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¿Reelegirme yo?

En el informe del 1 de septiembre de 1950, el presidente Alemán pretendió atajar los rumores: “[…] se ha comenzado a hablar —contra mis deseos expresos— de mi reelección como presidente de la República, quiero afirmar una vez más, mi decisión inquebrantable tomada por propia voluntad, de no aceptar dicho intento”.1

Ilustración: Víctor Solís

Sin embargo, en enero de 1951 el presidente Alemán solicitó la opinión del consejero jurídico de la Presidencia, Francisco Martínez de la Vega, y de su secretario de Hacienda, Ramón Beteta, sobre la reelección. La respuesta fue que suponía muchos riesgos e incógnitas: ¿se extendería a los legisladores? Además, podía causar una pésima impresión por la carga simbólica del principio de no reelección. Era preferible la prórroga. El antecedente era Benito Juárez, “el gran indio”, quien en las condiciones de guerra en que se encontraba el país quedó “facultado omnímodamente para dictar cuantas providencias juzgue convenientes en las actuales circunstancias sin más restricciones que las de salvar la independencia e integridad del territorio nacional, la forma de gobierno establecida en la Constitución y los principios y leyes de reforma”.2 Además, si una elección normal ponía en juego la estabilidad, ¿cuál podría ser el efecto de una reelección que implicaba la destrucción de un principio clave del acuerdo al que habían llegado los revolucionarios en 1929? La no reelección era un pilar de la unidad de la élite en el poder.

En las columnas políticas y en los corrillos se atribuyó la intriga de la reelección —porque no era otra cosa— al secretario del presidente, Rogerio de la Selva, quien tenía a su cargo las relaciones con los periodistas, y era dado a trabajar con ellos en la confección de noticias y de supuestas organizaciones de oposición y de apoyo al gobierno.3 Además, era él quien dispensaba favores personales —y probablemente dictaba condenas— a nombre del presidente Alemán. Su archivo personal contiene centenares de cartas de recomendación, tarjetas de agradecimiento o de solicitud de trato excepcional, de pagos a la prensa y de compromisos de distinta naturaleza.

Los promotores de la causa reeleccionista también aludían a la situación internacional, a la guerra de Corea, que —dijeron— es seguramente el preludio de la tercera guerra mundial. En esas condiciones, afirmaban, sería una irresponsabilidad empujar al país a una situación que favorecía la división, realzaba los desacuerdos y fomentaba la confrontación. Las difíciles condiciones en que se encontraba el mundo, decían, aconsejaban que la nación entera se reuniera en torno a la figura del presidente de la República.4

En el Congreso se formó un Bloque Reeleccionista, en los estados aparecieron partidos alemanistas de diferente tipo, organizaciones como el Comité de Orientación Alemanista o la Unión Revolucionaria Yucateca.5 Se publicaron folletos, panfletos; por ejemplo, el Boletín de Ortodoxia Alemanista promovía la prórroga con el argumento de que el país necesitaba “continuar su [de Alemán] obra evolutiva”.6

Uno de los principales obstáculos con que se topó el prorroguismo fue el expresidente Cárdenas. En sus Apuntes el tema aparece por primera vez el 11 de noviembre de 1949,7 y se repite entre 1950 y 1951. Acudieron a él varios emisarios del presidente Alemán, en reconocimiento de su liderazgo político y moral, para pedirle su opinión al respecto. La negativa de Cárdenas de avalar lo que hubiera sido un verdadero asalto a la Constitución fue decisiva para que Alemán abandonara el proyecto porque implicaba la unidad del Ejército, la potencial movilización obrera y campesina que, por otro lado, Henríquez Guzmán había sacudido. Sin embargo, es probable que la principal consideración de Alemán para abandonar el proyecto haya sido la fractura que atravesaba a la élite política, y que la opinión pública adivinaba.

El cuasidebate en torno a la reelección revela que las tensiones políticas contenidas impusieron restricciones al poder presidencial, porque también incidieron sobre los equilibrios políticos internos, se exacerbó la fractura cardenista que, instalada en el seno de la élite política, era una amenaza para la estabilidad. Al menos así era percibida, y el hecho de que se le atribuyera tal poder —y al expresidente Cárdenas— se traducía en una insuperable limitación a la autonomía de decisión del presidente.

Pese a las reacciones negativas, el presidente Alemán insistió en defender la alternativa de la prórroga de manera más o menos explícita.8 En su informe del 1 de septiembre de 1951 se refirió al cambio de gobierno del año siguiente y en nombre del “más alto interés de la patria” alertó a partidos, dirigentes y al electorado a los riesgos del proceso. Lo más revelador de su advertencia es que los argumentos que utilizó fueron los mismos que presentaban los promotores de la reelección: había que asegurar la continuidad de la obra y estar preparados para defenderse de una gravísima situación internacional. Según Alemán para decidir su voto la ciudadanía debía tomar en cuenta “tres circunstancias fundamentales: el desarrollo que ha alcanzado la vida nacional y la capacidad de los programas para fomentar ese desarrollo; la necesidad de que el adelanto y progreso de México no sea interrumpido; y, finalmente, la certeza de que el nuevo régimen se enfrentará a una situación internacional de la mayor gravedad”.9

Sus esfuerzos fueron en vano.

* * *

Mucho se habla del poder desbordado de los presidentes del pasado, pero este episodio muestra que fuertes contrapesos como, por ejemplo, los expresidentes les imponían límites. Hoy tenemos un presidente que gobierna sin contrapesos: el jurista de ayer que es el señor Zaldívar de hoy se ha puesto al servicio del presidente, seis expresidentes están vivos pero desaparecidos, los empresarios desorientados, las oposiciones partidistas desmigajadas, y los ciudadanos caminamos ciegos, sin ver ni entender el presente. Los editorialistas son la única resistencia articulada a un poder cada vez más insolente en su trato de la ley y de la Constitución, por esa razón el presidente los detesta y busca desacreditarlos. La prensa irrita al presidente, porque mal que bien le recuerdan que si quiere ejercer un poder legítimo, tiene que respetar leyes y acuerdos. El presidente cree que su “libertad” está por encima de la ley, y así lo ha dicho; en eso consiste la cuarta transformación: en un presidente sin leyes ni estorbosas constituciones.

 

Soledad Loaeza
Profesora-investigadora emérita de El Colegio de México. Investigadora emérita del SNI. Obtuvo el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2010. Su más reciente libro es A la sombra de la superpotencia. Tres presidentes mexicanos en la Guerra Fría, 1945-1958, que pronto comenzará a circular.

 

La primera parte de este texto es un extracto de mi libro A la sombra de la superpotencia: tres presidentes mexicanos en la Guerra Fría, 1947-1958, de próxima aparición, publicado por El Colegio de México.


1 “El Lic. Miguel Alemán Valdés, al abrir el Congreso sus sesiones ordinarias, el 1º de septiembre de 1950”, XLVI Legislatura, ob. cit., p. 454.

2 Archivo Histórico de El Colegio de México, AHCM, Memorandum, 18 de enero de 1951, Correspondencia política, Caja 1, Expediente 401-C.

3 De la Selva también era un conducto privilegiado para acceder al presidente, así como para hacer favores, atender peticiones personales; era una poderosa “palanca”. Su archivo personal contiene una gran cantidad de copias de cartas de recomendación dirigidas a miembros del gabinete en las que solicita apoya financiero para determinados periódicos y revistas; también solicita concesiones, por ejemplo, para la distribución de agua potable en Querétaro o Campeche; lugar en una escuela secundaria para un muchacho que no había logrado inscribirse. Asimismo, él atendía las peticiones del arzobispo Martínez que intercedía por algún cristiano en apuros financieros o testamentarios. Lo sorprendente de estos documentos es el tono crecientemente imperativo del secretario particular, la cantidad y la eficacia con que los atiende. AMA, Correspondencia Rogerio de la Selva.

4 Estos argumentos fueron esgrimidos por el secretario Beteta y por el secretario de Recursos Hidráulicos, Adolfo Oribe Alba, en sendas visitas al expresidente Cárdenas.

5 En junio de 1951, la Unión Revolucionaria Yucateca dio a conocer un “Manifiesto a la Nación”: “La responsabilidad histórica que le corresponde en el período que le ha tocado actuar, no es para entregar el poder en momentos tan inciertos en que el enemigo emboscado, bien pudiera obedecer o actuar por consigna de alguna potencia extranjera y que éste bien pudiera ser el candidato que resulte electo. Mexicanos: paguemos nuestra contribución a la tercera guerra mundial, en caso de que dolorosamente llegue, no con sangre ni con promesas políticas, o a costa de la invasión a nuestro territorio, sino con abundante producción […] Demostremos al mundo que somos una unidad insoluble y que mandamos bajo una sola voz […] y que pedimos fervorosamente que sea un hecho real la PRóRROGA DEL MANDATO PRESIDENCIAL”. Archivo Histórico de El Colegio de México, “Manifiesto a la Nación de la Unión Revolucionaria Yucateca, 14 de agosto de 1951”, Fondo Ramón Beteta, Caja 54, exp. 401-C, foja 54.

6 Ibid.

7 Ese día escribe: “Las enseñanzas de la historia nos obligan a mantener las tradiciones antirreeleccionistas, tanto más que la vitalidad de nuestro pueblo impone una renovación de sus hombres sobre cualquier caudillaje, tan perjudicial para la efectividad democrática y el progreso de la nación”. Lázaro Cárdenas, ob. cit., t. II, pp. 378-9. Discutió el tema con Ávila Camacho y, según Cárdenas, le aseguró que “Alemán rechazará las insinuaciones para que se reelija”. Ibid., p. 401.

8 La reelección no era el único plan que consideraba Miguel Alemán para el fin de su mandato. En marzo de 1952 el embajador de México en San Salvador, Víctor Alfonso Maldonado, reportó al secretario particular del presidente Alemán, De la Selva, que su propuesta por dar fin a la guerra de Corea había ameritado que el nombre del jefe del Ejecutivo mexicano fuera incluido en la lista de candidatos al Premio Nobel. Se formó un Comité pro-Miguel Alemán con ese fin. AMA, Correspondencia de Rogerio de la Selva.

9 “El Lic. Miguel Alemán Valdés, al abrir el Congreso sus sesiones ordinarias, el 1º de septiembre de 1951”, en XLVI Legislatura, ob. cit., t. IV, p. 482.

 

 

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