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     Ramón Peña: La Argentina a partir del 10/12/2019  

 

“Si te ausentás de la Argentina por dos semanas, al regreso encontrás todo cambiado. Si te ausentás por veinte años, al regresar verás que no ha pasado nada”

Proverbio popular

 

La historia de la economía argentina de los últimos tres cuartos de siglo no es la de “una larga fila de riquezas y placer” como dice el tango Mano a Mano de Gardel y Lepera. Es más bien la historia de una sucesión de capítulos de crisis monetarias, endeudamiento público, ciclos de inflación e hiperinflación, devaluaciones, defaults, recuperaciones y recaidas… Más allá de ese sino económico, afortunadamente, el país se preserva como gran potencia productora de alimentos, con educación de calidad y gratuita, aceptable sistema de salud, y por supuesto, buenos vinos y una de las más bellas y diversas geografías del planeta.

Lo verdaderamente novedoso de la transición de poder que tendrá lugar el próximo diez de diciembre es que, por primera vez desde 1945, un Presidente de la Nación no peronista completaría su período de gobierno.

En esta Argentina en la que por 75 años ha existido una sola religión llamada Peronismo, que en términos más idílicos también se le conoce como “un sentimiento de los argentinos”, debemos preguntarnos, cuál de las facciones, o congregaciones, del Peronismo tiene más opción de prevalecer durante el gobierno que se inaugura el 10 de diciembre. Como bien sabemos, peronistas han sido: la dupla Perón/Evita, Los Montoneros, la AAA anticomunista, el liberalismo de Carlos Menem, o el Kirchnerismo, pariente cercano del Chavismo. Dilucidar lo que trae la nueva administración se complica, adicionalmente, si tomamos en consideración que el Presidente electo, Alberto Fernández, en tiempos pasados fue crítico acervo de la señora Cristina Kirchner, su Vicepresidente, y que ahora él es presidente gracias a ella y a su fuerza política que representa 30% del electorado argentino. Una situación que podría rememorar aquella de Rusia con Medvedev de presidente y Vladimir Putin como su primer ministro. Pero puede no ser un caso similar.

Alberto Fernández, militante peronista de siempre, fue Jefe de Gabinete durante los cuatro años de gobierno de Néstor Kirchner, cuyo gestión no fue negativa para los argentinos. Más tarde, Fernández le renunció el mismo cargo a la Presidente Cristina Kirchner por serias discrepancias con su política económica.

El nuevo Presidente recibe un país con una complicada crisis económica y social. La deuda externa alcanza a US$284 millardos, que representa 58% del PIB, la moneda nacional devaluada en más de 300% en los últimos cuatro años, una caída del PIB de 3% en 2019, el 35% de la población bajo la línea de pobreza, inflación de 50%, miles de Pymes cerradas, entre otros indicadores. La extensa clase media argentina muy golpeada en su bolsillo como resultado de un programa de ajustes macro económicos, que si bien fue necesario asumirlo por parte del presidente Mauricio Macri, este definitivamente no consideró su impacto negativo en las condiciones de vida de las mayorías, especialmente de la clase media. Por esa razón perdió las elecciones. En suma, una seria recesión bajo la lupa del primer acreedor, el Fondo Monetario Internacional.

Hasta el presente, Fernández no ha revelado cuales serán las líneas concretas de su plan económico. Pareciera difícil que prevalezca la cartilla del kirchnerismo, caracterizada por el populismo asistencialista de los planes (misiones), de tarifas irracionales de los servicios públicos, retenciones a las exportaciones agrícolas y ganaderas, alta tributación de ganancias y patrimonio, privatizaciones, entre otras ideas. Semejante fórmula no luce viable bajo las restrictivas condiciones actuales de la economía. Los líderes de esa fracción son: Cristina Kirchner, su hijo Máximo y su llamado grupo de “La Cámpora”, y el gobernador de la importante provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, economista marxistoide, quien fuera Ministro de Economía de Cristina Kirchner. Otro factor de poder a considerar en la nueva administración es Sergio Massa, próximo Presidente de la Cámara de Diputados, líder importante con posiciones más racionales y sensatas que los kirchneristas (Ha sido el único en reconocer públicamente que Maduro es dictador).

Hasta el presente Fernández ha manifestado su disposición a gobernar en alianza con dos sectores muy importantes de la política argentina: los gobernadores de las provincias, en su gran mayoría peronistas, y los grandes sindicatos. Por otra parte, ha manifestado intención de un gran acuerdo económico que incluya a trabajadores y empresarios. Este sería un enfoque más ortodoxo, afín al peronismo federal, más tradicional. Ojalá sea el que prevalezca.

Alberto Fernández no estará a salvo, por el estado de la economía, de tener que administrar ajustes impopulares. Intentará negociar con el FMI un perfil más flexible del servicio de la deuda externa (US$57 millardos con el Fondo) que no restrinja seriamente la disponibilidad de recursos necesarios para cuidar el ingreso real de los trabajadores. Para enfrentar este aspecto busca afanosamente comprensión de los líderes sindicales. Muy probablemente, en sus inicios tendrá que apelar a la emisión monetaria con la incidencia correspondiente en el índice inflacionario. Al parecer ya ha adelantado gestiones favorables con el BID para un crédito de US$6 millardos. Para conseguir un acuerdo favorable con el FMI será muy importante su relación con Donald Trump, lo cual implica a la vez una política exterior hacia el resto de América Latina que armonice con la del presidente estadounidense.

Es importante considerar que los resultados electorales, 48% vs. 40% sugieren una fuerza de oposición significativa. Peronismo y Cambiemos estarán bastante equilibrados en el Congreso de la Nación y mucho de lo que se quiera ejecutar en estos cuatro años deberá negociarse con la oposición. Mauricio Macri, con el resultado electoral obtenido se ha autoproclamado líder entusiasta de la oposición. No obstante, hay otros aspirantes…

Un tema importante es el de la justicia. No se han ocultado las intenciones del nuevo gobierno de influir de alguna manera en el Poder Judicial en cuanto a las numerosas causas por corrupción en curso contra funcionarios y “enchufados” del kirchnerismo. Notablemente, por supuesto, la situación de Cristina Kirchner quien tiene 13 causas y cinco solicitudes de detención frustradas por su fuero senatorial. Se especula que su aspiración concreta, con el apoyo del nuevo gobierno, sea limpiar su expediente, o que se le indulte, incluyendo también a su hija, Florencia (con cuenta bancaria de US$4.5 millones), residenciada en Cuba por tratamientos médicos…El kirchnerismo alega que todos los indiciados son “prisioneros políticos”. Sibilinamente lo sugiere también el propio Alberto Fernández. En este mismo ámbito, los periodistas y medios de comunicación perciben la sombra de amenazas por cuanto los consideran incitadores, por decirlo de esa manera, de los juicios penales a individuos del talante de Julio De Vido (clave en negociados con Hugo Chávez) o Cristóbal López, gran contratista de los Kirchner, todos con delitos de cohecho probados y lavado de dinero, sin manera de justificar sus escandalosas fortunas.

En política exterior Alberto Fernandez, ha mostrado interés en convertirse en referente principal del progresismo en Latinoamérica. En liderar el Grupo de Puebla, esa versión dietética del Foro de Sao Paulo, que no incluye a Venezuela ni a Cuba, pero de la que forman parte los impresentables para nuestro país: Zapatero, Correa y Samper. En cuanto a Venezuela, Fernández no se alinea con el Grupo de Lima, argumenta la no intervención y califica al régimen venezolano de autoritario, mas no dictatorial…

Hay quienes temen, entre ellos unos cuantos venezolanos, que la Argentina, por la presencia del kirchnerismo en el poder pudiera tomar el camino infame de la Venezuela castrochavista. Nada es imposible. No obstante, pienso que la tradición y estructura de su economía, el poder agropecuario e industrial privado, la condición no rentista del Estado, el peso de las instituciones, la separación de los poderes públicos, la moderada desigualdad social y la correlación interna de fuerzas políticas serían obstáculos importantes para la tentación de tomar una senda que condujera a una desgracia semejante a la nuestra. De paso, el síndrome Venezuela es en sí mismo un fantasma que aterroriza a todos…

 

Buenos Aires, noviembre de 2019

 

 

 

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