Ramón Peña / En pocas palabras: Sombra autoritaria sobre la Argentina
Esta semana ha regresado al poder el Peronismo, la setentona franquicia que constituye la identidad política mas persistente de los argentinos. Un movimiento, un partido, un sentimiento. Franquicia de uso plurivalente para derechas e izquierdas, ultras o moderadas. Fuente binaria de amor u odio. Para muchos, el símbolo de inclusión social, respeto y ascenso de la mayoría trabajadora, para otros, el descarrilamiento de la que fuese la economía más promisoria de Occidente.
Retorna a la Casa Rosada el último retoño peronista: el Kirchnerismo, liderado por la Vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner. Facción surgida al calor de la debacle económica de 2001, que gobernó durante 12 años: estatista, expropiadora, restrictiva al comercio exterior, conflictiva para los productores del campo, asistencialista, pródiga en misiones sociales, cultivadora de base política en el lumpen, hostigadora de la disidencia. La mancha más notoria en su expediente: un enorme tejido de delitos de cohecho que involucran a la hoy Vicepresidente.
El nuevo Presidente, Alberto Fernández, exhibe una trayectoria mesurada, fue crítico acervo en el pasado de las destemplanzas de la señora Kirchner. No obstante, preocupa que en su primera alocución haya insinuado una necesaria corrección del poder judicial, expresamente motivada por los procesos por corrupción a ex funcionarios y cómplices kirchneristas a quienes victimiza como “detenidos arbitrarios” y haya amonestado a los medios de comunicación al calificar el seguimiento periodístico de hechos de corrupción como “linchamiento mediático”.
Pero no sería novedad el autoritarismo peronista ante la discordia, el cual fuera sembrado por el propio Perón. Existen significativos ejemplos de larga data. En 1949, Jorge Luis Borges, entonces Director de una Biblioteca Municipal, por atreverse a criticar al General Perón, fue destituido y nombrado inspector de aves y conejos en mercados públicos; por motivos semejantes, Bernardo Houssay, premio Nobel de Medicina en 1948, fue obligado a renunciar a la cátedra de Fisiología en la Universidad de Buenos Aires…