“¡Alpargatas sí, libros no!”
Estribillo Peronista de 1945
Lugar Común, Entrelibros, Estudios (La Castellana), Suma, Lectura, Macondo, Templo Interno, Cruz del Sur, Alejandría, Librería del Ateneo, Ludens… son algunos nombres de librerías que han cerrado en la ciudad capital y se suman a centenas en todo el país que ya no existen, luego de estas dos largas décadas. También podemos agregar sellos editoriales desaparecidos, entre otros: Planeta, Ediciones B, Random House, que han emigrado a Colombia y otros países. Algunas de estas instituciones establecidas desde hace más de 60 años. Es triste la muerte de estos establecimientos. Como los libros no se botan, se rematan para que su lumbre no se pierda.
Es algo distinto al cierre de una casa de modas o una venta de autos, es una descapitalización importante de nuestro acervo intelectual, de medios de acceso a la lectura, a la ilustración, a la educación, a la investigación y al ocio creativo. En mejores momentos, algunas de estas librerías fungían de gratos espacios para tertulias y ricas pláticas sobre títulos y autores. Pero no resistieron los vientos envilecidos de inflación, escasez o inaccesibilidad al papel, controles de cambio y toda la carga de políticas hostiles al enriquecimiento cultural que ha caracterizado a la banda gobernante.
Afortunadamente, aún sobreviven y resisten a la adversidad importantes librerías, como El Buscón, Khalatos o ese formidable templo que es La Gran Pulpería del Libro, junto a editores como Ekaré, Editorial Dahbar, Toddman, Libros del Fuego o Monroy Editores.
Esta es otra arista del atraso cultural que abate al país, el mismo que se manifiesta en el desmantelamiento y abandono de museos, pillaje de obras de arte en instituciones estatales, despojo de centros universitarios y de investigación y hasta el envilecimiento ornamental de la capital. Es la impronta de un régimen cuya mentalidad cultural se circunscribe a la aridez de un cuartel.