DictaduraEconomía

Régimen cubano: cambio o autodestrucción

Con el país en bancarrota, solo la represión mantiene a la cleptocracia en el poder.

Dpepdpe.
Dpepdpe. ALEN LAUZÁN

 

 

En los últimos meses la imagen del régimen cubano se ha deteriorado. El impacto de factores adversos, tanto internos como externos, han acelerado un proceso de autodestrucción del sistema que comenzó el 25 de noviembre de 2016, con la muerte de Fidel Castro. A pesar de su mutación en cleptocracia mafiosael régimen se acerca al umbral de su caída definitiva: como reza el refrán, «las revoluciones mueren con sus líderes».

Los medios de prensa oficiales tratan de controlar la narrativa. Ocultan los hechos e imponen una visión distorsionada de la realidad. El arribo de más de 107.000 cubanos a EEUU desde la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca —78.752 en los últimos seis meses— los desmiente. Esa emigración masiva ha costado como mínimo 1.000 millones de dólares a los migrantes y sus familias. La mayoría ha tenido que vender sus casas y pertenencias para reunir el dinero, dejando todo atrás en busca de un futuro, sin que importen los riesgos de perder la vida en su trayecto hacia la libertad.

La percepción del cubano de que es imposible tener un proyecto de vida en el país es un hecho. Todo el mundo quiere irse. Niños, jóvenes, adultos y ancianos están en riesgo. Todos sufren las carencias y los límites del sistema. Fundar una familia es casi un imposible para los jóvenes. Y para los no tan jóvenes, sobrevivir es una agonía, una lucha diaria llevada al límite. Encontrar comida que llevar a la mesa resulta una odisea, los salarios apenas alcanzan para una semana siendo ahorrativos, y la inflación devora cualquier capital en un par de almuerzos.

El último salvavidas del régimen es la política de terror

Mientras esta realidad se profundiza, el régimen acude al terror. El aplastamiento de las manifestaciones espontáneas del pasado 11 de julio en más de 50 ciudades del país a golpe de brutales palizas, torturas, actos de repudio, detenciones forzosas, encarcelamientos, juicios sumarios, largas condenas de cárcel, exilio forzoso, leyes mordazas y multas impagables mostró al mundo lo que verdaderamente es el régimen cubano: un sistema de terror que no tolera la libertad de expresión ni respeta los derechos ciudadanos.

Paralelamente, el Gobierno miente descaradamente. Según su narrativa, los manifestantes eran delincuentes que cometieron actos vandálicos, la policía no actuó con violencia y los juicios se han celebrado con todas las garantías procesales.

El hecho es que esta realidad ha derivado en una emigración que en cualquier momento supera en números al éxodo del Mariel en 1980.

País en bancarrota total

Cuba se encuentra en bancarrota total,los nueve sectores que más ingresos aportan a la economía tuvieron pérdidas acumuladas en los últimos cuatro años valoradas en más de 29.000 millones de dólares. El país no tiene recursos para pagar su deuda externa, por lo que nadie le dará una nueva línea de crédito.

Si la economía nacional apenas ingresó 5.184,1 millones de dólares en 2021, ¿cómo es posible que haya invertido más de 4.000 millones en la construcción de nuevos hoteles? ¿De dónde salieron los recursos para realizar esa voluminosa inversión sin líneas de créditos y una deuda externa galopante? Obviamente, de esto se desprende que la cleptocracia obtiene ingresos de fuentes ilícitas, que pueden ir del tráfico de drogas al de personas. En la relación con Venezuela, Nicaragua y Bolivia radica el eje del cual se nutren esas fuentes ilícitas.

Si ponemos en perspectiva la economía cubana en el período 2013-2021, todo indica que el país va cuesta debajo de forma galopante, lo cual explica protestas pacíficas y masivas de julio de 2021 en más de 55 ciudades del país, pidiendo libertad y un cambio de gobierno.

Mas allá del impacto de la pandemia en la economía, el verdadero mal radica en la obsolescencia del propio régimen y su incapacidad de reformarse. El período 2013-2021 mostró que de nada valió el deshielo con EEUU, la condonación de la deuda del Club de Paris ni la de sus aliados políticos. Dicho período permitió comprender que la diversidad de la economía es ficticia e inefectiva, que esta es víctima del atraso tecnológico y de la estatización ineficiente. El régimen ha demostrado ser un parásito que solo subsiste por los subsidios de agentes externos, por el sistema de esclavitud que impone a sus ciudadanos y por la política de terror que aplica.

Para colmo de males, a la crisis actual se suman el regreso de los apagones y la escasez de gasolina. Y es que al régimen de Maduro se le hace cada vez más difícil mantener el suministro de petróleo. Venezuela ha recortado drásticamente los envíos de combustible a Cuba, de casi 44.000 barriles por día en 2020 a 21.000 bpd en 2021 y 22.000 bpd en el primer trimestre de este año. Sin embargo, aunque los datos sobre importaciones demuestran lo contrario, la narrativa del régimen niega la escasez de combustible.

En el caso de los apagones, decenas de cubanos han reportado interrupciones del servicio eléctrico en los últimos días. Se trata de una situación extensiva a la mayoría de las provincias de la Isla, debido a la disminución del petróleo venezolano y a las roturas y obsolescencia de las plantas generadoras que funcionan en la Isla. Hay que recordar que los apagones fueron uno de los detonantes del estallido social de julio de 2021.

El impacto de la guerra

Al mismo tiempo, la imagen de régimen genocida se ha acrecentado con el apoyo dado a Rusia en su invasión a Ucrania. Basta con leer la prensa cubana y seguir los noticieros de televisión para comprobar que el Partido Comunista (PCC) esconde la verdad de lo que sucede.

Los medios oficiales no hablan de matanzas de civiles ni de ciudades convertidas en escombros y cenizas por los bombardeos indiscriminados de las tropas rusas. Periódicos de todo el mundo han reportado esta barbarie con videos, fotos, reportajes y hasta el testimonio de víctimas. La narrativa del régimen va dirigida a culpar a EEUU de ser el causante de la conflagración.

La matanza de Bucha ha sido reconocida por todo el mundo como un crimen de guerra. Sin embargo, el régimen se ha plegado al Kremlin y, adoptando su narrativa, ha dicho que Bucha «es un montaje». Desde el mismo inicio de la invasión, La Habana se alineó con Moscú para justificar la invasión. Con el titular «En vivo: Occidente se alinea contra Rusia, que avanza en desmilitarización de Ucrania«, Granma daba cobertura al segundo día de la invasión a Ucrania. En su artículo, afirmaba: «El conflicto mantiene vivas las llamas que Occidente hizo arder, sin embargo, Rusia busca una salida que garantice su seguridad nacional y frene el cerco que hace años la OTAN empuja hacia sus fronteras, a fin de imponer su hegemonía».

Esta narrativa de apoyo a Rusia traerá la merma inmediata del turismo europeo a la Isla. Ningún turista dele viejo continente gastará un centavo en visitar un régimen que apoya la matanza de civiles en Ucrania.

Por otra parte, el impacto de la guerra ha repercutido en la subida del precio del petróleo en los mercados internacionales, donde los precios pasan los 100 dólares el barril. ¿Con que dinero va a pagar el régimen el petróleo que necesita, si ni siquiera tiene recursos para comprar medicinas y alimentos?

Las fortalezas ideológicas se derrumban

Mientras esto sucede, el PCC y la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) se desinflan sin remedio. La apatía y el rechazo de los jóvenes a ingresar en las filas del PCC y la UJC son evidentes y masivas. Incluso el rechazo de los militantes de la UJC a ingresar en el PCC evidencia una de las grietas más profundas del régimen en estos momentos. El desgaste político e ideológico lo hace cada vez más vulnerable.

Es fácil comprender que los jóvenes perciben al PCC no como un partido político, sino como un aparato paramilitar represivo, administrativo, y de burda propaganda política-ideológica, cuya misión es mantener un férreo control de la sociedad, meter miedo, adoctrinar y asfixiar las libertades individuales.

Los jóvenes son conscientes de que si ingresan en el PCC se convertirán en antenas repetidoras, en autómatas obligados a cumplir a rajatabla las órdenes de arriba por muy absurdas y descabelladas que sean. Saben que tendrán muchísimo menos libertad que la muy escasa que tienen ahora. Es muy fácil para los jóvenes cubanos darse cuenta de cómo el Gobierno manipula los hechos y trata de adoctrinar a los ciudadanos. La mayoría de ellos están conectados virtualmente con el mundo real a través de Internet. Pueden buscar información y retroalimentarse. El acceso a la información que les permite Internet les sirve de escudo para no dejarse engañar por los reclutadores del PCC y la UJC.

Los jóvenes cubanos de hoy no sienten arraigo ni compromiso que los ate emocionalmente con las generaciones que han detentado el poder por más de seis décadas y que son responsables del hambre, la escasez, la infelicidad, la miseria, la falta de oportunidades y de libertad que tienen los cubanos. En todo caso, entienden esa realidad y tratan de huir de ella.

Es decir, conocen perfectamente que la cleptocracia que se ha apoderado de las riquezas del país es una pandilla de corruptos vividores y abusadores, una mafia criminal sin escrúpulos, que vive y se enriquecen a costa de la explotación del pueblo. Saben que otra vida es posible sin la necesidad de estar amarrado a una ideología que los secuestra y los somete a una esclavitud ideológica.

Y así, el discurso oficial ya «no vende», no mueve multitudes. Recientemente, en la Isla de La Juventud, la primera secretaria del PCC, Zunilda García Garcés, expresó que de los 67 jóvenes que integran las filas de la UJC solo cinco se mostraron dispuestos a ingresar en el Partido.

Por otra parte, cuando la mayoría de los trabajadores cubanos que militantes del partido llegan a la edad de retiro, lo primero que hacen es renunciar al PCC. Los pocos que no lo hacen tratan de mantener una vida militante poco activa, por no decir que contemplativa. Y mientras tanto, el PCC trata de evitar las deserciones no solo de su militancia, sino hasta de su aparato represor, con la inclusión de los jueces y del resto del personal de las fiscalías en la lista de profesionales con restricciones para salir del país, después que varios magistrados se hayan fugado recientemente de manera repentina, en medio de los juicios a los manifestantes de 2021, presuntamente para evitar ser parte de las injusticias y arbitrariedades que se cometen contra los acusados.

También los militares permanecen en la lista restrictiva para salir del país.

Intelectuales y militares comienzan a desmarcarse

Pero las grietas del sistema también se están haciendo visibles por la acción contestataria de figuras que tradicionalmente han apoyado al régimen y que han comenzado a tomar distancia a raíz de la represión desmedida. En este contexto, llama la atención cómo incluso Silvio Rodríguez, en sus declaraciones más recientes, ha mostrado inconformidad y disgusto con lo que pasa en el país, ya sea por las altas condenas impuestas a ciudadanos, por la situación caótica de la economía, por la torpeza del Gobierno frente a la crisis y hasta por el despido de intelectuales de las instrucciones culturales y académicas.

A Rodríguez le ha resultado preocupante que en vez de «abrirse», la dirigencia siga dando señales de cerrazón. Considera «un muy grave contrasentido que las organizaciones políticas se empeñen en ser tan obsoletas, tan poco afines con el espíritu rebelde, iconoclasta que caracteriza a las juventudes de todas las épocas». Y ha sumado el comentario de que “debieran existir espacios donde cualquiera exprese lo que piensa» y que la política respecto a la prensa en Cuba «debe mejorar muchísimo». En este sentido ha recalcado: «Hay muchas libertades que merecemos (en trabajo y comercio) y creo que no revierten los logros de la Revolución, aunque sí afectarían el control burocrático y ciertos poderíos impunes que padecemos».

Por su parte, el sector militar, el soporte más importante de la dictadura, también comienza a evidenciar cierto agrietamiento.

El reciente nombramiento del general de cuerpo de ejército y primer viceministro de las fuerzas armadas Ramón Espinosa, de 83 años, como miembro del Buró Político del Partido Comunista y de su Comité Central, es una señal de alarma. Dicho nombramiento, que viola reglas del PCC adoptadas en el último Congreso —referentes a la limitación de que funcionarios de 60 años o más ocupen asientos en el Comité Central, y a que mayores de 70 se conviertan en miembros del Politburó—, muestra la falta de confianza de los oligarcas en los generales más jóvenes, que tienen a su cargo el control de las tropas.

Hay que recordar que muchos de los generales tienen aún el recuerdo de la puesta en escena ejecutada por los hermanos Castro, que llevó a la muerte al general Arnaldo Ochoa y al coronel del Ministerio del Interior Tony de la Guardia, acusados de narcotráfico en 1989, en una operación meticulosamente calculada para borrar la participación de Fidel y Raúl en el tráfico de drogas. El fusilamiento de estos dos militares conllevó además a una reestructuración del Ministerio del Interior y el de las Fuerzas Armadas, en la que pasaron a retiro decenas de oficiales de diverso rango que operaban en los frentes de inteligencia, contrainteligencia y en otras instancias del ejército, generando un gran malestar en las estructuras armadas y su aparato de inteligencia.

Treinta años después, esos hechos todavía viven en el recuerdo de los oficiales sobrevivientes, y flotan sobre los oficiales ascendidos con posterioridad.

En el círculo de los oligarcas cubanos hay pocos generales implicados y comprometidos, por lo que el nivel de vida de estos se halla muy por debajo del de los oficiales que sí forman parte de los negocios. Esta división de clases dentro del ejército es un iceberg invisible para el pueblo. Pero en cualquier momento podría ser un factor de cambio, sobre todo ante la muerte del dictador Raúl Castro, dada lo poca simpatía que tienen dentro de las Fuerzas Armadas sus descendientes, hoy en el poder.

Conclusiones

La situación del país, en bancarrota total, es extremadamente difícil, y los apoyos del Gobierno muy escasos. El poder se sostiene por el control de las fuerzas represivas. La política de terror trazada por el régimen es su única garantía para permanecer en el poder. La población está cansada de los abusos y limitaciones, de la escasez de alimentos y medicamentos, de las restricciones políticas y la falta de libertades.

Por otra parte, no existe nadie que vaya al rescate de la dictadura. Venezuela está quebrada y ya no puede sostener su nivel de apoyo. Rusia no va a proporcionar un rescate financiero. China tampoco. De hecho, el gigante asiático se ha abstenido de invertir en la Isla por muchos años, a pesar de la apertura de la ZEDM y de la implementación de la nueva Ley de inversiones. Por el contrario, el gigante asiático ha preferido invertir miles de millones en infraestructura en el resto de América Latina, donde los mercados son más confiables y el retorno del capital invertido más seguro.

Viendo esta realidad, al régimen le quedan solo dos opciones: o cambia o se autodestruye.

Ahora mismo, el cambio no parece ser una opción en el radar de la cleptocracia, que ha apostado por el terror. Sin embargo, esta apuesta no solo está socavando la paciencia ciudadana, sino también la lealtad de una buena parte de la militancia partidista, que en silencio y en los gremios de artistas e intelectuales, científicos, personal de salud, educación y demás, incluidos una parte de los militares, no está de acuerdo ni comparte la forma de cómo se ha manejado la crisis.

A juzgar por el comportamiento del régimen y las medidas torpes y destructivas tomadas en los últimos dos años, todo indica que va camino a la autodestrucción.

Incluso es previsible un quiebre de las Fuerzas Armadas, dada la mala reputación de los herederos de Raúl Castro —entre ellos el general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja— ante generales en activo y en retiro que sí tienen peso desde el punto de vista moral y de control de tropas. Un quiebre interno en las Fuerzas Armadas toma cada día más fuerza si tenemos en cuenta que en cualquier momento puede ocurrir la muerte de Raúl Castro. Tras esta, basta que un grupo de generales rompa filas y se ponga del lado del pueblo para que ocurra lo que todos ansían: la caída definitiva de la dictadura y la materialización del cambio que la sociedad cubana pide a gritos.

 

 

 

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