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Un rey sin trono ni súbditos que sólo puede endurecerse para sobrevivir

La Asamblea Nacional Constituyente ya tiene elegido quién será su soberano sin trono: Nicolás Maduro. En eso ha consistido el proceso iniciado por sorpresa el 1° de mayo y seguido en Venezuela a la espera de una nueva fase de turbulencias que se inicia hoy mismo.

«Un monarca sin trono, sin dinero y sin súbditos», resume Elías Pino Iturrieta, una de las mentes más brillantes de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela.

Los poderes absolutos que la revolución ha diseñado para el nuevo cónclave bolivariano serán trasladados sin rechistar al «hijo de Chávez» esta misma semana. Sus 545 delegados tienen 72 horas para jurar sus cargos.

Pero desde mucho antes es el primer mandatario quien viene dando las coordenadas de lo que serán sus primeras decisiones: destitución de la fiscal y encarcelamiento de líderes opositores como Freddy Guevara, vicepresidente de la Asamblea, y Carlos Ocariz, alcalde de Sucre y organizador de la consulta popular del 16 de junio pasado.

El primer interrogante es hasta qué punto la posición de Maduro se ve fortalecida tras una jornada marcada por la sangre, por las denuncias de fraude y por el repudio internacional.

«Definitivamente Maduro queda más debilitado, secuestrado por la bota militar. Debilitado domésticamente por el fracaso de la Constituyente e internacionalmente por la ilegitimidad de ésta», sostiene José López Padrino, científico y uno de los históricos luchadores de la izquierda venezolana.

Adelantándose al cierre de las urnas, los gobiernos de Colombia, México, Panamá, Perú y la Argentina desconocieron sus resultados. El Parlamento Europeo se sumó a la causa.

«Queda mucho más debilitado pero con más necesidad de sobrevivir, las cancillerías del continente también le dan la espalda. Lo más probable es que tengan que afinar aún más sus bayonetas desde mañana», confirma Pino Iturrieta.

Historiadores y politólogos han hurgado en otras épocas y países para buscar paralelismos del invento constituyente del chavismo. Para algunos, la nueva Asamblea pretende convertirse en un soviet supremo. Otros, que conocen la hermandad revolucionaria llamada Cubazuela, la comparan con la asamblea cubana, sobre todo por cómo se ha elegido. Para Felipe González, en cambio, lo que viene es muy similar a la democracia orgánica del dictador Francisco Franco.

Pero en el concurso de parecidos posibles, es el Comité de Salud Pública de la Revolución Francesa quien gana. Incluso a la hora de evocar su origen: combatir a los contrarrevolucionarios y a los países imperiales, tantas veces agitado por la propaganda de Caracas para justificar sus excesos. Las medidas represivas no sólo fueron dirigidas contra los opositores de la época, sino también contra los revolucionarios críticos. Inventaron la guillotina, primero cayó Danton y más tarde lo hizo el propio Robespierre.

«Estamos en el prólogo posible de una catástrofe mayor», se lamenta el historiador. No lo cree así Maduro, que movió las principales piezas de su entorno para copar la nueva Asamblea frente a los radicales de Diosdado Cabello. Al frente del grupo 100% madurista se ha situado

Cilia Flores, la primera combatiente revolucionaria y primera candidata a presidir el organismo. Junto a ella la ex canciller Delcy Rodríguez, el ex vicepresidente Aristóbulo Istúriz, el procubano Elías Jaua, Adán Chávez en representación de la familia del «comandante supremo» y un batallón de ex ministros y dirigentes.

«Maduro es un monarca sin corona que después de lo ocurrido hoy [por ayer] corre el riesgo de ser decapitado por Diosdado Cabello, pese a que los cálculos que manejamos otorgan la mayoría a los maduristas», pronostica López Padrino, convencido de que el nuevo «constituyentista» juega a su favor con la presión de los militares y de los talibanes del proceso.

La «victoria» de ayer atornilla en el poder a un Maduro que de no ser por los abusos de la revolución ya habría sido revocado en referéndum. «Un rey desnudo», atisba Piero Trepiccione, politólogo cercano a los influyentes jesuitas, que está convencido de que ayer mismo comenzó la transición en Venezuela, para la que incluso intuye un plazo de tres meses para arrancar a mayor velocidad. «La Asamblea Nacional Constituyente comenzará muy fragmentada y sin ninguna legitimidad», añade.

Entre datos políticos y citas históricas emergen las imágenes de una rebelión popular no vista en Venezuela desde la Guerra Federal de 1880. «Una nueva generación ha tomado la batuta, nuevos partidos y los ciudadanos, una nueva revolución dentro de la tradición republicana venezolana«, sostiene Pino Iturrieta, dispuesto a dejar por escrito el epílogo de esta historia: «La prehistoria [Maduro] no puede entender a la modernidad».

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