Democracia y Política

Raúl Castro, el monaguillo

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El gobernante cubano, Raúl Castro, ha acompañado en todas sus misas al papa Francisco durante su recorrido por la Isla. Desde la oficiada en la Plaza de la Revolución de La Habana hasta las palabras pronunciadas en la Catedral de Santiago de Cuba. Como quien busca la absolución por una larga lista de pecados, el General Presidente se trasladó de la capital al oriente del país tras la comitiva del pontífice.

Castro parece estar cumpliendo de esa manera la advertencia que hiciera en Roma en mayo pasado. Dijo entonces: «Si el papa continúa hablando así volveré a rezar y regresaré a la Iglesia, y no lo digo en broma». El retorno a la fe no sólo parece incluirlo a él, sino también a parte de su familia que lo ha acompañado, al resto del ejecutivo de la Isla y a los medios de prensa oficiales.

No obstante el repentino fervor místico, la televisión nacional evitó cuidadosamente mostrar imágenes del presidente cubano cuando los fieles rezaban, se daban «la paz» o repetían alguna oración durante las tres misas en las que estuvo presente. Las cámaras sólo lo enfocaban a la llegada o salida de los templos y plazas.

En especial apuro han estado algunos locutores televisivos que participaron en la revista especial, emitida durante estos tres días. Varios rostros conocidos por su acérrimo discurso ideológico esta vez han debido moderar su vocabulario y salpicar las frases con salmos, alusiones bíblicas y reverencias a las figuras religiosas.

Las piruetas para evitar palabras como «revolución», «comunista», o «compañeros», que han llevado a cabo estos presentadores y periodistas, también han sido dignas del circo político que representan. Sólo faltó que fueran al estudio con el crucifijo y la Biblia, pero no fue necesario.

Los excesos de incienso de estos días no han gustado a muchos. «Esto va de lo sublime a lo ridículo», me comentó un militante del Partido Comunista de 63 años, que vive en mi edificio. «Del ateísmo al servilismo religioso», agregó en alusión a la actitud de las autoridades cubanas y la transmisión de misas completas en los medios nacionales.

Ahora sólo nos falta escuchar el próximo discurso público de Raúl Castro para comprobar si también ha sustituido el belicoso ¡Patria o muerte! por el conciso ¡Amén!

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