Ricardo Bada – Cartas desde Alemania: El 45 Presidente de Estados Unidos
Lo menos que podía haberse imaginado Felipe V, el primer Borbón que reinó en España, fue que en septiembre de 1724, sólo ocho meses después de abdicar a favor de su hijo Luis I en enero del mismo año, tendría que volver a subir al trono. Existe, pues, en la historia de la llamada Madre Patria, alguien que detentó el poder durante la friolera de cuarenta y seis años, descontando ese efímero reinado de Luis I.
A Felipe V hubiese debido dedicarle una biografía de varios volúmenes el doctor Freud en persona. Francés de nacimiento, la más francesa de las enciclopedias, la Larousse, refiere que cuando murió su primera mujer, “hubo que buscar nueva esposa para Felipe, cuyo horror al pecado le impedía toda relación carnal fuera del matrimonio”.
Pero volvamos a la cronología monárquica española. Si alguien nos dijese que Felipe VI es el duodécimo Borbón que reina en el país, las cuentas no nos salen. Repasemos la breve lista: Felipe V, Luis I, Fernando VI, Carlos III, Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Alfonso XII, Alfonso XIII y Juan Carlos I: en total diez, de los que, como digo, uno de ellos reinó dos veces. Si alguien nos dijese que justamente por ese doble reinado de Felipe V es que Felipe VI debe contar como el duodécimo Borbón, nos reiríamos a carcajadas en su propia cara y hasta puede que le recomendásemos un buen siquiatra.
En cambio nadie les recomienda un siquiatra, ni se ríe de los historiadores y los periodistas (perdón, queridos colegas) que nos endosan un presidente supernumerario de Estados Unidos, y nada menos que desde el siglo pasado.
Si repasan la sucesión de inquilinos de la Casa Blanca verán que el demócrata Cleveland residió en ella dos veces, 1885-89 y 1893-97, con el intermedio del republicano Benjamin Harrison, 1889-93. Es el único caso de la historia de Estados Unidos en que un presidente haya regresado al D.C. como tal después de un interregno. Y a Cleveland lo recuerdo además con mucha simpatía como enemigo que fue del creciente imperialismo que vio venir: en 1895 propugnó una solución pacífica a la crisis de Cuba.
Resumiendo: a los efectos estadísticos es admisible que se pueda decir, y así lo reflejan muchas enciclopedias, que Cleveland fue el 22° y 24° presidente de Estados Unidos, pero ello no significa, ni muchísimo menos, que ese país haya tenido, incluyendo al actual, cuarenta y seis presidentes. Presidencias (=institución) sí ha habido, contando con la actual, cuarenta y seis; presidentes (=personas) sólo cuarenta y cinco. Que no se nos ocurra confundir las churras con las merinas, ni la gimnasia con la magnesia, y recordemos las nobles enseñanzas aritméticas del maestro Pitágoras. El siguiente presidente de EU no hará que la nómina suba a cuarenta y siete sino que se quedarán en cuarenta y cinco, tanto si es reelegido Biden como si, por desgracia para su país y el resto del mundo, lo fuera el innombrable.
Esta reflexión puede que le parezca superflua a muchos lectores. No lo es. El manejo correcto de las cifras es de una importancia vital en un mundo cada vez más globalizado. A mí me horroriza, por ejemplo, ver la irresponsabilidad con que muchos economistas del Viejo Continente hablan de billones cuando citan estadísticas de Estados Unidos, olvidando que el billón USA no sólo vale mil millones (o sea: sólo incluye nueve ceros) mientras que el billón europeo es un millón de millones (o sea, que se adorna con un collar de perlas de doce ceros). Y a propósito de ceros, en este caso a la izquierda…, pero no, no politicemos más esta Carta.
Aunque aquí viene bien un chiste. En su día, the fake president fue blanco de sarcásticos trinos de los tuiteros alemanes desde el vamos y a lo largo de toda su presidencia. Recuerdo en especial uno de la tuitera La Reina de Espadas cuyo mote es @Bajonettathene: “Siempre ese deseo de despertar en la Edad Media y de que el Emperador envíe a Donaldus Trumpus a una cruzada. A Jerusalén. Sin ticket de regreso.”