Ramón Peña / Poder grisáceo y desairado
Hasta hoy no recordamos haber conocido opinión favorable o reconocimiento alguno a estos ocho años de castromadurismo. Ni siquiera de sus compinches del Foro de Sao Paulo o el Grupo de Puebla. Tampoco de los cuatro o cinco Estados con los que negocia, los cuales, bien es sabido, lo hacen por intereses económicos o por razones geopolíticas de cada uno de ellos. La reputación de la banda gobernante nos lleva a preguntarnos si su desprestigio tendrá límites, pero también si su desvergüenza es infinita.
Gustavo Petro, fuerte candidato a la presidencia de Colombia, reconocido ex guerrillero izquierdista, califica a nuestro Golem gobernante como “una persona que está dentro de las dirigencias de la política de la muerte…que no ha sido capaz de desligar a Venezuela del petróleo”. Pedro Castillo, Presidente de Perú, representante de la extrema izquierda de su país, ha calificado al régimen venezolano como “un pésimo ejemplo a seguir.” A la pregunta de si reconocía a Maduro o a Guaidó como Presidente de Venezuela, respondió “Eso hay que preguntárselo a los venezolanos…”
El presidente Alberto Fernández, de la facción kirchnerista que fuese incondicional asociada de Chávez, en su maleable estilo se limita a opinar ”siempre he dicho que Venezuela tiene un régimen autoritario que se hace muy difícil defenderlo”.
Para Gabriel Boric, el nuevo presidente izquierdista de Chile, el régimen venezolano “es una experiencia fracasada”. Su Canciller designada, Antonia Urrejola, ex directora de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ha sido tenaz denunciante de los abusos del castromadurismo. Ante lo cual, el camorrista teniente que esgrime el mazo ha reaccionado rabioso: “¡en Chile todavía gobierna Pinochet!”. La frustración le hace invertir los términos: en el gabinete chileno solo hay civiles, destacándose 14 damas, una de ellas Ministro de la Defensa. En el castromadurismo los milicos ocupan las posiciones de los civiles. Otra razón importante de tanto desaire.