocas palabras: Nvidia

Exclusive: Nvidia to make Arm-based PC chips in major new challenge to  Intel | Reuters

 

 

El título de esta crónica no es un error de tipeo, no le falta la letra E. De tenerla, el tema posiblemente sería de cotilleo. No, el nombre Nvidia identifica a la corporación privada más valiosa del planeta. Un ente tecnológico, cuya capitalización bursátil acaba de superar, entre otros, a los gigantes Microsoft y Apple. Su valor de mercado, 3,33 billones de dólares. Así como suena, deletreable en trece dígitos.

Esta corporación elabora y comercia microprocesadores, convertidos hoy en el producto estrella en los mercados bursátiles. Históricamente, tras la fiebre del oro, la del petróleo, ahora vivimos la de los chips avanzados, cuya demanda se ha tornado frenética, por ser piezas esenciales para el desarrollo de dispositivos de todo tipo relacionados con la Inteligencia Artificial (IA).

Con el boom de la IA generativa, bien ilustrada por el ChatGPT, la demanda de capacidad computacional aumenta, pero dadas las altas barreras de entrada a este mercado por su complejidad tecnológica, existen pocos fabricantes idóneos para proveerla.

Nvidia posee una cuota de mercado de microprocesadores de IA de 80%.  La presente burbuja de IA generativa de imágenes, textos y videos, ha originado largas listas de espera por sus codiciados componentes.

Dentro de su gama de chips, unas de las piezas más codiciadas son las Unidades de Procesamiento Gráfico (GPU). Esas de gran rapidez y velocidad de cálculo de enormes cantidades de data, que permiten vislumbrar la proliferación de la robótica, como próxima escalada del espacio High Tech.

Jensen Huang, presidente de esta corporación californiana habla de una nueva “Revolución Industrial”. Recordamos aquella primera de finales del SXVIII, la que introdujo la máquina de vapor y el telar mecánico, que fue un salto en la capacidad humana de fabricación de bienes, pero un tormento para los artesanos de entonces. Esta revolución de ahora también abre un horizonte inefable de promesas y alarmas. Corresponde a cada sociedad preguntarse cómo encarar este ineludible y muy cercano futuro.

 

 

 

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