Ramón Pérez-Maura: Un Premio Nobel de la Paz mendaz
Una quincena de estados, incluyendo al secretario de Estado vaticano. Todos apoyando el «Sí» en el plebiscito. El Rey Juan Carlos entre ellos. Santos organizó aquello a seis días del voto como el gran acto de la campaña por el «Sí». Frente a esa liga de campeones, ganó el «No» que algunos apoyamos modestamente
Cuando el Gobierno de Juan Manuel Santos anunció en el verano de 2016 su acuerdo de paz con las FARC, algunos nos apresuramos a decir que era un acuerdo inaceptable. Una gran farsa a beneficio del propio presidente Santos. Esta semana hemos visto lo que queda de aquel acuerdo con la explosión de un coche bomba junto a la Escuela Militar de Aviación Marco Fidel Suárez en Cali, siete muertos y unos 70 heridos, y el derribo de un helicóptero de la Policía alcanzado por un dron cargado de explosivos: trece muertos. La excusa es la misma que en otros atentados anteriores: son «disidencias» de las FARC. Es decir, el supuesto acuerdo de paz se hizo con parte de las FARC, tomando roncito y fumando tabaquito en La Habana, como estadistas invitados por el régimen. Y a su lado, un insigne abogado español, Enrique Santiago, hoy secretario general del Partido Comunista de España y que ha llegado a ser secretario de Estado para la Agenda 2030 en el Gobierno de Sánchez. No debió ser muy exitosa su gestión –gracias a Dios– porque le quitaron a los 16 meses para dar el cargo a Lilith Verstrynge. Como humillación no está mal.
Aquel acuerdo de paz fue un desastre que García Margallo se empeñó en apoyar mandando al Rey Juan Carlos a participar en un acto electoral en apoyo del «Sí» en el plebiscito del 2 de octubre de 2016. Esa misma semana, el 26 de septiembre, ya se había firmado el acuerdo en Cartagena en un acto al que asistieron representantes de una quincena de estados, incluyendo al secretario de Estado vaticano. Todos apoyando el «Sí» en el plebiscito. El Rey Juan Carlos entre ellos. Santos organizó aquello a seis días del plebiscito como el gran acto de la campaña por el «Sí». Frente a esa liga de campeones, ganó el «No» que algunos apoyamos modestamente.
Como Noruega se había gastado ingentes cantidades de dinero en apoyo de ese acuerdo de paz, no iba a aceptar que los colombianos le enmendáramos su iniciativa y unos días más tarde concedió el Premio Nobel de la Paz a Juan Manuel Santos. A ver si aprendíamos. Eso sí, como expliqué en ABC («Lo que cuesta ganar un Nobel de la Paz», 09-10-2016) se daba la casualidad de que la presidente del Comité Nobel noruego, Kaci Kullmann Five, había sido miembro del consejo de administración de la compañía estatal de petróleos noruega Statoil. Y fue quien negoció en 2014 con la Administración Santos la concesión a Statoil de unas explotaciones petrolíferas en el colombiano bloque Tayrona. Una casualidad, claro.
Pues todo eso para llegar a donde estamos hoy. Las FARC vuelven a actuar con la misma impunidad que en sus días más terroríficos. Y al frente del país un oscuro personaje con todo tipo de adicciones e incontinencias, con origen también guerrillero, que sigue una fórmula similar a la de Pedro Sánchez intentando polarizar al país hasta extremos de confrontación civil.
Afortunadamente en Colombia, como en España, todavía parece haber una Justicia que frena los desmanes. En los últimos días hemos tenido dos ejemplos relevantes. Un tribunal de segunda instancia ha anulado el arresto domiciliario impuesto al expresidente Uribe y veremos cuál es su sentencia sobre la apelación a la condena de 12 años de cárcel. Y la semana pasada conocimos la orden de archivo dictada por la Fiscalía frente a la denuncia que presentó Gustavo Petro contra Andrés Pastrana por haber citado el expresidente a los medios y personas que hablaron del ingreso de dinero del narcotráfico a la campaña de Petro. Entre otros, lo dijo un hijo del propio Petro.
Ésta es la realidad de Colombia y Juan Manuel Santos, un Premio Nobel de la Paz absolutamente mendaz, sigue siendo jaleado por casi todo el mundo fuera de Colombia.