Ismael Pérez Vigil
Politólogo
La minoría blanca de Sudáfrica, desde la época colonial, impuso sus leyes y poder a la mayoría negra o de otras razas y a partir de 1948 lo convirtió en un sistema legal, jurídico, avalado o sentenciado electoralmente, en elecciones en donde −obviamente− solo participaba esa minoría. Esta modalidad de segregación, aunque repudiada por algunas potencias −Estados Unidos y Gran Bretaña− y organismos internacionales muy diversos −como la ONU, la FIFA, el COI, etc. − se sostuvo en parte gracias a la “Guerra Fría” y a los conflictos o guerras locales en África −Namibia, Angola, Zambia−, también escenario de conflicto en el marco de la mencionada “Guerra Fría”.
El Apartheid.
El “apartheid” es una modalidad de segregación racial que se podría aplicar a todo tipo de discriminación que separe o excluya a una determinada raza o grupo humano, pero usualmente se aplica al tipo de segregación en Sudáfrica, como ya dije, en casi toda su historia, pero más específicamente entre 1948 y 1994. Este sistema, segregaba completamente a quienes no fueran de raza blanca, que solo representaban un 20% de la población del país. A la población negra, casi el 70%, se le impedía ocupar posiciones de gobierno; realizar actividades de negocios o profesionales en áreas destinadas a blancos; los segregaban del transporte público, de playas, autobuses y lugares de recreación; se les prohibía comprar propiedades e inmuebles; tenían acceso a edificios públicos, pero solo por lugares diferentes a los blancos; tenían escuelas, hospitales y zonas para vivir diferentes y con pésimas condiciones de salubridad y de servicios básicos; por supuesto se les negaba el derecho a votar y demás derechos políticos; incluso se les negaba la nacionalidad y ciudadanía, asignando a la población negra a unos territorios denominados “bantustánes”, que tuvieron cierta autonomía administrativa, mas no independencia, y de esa manera el gobierno segregacionista de Sudáfrica justificaba “legalmente” la discriminación racial y la segregación, alegando que los habitantes de dichos “bantustánes”, verdaderos guetos, no eran ciudadanos sudafricanos y además porque esa segregación contra la población distinta a la blanca, era “legal”, pues estaba sustentada en “leyes” aprobadas y promulgadas con esa finalidad, a partir de 1948.
La Resistencia al Apartheid.
Internacionalmente, el régimen Sudafricano de “apartheid” fue rechazado y condenado, obviamente por muchos países africanos −antiguas colonias independizadas−, por el Reino Unido, los Estados Unidos, la ONU y por la gran mayoría de los países democráticos y civilizados del mundo; al menos formalmente, pues en la práctica Estados Unidos, el Reino Unido e Israel −Sudáfrica fue uno de los primeros países en reconocer a Israel en 1948− apoyaban con armamento y dinero al gobierno sudafricano; incluso algunos países africanos sostenían acuerdos y actividad comercial y aceptaban apoyo financiero de Sudáfrica; eso sí, sin dejar sus críticas al “apartheid”. Desde un principio el gobierno sudafricano fue una pieza de la llamada “guerra fría” y un elemento en la “contención al comunismo” en algunos países africanos −Mozambique, Angola, Namibia y otros−, que eran apoyados por la Unión Soviética, Cuba y hasta China. El ejército sudafricano, el mejor armado y poderoso de la zona, se convirtió así en un “buen aliado” en la contención comunista de los países occidentales, que lo financiaban con armas y dinero y volteaban la mirada hacia otro lado con el tema del “apartheid”.
Internamente, la resistencia al “apartheid” se llevó a cabo con múltiples grupos y organizaciones, varios de los cuales, en 1955, firmaron la denominada “Carta de la Libertad”, en cuyo párrafo introductorio definían sus objetivos:
“Nosotros, el Pueblo de Sudáfrica, declaramos para que todo nuestro país y el mundo sepan: Que Sudáfrica pertenece a todos los que habitamos en ella, negros y blancos, y que ningún gobierno puede reclamar autoridad con justicia, a menos que esté basado en la voluntad de todo el pueblo…”
Dicha carta, solicitaba igualmente medidas concretas −como democracia, derechos políticos, nacionalización de empresas y sectores, mejores salarios, etc. −, muchas de las cuales fueron incluidas en los planes de gobierno después de 1994, con el fin del “apartheid”.
Estos grupos internos actuaron con diferentes modalidades y métodos, desde la desobediencia civil y no-violencia, pasando por sabotajes, atentados, huelgas, marchas y movilizaciones, hasta la actividad armada. Actividades, todas, que eran fuertemente reprimidas, con saldo de arrestos y muertos, mayormente entre la población negra. Entre todos esos movimientos opuestos al “apartheid”, destacaré dos organizaciones: uno es el denominado Partido del Congreso Africano (ACP, siglas en inglés), que se constituyó en 1961 como un desprendimiento radical del Congreso Nacional Africano (CNA); éste último, es sin duda el más importante, cuya formación se remonta a principios del Siglo XX, pero que su forma actual la adquirió a partir de los años 40 del mismo siglo y que desde 1994, gobierna al país, ganando todas las elecciones desde ese año. A pesar de largos periodos de clandestinidad, prohibiciones y persecución, su actividad, mayormente ha sido no violenta; sin embargo, en 1961 crearon un brazo militar de la organización, el Umkhonto we Sizwe (MK), o “Lanza de la nación”, que pretendió enfrentar militarmente al gobierno surafricano. El CNA es el partido del líder indiscutible de la lucha contra la segregación, Nelson Mandela.
Arrestos, persecución y cárcel de Mandela.
Sin duda alguna, Nelson Mandela, cuyo nombre bien conocemos, por lo que omitiré muchos detalles de su interesante y aleccionadora vida y solo resaltaré algunos aspectos que lo convirtieron en uno de los factores claves de la resistencia sudafricana, en la que se involucró activamente desde 1952, bajo la modalidad de desobediencia civil y no-violencia con las que al final logró su objetivo y fue el primer presidente de raza negra en Sudáfrica, una vez que se eliminó el “apartheid” y se realizaron elecciones en las que por primera vez votó la población negra en ese país.
Como ya he señalado, buena parte de la resistencia de Mandela se organizó en torno al CNA – partido de cuyo comité ejecutivo formó parte activa, que presidió desde 1991− y que organizó la resistencia bajo diversas modalidades, como desobediencia civil y pública, hasta actos de sabotaje y algunos enfrentamientos armados; el propio Mandela contribuyó a organizar el mencionado MK y lo mantuvo hasta el final, como factor de presión. A pesar de que, en algún momento, a mediados de los años 50 del Siglo XX, llegó a considerar que solo mediante la lucha armada se podría eliminar la segregación racial en Sudáfrica, al final se decantó por la desobediencia civil y la no-violencia de inspiración “gandhiana”. Mandela desde el inicio de su actividad sufrió persecución y arrestos, que lo llevaron a la clandestinidad, a enfrentar varios juicios de los que logró librarse, hasta que fue finalmente a la cárcel en 1963 y a mediados de 1964, se le dictó una condena a cadena perpetua, por “alta traición”.
Famoso fue ese juicio, denominado el Proceso de Livonia, que concluyó en su condena a cadena perpetua el 12 de junio de 1964 y del cual se destaca su famoso discurso: “Estoy preparado para morir”, alegato y pieza oratoria de tres horas −pronunciado el 20 de abril de 1964−, considerado uno de sus mejores discursos, del cual circulan diferentes versiones de acuerdo a la traducción, pero en todas se destaca la siguiente frase, que traduzco libremente y que dio nombre al discurso:
“He dedicado mi vida a la lucha del pueblo Africano. He luchado contra la dominación de blancos y negros. He querido el ideal de la democracia y una sociedad libre en la cual todas las personas vivan juntas y en armonía, con igualdad de oportunidades. Este es un ideal que espero alcanzar y en el que espero vivir. Pero, de ser necesario, es un ideal por el cual estoy preparado para morir.” (https://bit.ly/4f3nKwY)
Ese juicio causó gran impacto en la comunidad internacional, algunos de cuyos organismos pidieron la libertad de todos los acusados y afianzó la imagen y renombre internacional de Mandela.
Cárcel y Negociación.
Mandela permaneció preso durante 27 años; los primeros 18 en muy precarias condiciones en la prisión de la isla de Robben, en una pequeña celda, trabajando como picapedrero y mal tratado por sus carceleros; pero, se le permitió estudiar, una visita y una correspondencia semestralmente; aun en esas precarias condiciones, continuó su lucha política con los demás presos políticos e incluso recibió visitas de personalidades sudafricanas, como el arzobispo anglicano Desmond Tutu, de parlamentarios británicos y miembros del partido laborista, incluso de algunos miembros del gobierno sudafricano. Estando encarcelado recibió diferentes reconocimientos internacionales y su primer doctorado honoris causa, de Lesoto, pequeño país del sur de África, rodeado por Sudáfrica.
En 1982 fue trasladado a una mejor prisión, la de Pollsmor, cerca de la Ciudad del Cabo, en donde pudo tener mayor actividad intelectual, continuar estudiando y mayor acceso a correspondencia; ya su fama mundial estaba asentada. En 1985 se le ofreció libertad bajo condiciones −por el Presidente William P. Botha− que Mandela rechazó, mientras se incrementaba la violencia y sabotajes en Sudáfrica. En 1989, tras padecer problemas de salud, fue trasladado a otra prisión −la de Victor Verster, próxima a la ciudad de Paarl− en donde disfrutó de mayores comodidades, se le permitió mayor acceso a visitas y en la cual pudo continuar su proceso de negociación, tanto con antiguos aliados como con funcionarios del gobierno sudafricano del Presidente William P. Botha, para finalizar el “apartheid”.
No entraré en detalles con respecto a estas negociaciones, lo que quiero destacar es que Mandela, aun encarcelado, nunca dejó de creer en el camino de la negociación para resolver el problema de Sudáfrica y desde 1987 sostuvo una docena de encuentros con altos representantes del gobierno para encontrar una solución al complicado problema sudafricano
El clima internacional y fin del “apartheid”.
Así como señalé más arriba que la situación internacional de la “guerra fría” y la “contención” del comunismo propiciaron el mantenimiento y fortalecimiento del régimen segregacionista, el fin de la “guerra fría”, la apertura política en la Unión Soviética (URSS), la caída del muro de Berlín y el fin de la Europa Socialista, propiciaron la caída del régimen de “apartheid”. La URSS, a partir del gobierno de Mijail Gorbachov, en 1985, comenzó a concentrarse en sus temas internos y dejó de apoyar a algunos países africanos y al régimen cubano −implicado abiertamente en la guerra de Angola−, e incluso comenzó a negociar abiertamente con los Estados Unidos el fin de la llamada “Guerra de la Frontera de Sudáfrica” −conflicto bélico entre Sudáfrica y Angola en Namibia− e igual política de reducir el apoyo económico y de armamento siguió el gobierno Norteamericano, con lo cual el sudafricano y su régimen de “apartheid” comenzaron a perder oxígeno.
Desde 1985, pero especialmente desde 1989, con Frederik De Klerk, quien reemplazó a W.P. Botha, se comenzaron a dar señales definitivas de que la situación del “apartheid” llegaba claramente a su fin. Primero Botha, con algunos acercamientos a Mandela y luego De Klerk que liberó a los presos políticos y legalizó al proscrito CNA y propuso la liberación de Mandela, con quien se reunió aun estando éste en prisión, antes de liberarlo incondicionalmente, el 2 de febrero de 1990. Cumplió así Mandela 27 años en la cárcel, sin que su ánimo decayera y sin dejar de luchar por el fin de la segregación en su país.
Sin embargo, cuatro años más pasarían, de intensas negociaciones y violencia, en las que Mandela, ya en libertad y designado como Presidente del CNA, lograba unificar a su partido, convencerlos del cese de la lucha armada en la que algunos se habían empeñado y con alzas y bajas de popularidad, amenazas de muerte, continuo sus encuentros con lideres políticos, empresarios y líderes mundiales, para finalmente llegar a 1994, que se realizó el primer proceso electoral en el que votó la población negra y en el cual Mandela resultó electo Presidente de Sudáfrica; cargo que ocupó durante 5 años, en el cual se enfocó en lograr la reconciliación, entre blancos y negros −y del país en general−, uno de sus objetivos fundamentales durante gran parte de su vida. Concluido su periodo presidencial en 1999 se negó a ser reelecto, cediendo el paso y apoyando a Thabo Mbeki, también del CNA, quien resultó electo.
El Pragmatismo de Mandela.
Aparte de su autobiografía −El largo camino hacia la libertad− sobre Nelson Mandela se ha escrito mucho y realizado varias películas, siempre destacando su heroicidad, tenacidad, el apego a valores y principios que lo llevaron a soportar 27 años de cárcel; una larga vida llena de anécdotas y episodios memorables, imposibles de resumir y detallar; pero, poco se ha hablado de una de las características más importante de un buen político: su pragmatismo, su sentido de la realidad, que yo resumo con unos pocos ejemplos:
1) Educado en la religión cristiana metodista, no tuvo ningún reparo en acercarse al marxismo −aunque en su biografía negó ser marxista− ni en acercarse al Partido Comunista Sudafricano, SAPC, por sus siglas en inglés, del cual se dice que llegó a ser miembro, aunque al respecto aún hay grandes controversias; no obstante, el SAPC ha formado parte de la alianza política sudafricana que gobierna el país desde 1994.
2) Admirador y amigo de Fidel Castro, también lo fue de Bill Clinton, de Juan Pablo II y del arzobispo anglicano Desmond Tutu; de igual manera fue seguidor de las ideas políticas de Jawaharla Nehru y desde luego de las de Mahatma Gandhi.
3) Seguidor de las ideas de Mahatma Gandhi en cuanto a la no-violencia, no dudó en afirmar en 1955 que la alternativa para luchar contra el “apartheid” era la resistencia armada y ayudó a fundar el MK y organizar actividades de sabotaje −que consideraba que eran las que tenían menos costo en vidas humanas−; pero, pronto llegó al convencimiento, dado su pragmatismo, que el MK no representaba ninguna amenaza y la lucha armada no tenía ninguna posibilidad contra el ejército sudafricano, el más poderoso de África; no obstante, mantuvo hasta el final la idea de un brazo armado en el CNA, como medida de presión, como señalé más arriba.
4) Además de ser cónsono con sus principios, la reconciliación entre las razas blanca y negra en Sudáfrica, tenía también un sentido de realidad y pragmatismo, viendo a los países africanos vecinos −que se habían independizado del colonialismo y expulsado a los blancos− convertidos en países pobres y poco desarrollados, afirmaba que en Sudáfrica quería que permanecieran los blancos, en armonía, con sus conocimientos, sus empresas, sus inversiones y sus fuentes de empleo.
Conclusión.
Con este capítulo cierro esta serie dedicada a la “Resistencia Política”, que concluiré la próxima semana resumiendo lo más importante y las lecciones aprendidas de: la Resistencia Francesa a la invasión nazi, la lucha por la independencia de Argelia, la lucha del pueblo Checo tras la invasión de su país, la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos y la lucha contra el “apartheid” en Sudáfrica.