Ricardo Bada: Cantautores
El calendario de efemérides me señala que el miércoles 9 se cumplieron 25 años de la muerte de Yves Montand y, aunque YM no lo fuese, aprovecho la ocasión para hablar de los cantautores, un tema que ha vuelto a aupar en el candelero la concesión del Nobel de Literatura a Bob Dylan.
Yves Montand, y su extraordinaria versión de «Les Feuilles Mortes» (Las hojas muertas).
Recuerdo no todas, pero sí muchas entrevistas que he hecho, con pelos y señales, y en cambio no recuerdo ni pelos ni señales de las poquísimas que me han hecho. Exceptuando una en la que me preguntaron por mis poetas predilectos y enumeré a Bécquer, Juan Ramón, Machado, César Vallejo, León de Greiff, Gonzalo Rojas… hasta que mi interlocutor me interrumpió para preguntarme: “¿Y extranjeros?”. A lo cual le respondí: “En primer lugar, un belga flamenco que se expresa en francés, Jacques Brel, y además, desde luego, Pessoa y Carlos Drummond de Andrade. Y de los antiguos, Heine”. El colega quiso saber si hablaba en serio y le contesté que Brel era el mejor poeta en lengua francesa del siglo XX. Ahí tal vez me excedí, pero poco.
Jacques Brel – «Ne me quitte pas»
Esto quiere decir que, en función de unos parámetros vinculados de un modo entrañable con mi manera de entender la poesía, estaba predispuesto de manera favorable a la noticia de que Bob Dylan recibiera el Nobel de Literatura de este año. Baste añadir que hace más de quince, desde mi puesto como redactor en la Radio Deutsche Welle, ya lo había reclamado en algún momento para él.
No sé inglés y accedí a la obra de Bob Dylan por unas traducciones españolas que no me parecieron malas, y que me hacían vibrar porque Dylan decía cosas que también uno quisiera haber dicho, aunque nunca lo hubiera hecho con esas palabras. Luego accedí a un Dylan distinto, en las versiones en la lengua de Colonia, el kölsch, gracias a un grande entre los cantautores alemanes, y ahí pude saborear mejor esa poesía gracias a la tarea de Wolfgang Niedecken.
Así es que el 13 de octubre, cuando se anunció la decisión de la Academia Sueca (que seguí en vivo), di un grito de alegría, igual que el año pasado, cuando también por primera vez le concedió el Nobel a una periodista. Y sí, la Academia de Estocolmo ha metido muchas veces la pata y en su debe incluye partidas muy negativas que casi rondan el ninguneo, pero, cuando acierta, hace saltar la banca.
Les guste o no a los vargasllosas, la obra lírica de un cantautor es poesía, tan legítimamente como la de quien en principio no la compuso para ser cantada. En principio, digo. Porque es gracias a unos cantantes que Machado tiene hoy un público al que nunca hubiera llegado desde el libro.