Ricardo Bada: La importancia de hablar con cara seria
Los alemanes cuentan en su acervo paremiológico con un refrán de lo más enigmático, al menos para mí (que soy juez y parte pero nunca me sentí aludido por él): “Ser más orgulloso que un español”.
Sea como fuere, quisiera tomarme la revancha y proponer a cambio el de “Ser más crédulo que un alemán”. Eso sí, con una condición sine qua non: un alemán sólo creerá todo aquello que se le diga si uno se lo dice con la cara seria con que se afirma que 2+2 = 4, por ejemplo. Pero si uno tiene la mala uva y la caradura suficientes para soltar el mayor disparate en el tono con que se afirma que la suma de los cuadrados de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa (ruego a la redacción que revise esta frase, porque en geometría soy un completo fracaso… y en otras muchas cosas también), entonces desengáñense, los alemanes seguirán creyendo en ese disparate in saecula saeculorum, amén.
Al respecto recuerdo este caso. Una marca de cigarrillos que sólo se conseguía en Berlín, allá por los años sesenta, se llamaba Haus Bergmann Privat (Casa Bergmann, particular). Y un día viajaba yo en el tranvía elevado de Berlín cuando un pasajero me abordó con estas palabras: “Mire, no tengo un marco suelto para sacar un paquete de cigarrillos del automático, ¿sería tan amable que me vendiese un cigarrillo?”.
Por supuesto que no se lo vendí, a pesar de que me insistió muchas veces para que aceptase su moneda de 10 Pfennigs, y el buen hombre, que estaba de veras agradecido, quiso hacerse simpático y me dijo a propósito del paquete de Haus Bergmann Privat: “Por lo que veo trabaja usted en la casa Bergmann”. “No —le respondí muy serio—, lo que pasa es que soy amigo personal del señor Bergmann”. “Ah, claro, es por eso”. Y se quedó tan convencido.
Otra vez una señora me preguntó que cuántos habitantes tenía Madrid y le dije que 2,5 millones, y al rato me preguntó que si en Madrid había cines. Y yo que sí, que había uno. La buena señora rumió concienzudamente las cifras y después de una desesperada, inútil búsqueda de lógica estadística, se me dejó caer conque, ¡caramba!, un solo cine para 2,5 millones de habitantes… Ni un segundo vacilé en consolarla: “Pero están construyendo el segundo”. “Ah, bueno”, me dijo, y suspiró aliviada.
Y una linda experiencia que pueden hacer es la de asegurarle a una chica alemana que conozcan, que si va a España de vacaciones, no se deje abordar por ningún español que no le muestre su “Licencia Don Juan Tenorio”, la cual lo faculta legalmente para hacer el amor a las extranjeras. Sé de una que regresó de Mallorca tal como llegó a la isla, y superenojada por la desvergüenza y la audacia de los nativos indocumentados.