Recesión democrática en los países americanos ante la indiferencia europea
Dos besos de Sánchez a Delcy Rodríguez cuando el Latinobarómetro registra la peor situación desde las dictaduras militares
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La cumbre de la semana pasada entre la Unión Europea y la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) tuvo el lado positivo de algunos logros parciales –básicamente acuerdos de la UE con determinados países, por separado, en materia de transición energética–, pero también la vertiente negativa de dar patente de normalidad a la recesión democrática que sufren las naciones americanas.
La alfombra roja al dictador cubano y los besos de Pedro Sánchez a Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Maduro y sancionada por la propia UE a causa de la represión del régimen chavista, muestran que Europa renuncia a ser un faro del estado de derecho, las libertades civiles y los derechos humanos. Una cosa es que todos los estados de región, sin exclusión, deban participar en las cumbres, y otra es trivializar los delitos que algunos mandatarios cometen en sus países.
Sin una clara exigencia desde instancias internacionales, Latinoamérica se desliza hacia situaciones antidemocráticas. El Latinobarómetro 2023, publicado la pasada semana con el título «Recesión democrática», da la voz de alarma. No es que sea algo único de esa región –también en Estados Unidos o Europa prospera el discurso populista–, pero allí, sin instituciones civiles realmente sólidas, el desmoronamiento es mayor. El informe advierte del «declive y vulnerabilidad a la que han llegado los países de la región después de una década de deterioro, continuo y sistemático de la democracia».
Desinterés por la democracia
Así, en sus respuestas a la amplia encuesta realizada a comienzos de año, solo el 48% de los latinoamericanos defiende que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno (en 2010 era el 63%; a partir de ahí comenzó un descenso). Quienes afirman que les da igual el sistema político ha aumentado hasta el 28% (en 2010 era del 16%).
La afirmación «no me importa un gobierno no democrático si resuelve los problemas» ha llegado a un récord (el 54% en la media latinoamericana), y también lo ha hecho la disposición a apoyar un gobierno militar «si las cosas se ponen difíciles» (el 35% de los encuestados). Además, la apreciación de los partidos políticos está en su peor momento: solo el 44% opina que sin ellos no puede haber democracia.
Se trata de cifras alarmantes. El deterioro avanza incluso en lugares como Costa Rica, que es uno de los tres países, junto con Uruguay y Chile, que suele destacar por la estabilidad y calidad de sus instituciones públicas. La caída más significativa, no obstante, se da en México, donde solo el 35% de la población cree preferible la democracia, frente al 33% que le parece bien un sistema autoritario y un 28% al que le da igual. Llamativos son los malos datos de Guatemala y Honduras, que explican o pueden preanunciar crisis internas.
El país con mayor insatisfacción de los ciudadanos con la democracia que tienen es Perú (91%); mientras que los más satisfechos son los salvadoreños, que en dos años han pasado de estar en la cola a liderar el ránking debido a las políticas de seguridad del presidente Bukele, a pesar de que en ese país se está produciendo una rápida ruptura democrática.
Trasgresión de las reglas
Desde la generalización de los sistemas democráticos en América Latina en la década de 1990, 21 presidentes han sido condenados por corrupción, 20 no han pudieron concluir su mandato y media docena han forzado continuar en el poder rompiendo las reglas de la reelección. De los más de cien presidentes que ha habido en este periodo, en 160 elecciones presidenciales, un tercio han «transgredido las reglas de la democracia», según contabiliza el Latinobarómetro. «Todo esto deja a la región vulnerable, abierta a más populismo y regímenes no democráticos», constata.
El informe se muestra pesimista respecto al futuro, pues son los jóvenes los que menos aprecian la democracia. «La gran diferencia con la ola de recesión de la década de 1970», cuando las dictaduras militares se extendieron por la región, es que hoy «no hay militares, son primero civiles elegidos en comicios libres y competitivos, que luego se quedan en el poder cambiando las reglas y haciendo pseudo elecciones».
Aunque el informe concluye que «son las elites las que han fracasado», porque «han erosionado la fortaleza de las instituciones», más bien habría que precisar que en la mayoría de los países nunca han existido instituciones sólidas, pues las sociedades latinoamericanas siguen lastradas por el personalismo, el clientelismo y la aceptación del sentido patrimonialista del poder.