Reinaldo Escobar: ¿500 años de qué?
Poco después del mediodía del 15 de noviembre, justo en las vísperas del 500 aniversario de la fundación de La Habana, un joven, que se identificó (verbalmente) como un agente de la Contrainteligencia, me comunicó que tenía órdenes de no permitirme salir de mi casa.
Le expliqué que incurría en un delito llamado coacción, tipificado en el Código Penal en el artículo 286 y que estipula que «el que por otros medios, impida a otro hacer lo que la ley no prohíbe o a ejercer sus derechos, es sancionado con privación de libertad de tres meses a un año o multa de cien o trescientas cuotas».
Pero fue inútil.
Los detalles anecdóticos del atropello los dejo para otro momento, lo que no quiero pasar por alto es lo contraproducente que resulta que las máximas autoridades del país celebren de manera oficial el 500 aniversario de un momento de la colonización de Cuba por España y sigan negándose a conmemorar, como es debido, la fecha el 20 de mayo que dio por terminada la dominación española sobre la Isla.
Le permitieron al rey de España que pusiera flores a sus muertos en Santiago de Cuba, pero no le permiten a este descendiente de mambises que salga de su casa
Le permitieron al rey de España que pusiera flores a sus muertos en Santiago de Cuba, caídos tras el ataque del almirante norteamericano Sampson (aliado de los independentistas cubanos) durante el crucial hundimiento de la flota del almirante Cervera, el 3 de julio de 1898. Pero no le permiten a este descendiente de mambises que salga de su casa, no vaya a ser que pretenda echarles a perder la fiesta a los nostálgicos de la colonia.
Mi abuelo paterno, el mambí Alcibíades Escobar, cuyo machete atesora mi familia como una reliquia, no me hubiera perdonado que celebrara este logro de los españoles y tampoco entendería por qué no puedo sacar una bandera en mi balcón el Día de la Independencia.
Hoy, al filo de la medianoche, probablemente Miguel Díaz-Canel le dará la vuelta a la simbólica ceiba que marca el sitio de la fundación de la ciudad. A su lado estará el señor Eusebio Leal, quien un día me confesó que él era monárquico y que su rey era Fidel Castro. Tengo testigos. «España no debe perder Cuba por segunda vez», advirtió hace un año a los medios peninsulares.
Siento pena por este joven que puede ser mi nieto, a quien le dieron la orden de no permitirme salir de casa en este día. Fue amable y por eso le expliqué que no debía preocuparse demasiado por estar violando el mencionado artículo 286 del Código Penal, porque él y los otros que le acompañaban en el operativo podrían cubrirse con el argumento de «la obediencia debida». ¡Ah! Pero no le gustó que le dijera que era obediente. Quedan esperanzas.