Ramón Peña / En pocas palabras: Querido Wuilly
La música es el sonido del alma
Rházes Hernández López
No sabemos de ti bravo guerrero; dónde estás y qué te hacen. Pero -por el temple que has demostrado- te imaginamos lamiendo tus heridas y alistándote para continuar arrancándole himnos de gloria a tu combativo instrumento.
Wuilly, los seres acomplejados desprecian, y hasta odian, todo aquello que no entienden o que no sienten. Cuando gozan del privilegio de la fuerza, suelen no resistir la tentación de usarla como su único medio para compensar su minusvalía. Esa es una pulsión casi natural en los choques entre civilización y barbarie; entre quienes decretan y quienes piensan, entre quienes mandan y quienes convencen, entre quienes vociferan y quienes –como tú- tocan y cantan. Son los mismos seres mediocres que se desquiciaron al encontrarse con una voluntad como la tuya. Que los derrotaste con tu sola presencia. Que se ahogaron en desconcierto dentro de sus atuendos acorazados de robocops, al ver cómo tu figura menuda los desafiaba hablándoles con tu violín y tu arco. No entendían cómo tu música libre se proyectaba al infinito, en notas que subían más alto que los gases pestilentes de sus bombas. No pudieron contigo, por eso te encarcelaron, distante de tu pequeño instrumento desvertebrado por sus botas brutales.
Pero no estás solo Wuilly, todos, dentro y fuera de nuestras fronteras, te seguimos escuchando. Fuiste además un extraordinario embajador de la lucha y la dignidad de los venezolanos en tu breve pero impactante gira por varios países. Grandes figuras internacionales de la música están atentas a tu suerte. Dentro o fuera de la cárcel estamos contigo, y tú y tu violín continúan en las calles. Como un aliento inagotable para nosotros y como un fantasma que espanta a la cobardía uniformada.