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Reinaldo Escobar: Una mirada joven al periodismo cubano

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La prensa oficial sabe que puede criticar a un funcionario, pero no a una política del gobierno

Estos días se celebra el II encuentro de jóvenes periodistas en la sede del Instituto Internacional de Periodismo José Martí. El evento, organizado por la Unión de Periodistas de Cuba (Upec), asume como objetivo central debatir sobre «el periodismo y la participación ciudadana, y la comunicación en el contexto de actualización del modelo socioeconómico cubano».

Según las notas informativas publicadas en la prensa oficial, además de repasar las 24 propuestas del encuentro anterior, celebrado en diciembre de 2015, se reiteró «la urgencia de un cambio en las rutinas productivas y de transformar su modelo de gestión».

Probablemente los jóvenes participantes de esta experiencia salgan de ella con la creencia de que el periodismo nacional está a punto de dar un vuelco y que ellos tendrán un rol protagónico en esas transformaciones. Esa sería la más saludable equivocación de su trayectoria profesional.

La inmensa mayoría de los que tienen a su cargo decidir lo que puede publicarse y lo que tiene que ser silenciado conocen perfectamente lo difusos que suelen ser los límites por donde discurre su responsabilidad

Imbuidos de este provechoso error, regresarán a sus redacciones convencidos de que el sagrado versículo de «cambiar todo lo que debe ser cambiado» será aplicado a los medios de difusión para que finalmente la prensa cumpla su función social de mantener informada a la población de lo que realmente acontece en el país.

La inmensa mayoría de los que tienen a su cargo decidir lo que puede publicarse y lo que tiene que ser silenciado conocen perfectamente lo difusos que suelen ser los límites por donde discurre su responsabilidad. Saben, por ejemplo, que pueden fustigar la negligencia del administrador de un centro de acopio donde se pudrieron unos plátanos sobre un camión, pero que nunca podrán criticar los efectos nocivos del exceso de centralismo en la administración pública.

A la hora de elegir, estos cuadros de dirección preferirán censurar antes que desclasificar porque, que se sepa, a ningún director de un periódico o estación de radio lo han destituido nunca por acallar una crítica o guardar en la gaveta una denuncia.

Cuando estos impetuosos muchachos regresen a sus medios con una nueva carga de adrenalina, sus colegas con más experiencia se ocuparán de explicarles que ya desde el III Congreso de la Upec, realizado hace más de cuarenta años, parecía que todo iba a cambiar si se cumplía el lema que encabezaba el evento: «Por un periodismo crítico, militante y creador».

Desde entonces, ha sido mucho lo que se ha hablado desde las tribunas acerca del secretismo y la inapelable necesidad de hacer rigurosos análisis sobre los problemas que aquejan a la población.

Un breve inventario de recientes ausencias informativas podría justificar cierto pesimismo sobre el futuro del periodismo oficial cubano. El más notorio de los ejemplos es que nadie ha informado sobre la causa de muerte del expresidente Fidel Castro, a pesar de que su fallecimiento fue la noticia que más espacio ocupó en los medios desde finales del año pasado.

Ningún periodista ha intentado explicar en los medios oficiales por qué Marino Murillo, en la última sesión del Parlamento, no presentó su tradicional rendición de cuentas sobre la implementación de los lineamientos del Partido, ni cuál ha sido el destino de aquella nueva ley electoral que Raúl Castro anunció en febrero de 2015.

El silencio se cierne sobre temas tan importantes como la fecha en la que terminará la dualidad monetaria, la ratificación de los pactos de derechos humanos o la profundidad del dragado en la Bahía de Mariel

El silencio se cierne sobre temas tan importantes como la fecha en la que terminará la dualidad monetaria, la ratificación de los pactos de derechos humanos o la profundidad del dragado en la Bahía de Mariel, por mencionar solo asuntos de actualidad.

Si retrocedemos una década, salta a la vista la ausencia de explicaciones sobre cómo terminó una superentidad denominada Batalla de Ideas al frente de la cual se puso al señor Otto Rivero, de quien nunca se ha dicho más nada. Tampoco se informó oficialmente de la destitución de Carlos Venciaga, miembro del Consejo de Estado, ni tampoco sobre qué fue de aquella tropa de trabajadores sociales que se volvieron omnipresentes.

El vicepresidente Miguel Díaz-Canel compartió con los periodistas la tarde del lunes y enfatizó «la necesidad de perfeccionar» el trabajo de los medios informativos. De paso, llamó la atención sobre las formas de enfrentar «las plataformas de subversión política ideológica» de la que son blanco los jóvenes. Curiosamente entre esas plataformas aparecen todos los medios del periodismo independiente cubano, que encuentra entre sus principales nichos de información todo aquello de lo que no habla la prensa oficial.

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