Raúl Castro y el subsidio ruso
LA HABANA, Cuba.- Estoy casi segura de que Raúl Castro, antes de ceder el poder que heredó de su hermano hace diez años, explicará exhaustivamente al pueblo cubano en qué se emplearon los rublos que tan amorosamente enviara la URSS a la isla durante las tres primeras décadas de su dictadura.
Falta que hace.
Así sabremos por qué, de sopetón, por los mismos días que caía el comunismo en el Este europeo, dejaba de funcionar el país, como si se tratara de un escenario de cartón y yeso como los que armó Potemkin para Catalina la Grande
Sabremos al fin qué diablos hicieron estos dos hermanos con aquel subsidio soviético, compuesto por treinta mil millones de dólares, una cifra que podía representar el costo de la tercera parte de nuestra nación.
¿Sería capaz Raúl, antes de retirarse como jefe de Estado, de decir en qué se invirtió ese dinero, tener un gesto imprescindible para la historia, algo por lo cual se anotaría un tanto, ya en retirada?
No recuerdo qué economista se refirió al suero soviético que sirvió para mantener en pie, aunque a duras penas, a la economía cubana, colocando a la islita caribeña en la posición humillante de colonia.
Y repito: ¿Sería capaz Raúl de informar al desgraciado pueblo cubano cuál ha sido el costo de las guerras que exportaron y pagaron él y su hermano en decenas de países, aunque los cubanos desconozcan muchas de ellas, hechas por trasmano o de manera encubierta, a lo largo de aquellos treinta años, e incluso pedir perdón por haber malgastado unos rublos que no le pertenecían para sus aventuras al estilo de Alejandro Magno?
¿Sabe el pueblo ruso que los Castro dilapidaron sus recursos y que hasta contribuyeron de esa forma al desplome del comunismo soviético?
No sólo malgastaron todo un capital hecho a sangre y fuego. También fueron incapaces de emplearlo como era debido, para devolverlo cuando la URSS cayó de barriga estrepitosamente al suelo.
Cuba quedó, en aquel fatídico año 1991, con una deuda impagable al mundo entero, sin industria, sin producción agrícola, sin marina mercante, sin ganadería, sin azúcar, sin café, sin un centavo, ¡y sin vergüenza!
Aquella realidad es casi la misma de hoy. ¿No merece que Raúl explique ese reciente pasado?
El final es bochornoso: por intereses ocultos que imaginamos, Putin preferiría no cobrar la deuda que se le debe a su propio pueblo, fracasado además por esa y otras razones.
Nada de esto ha tomado en cuenta la prensa castrista de estos días, mientras celebra morbosamente el cadáver putrefacto del comunismo soviético. Incluso la colega octogenaria Juana Carrasco, en una breve nota periodística de Juventud Rebelde del pasado día 4, titulada “Un dinero malgastado”, en vez de referirse a este dilema histórico, se va por la tangente y basa su escrito en hacer ver cómo Estados Unidos ha malgastado su dinero en las guerras contra el terrorismo.
No quiere ni puede ocuparse de nuestro tejado de vidrio, roto en mil pedazos.