Ricardo Bada: El fumador, una minoría discriminada
El fumador se cuenta en el número de una creciente minoría a la que no protege ninguno de los celebrados Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Basta ver los paquetes de cigarrillos adornados en sus dos frentes principales con unas pegatinas o calcomanías que adoptan la forma de las esquelas fúnebres que publican los diarios. Y en cada una de esas “esquelas” figuran unas palabras de consuelo que en el mejor de los casos dicen lo siguiente:
Fumar le acarrea graves daños a usted y a quienes le rodean
Fumar puede dañar su esperma y reducir su fertilidad
Protege a los niños: No dejes que inhalen el humo de los cigarrillos
Fumar causa el cáncer mortal de pulmón
El humo del tabaco contiene bencina, nitrosas, formaldehídos y cianhídricos
Fumar puede conducir a una muerte lenta y dolorosa
Fumar es mortal
Y así sucesivamente. A mí lo que me resulta repulsivo del tema es la doble moral que refleja.
Porque en este contexto de prevención de daños contra la salud, a los únicos ciudadanos a los que se estigmatiza es a los fumadores. No, por ejemplo, a los conductores de automóviles.
Y eso a pesar de que está sobradamente demostrado que los gases de escape de los carros no sólo acarrean males inmensos a la ciudadanía sino al mismísimo planeta en el que vivimos, unos males que no son equiparables con los que produciría el humo de los cigarrillos ni siquiera en el improbable caso de que todos, todos los habitantes del susodicho planeta (incluidos hasta los niños lactantes), nos pusiéramos a fumar a razón de cinco paquetes diarios per cápita. Ojo: No estoy predicando que se elimine la circulación automotriz. Lo único que pido es un trato de igualdad, y en ello se ve que soy bastante generoso: lo único que pido es que todos los vehículos motorizados (en todos los países que hayan adoptado esta política informativa vía esquelas fúnebres en los paquetes de cigarrillos) también lleven bien visible una chapa en la que pueda leerse algo como esto:
Mis gases de escape dañan gravemente a todos los seres vivos y al planeta Tierra.
¿Y qué tal si las potencias atómicas se vieran obligadas a colocar en el lugar más visible de sus misiles, esos de los que tanto presumen en sus desfiles militares, otra chapa que más o menos dijese lo siguiente?:
Mi poder de destrucción amenaza no sólo a la vida humana.
Eso para no hablar de que, si realmente fuésemos consecuentes, en todas las consultas de todos los ginecólogos y en todas las clínicas de maternidad de todo el mundo deberían instalarse unos carteles en los que se advirtiera muy en serio, pero que muy en serio:
Vivir es irremisiblemente mortal.
Para terminar, déjenme recordarles (y si no lo conocen lo van a aprender ahora conmigo) un viejo y sabio refrán chino que dice: “El que no fuma ni bebe, se muere sano”.