Como ya es tradición en momentos en los que el civismo y la libertad de los venezolanos son víctimas de nuestros herederos tribales de la barbarie, la Universidad Central de Venezuela levanta su voz de protesta y requiere a los ciudadanos a unirse por la defensa de sus derechos. Tal es el propósito de la convocatoria de este martes seis de marzo, por la defensa de la Constitución Nacional, el derecho a elecciones libres y el cambio que rescate al país de la miseria y el atraso, cuyos causantes pretenden prorrogar indefinidamente.
Nuestra universidad es por naturaleza refractaria al tándem de incultura y gorilismo que nos rige. Indócil a la pretendida imposición de un pensamiento único, o del conjeturado hombre nuevo y otras estupideces, que solo han servido para distraer la atención, mientras la realpolitik se regocija en el uso corrupto de la riqueza de la nación y pretende crear una sociedad de menesterosos sumisos a las dádivas oficiales. Ha sido inútil el asedio del régimen contra la universidad por todos los medios, desde la asfixia presupuestaria hasta la arremetida de hordas que destruyen su patrimonio y golpean cobardemente a profesores y estudiantes.
Esta casa de estudios, nacida hace casi 300 años -el 22 de septiembre de 1721- como la Real y Pontificia Universidad de Caracas por Real Cédula de Felipe V y consagración del Papa Inocencio XIII, es luz que ha vencido y continuará venciendo las sombras de los enemigos de la cultura y la libertad. Enemigos como éstos de hoy, de ostentosa ignorancia escoltada por bota militar envilecida, que han pretendido acallar su voz, enérgica y siempre juvenil. Nunca entenderá la barbarie gobernante, que ésta, nuestra Alma Mater, continuará siendo para la nación entera, su casa del conocimiento y la esperanza.