Ramón Peña / En pocas palabras: Sobre alias Putler
Un hecho acaecido en agosto de 2000 es ilustrativo del sentir y actuar del sombrío ex KGB Vladimir Putin. El submarino nuclear ruso Kursk, con 118 tripulantes a bordo, luego de una explosión interna, quedó accidentado en el lecho del Mar de Barents. Con la esperanza de ser rescatados, los sobrevivientes enviaban angustiosos mensajes de auxilio. Las marinas de Suecia y Noruega, con los medios técnicos necesarios, ofrecieron reflotar la nave que se encontraba a solo 108 metros de profundidad.
La Armada rusa aceptó la oferta y solo faltaba la aprobación de Putin, quien en ese momento veraneaba en su dacha del mar Negro. No suspendió sus vacaciones, guardó silencio durante una semana. Posteriormente, su versión oficial fue que todos habían muerto en 90 segundos luego del accidente. También alegó el riesgo que suponía el acceso de otros a la tecnología submarina rusa e impuso censura a los medios prohibiendo comentar el caso. Meses más tarde la nave fue traída a la superficie, entre otras evidencias, se halló una nota escrita por el Jefe de Máquinas, teniente Dimitri Kolesnikov, que daba cuenta de los 23 sobrevivientes que junto con él esperaron inútilmente ser rescatados…
Sobre la comparación de su proceder con el de Adolfo Hitler, vale mencionar, al menos, que el cruento asalto a Ucrania no se desvía ni una coma de un principio primordial del Fūhrer expuesto en su libro Mein Kampf: “La naturaleza no ha reservado el suelo europeo para su posesión por ninguna nación en particular, por el contrario, este suelo existe para el pueblo que tenga la fuerza para apropiárselo”.
No obstante, hay matices que podrían diferenciarlos: Hitler era implacable con aquellos a quienes consideraba inferiores a su raza aria. Putin no distingue, es inclemente con sus propios “hermanos” eslavos de Ucrania. Tanto, como insensible fue ante la asfixia de sus compatriotas rusos sobrevivientes del submarino Kursk.