Ricardo Bada: La medida de la desinformación
A fines del siglo pasado, las acciones militares de la OTAN contra Slobodan Miloševic nos pusieron a los profesionales de la información en un tremendo aprieto: tener que valorar los datos que nos hacían llegar, en función de unos criterios que sólo permitían —en el mejor de los casos— algo así como calcular a ojo de buen cubero. Los comunicados de prensa, los vídeos y el famoso briefing cotidiano de la Alianza, nuestro principal manantial informativo, más bien se caracterizaban por la desinformación.
Ahora bien: ¿en qué medida desinformaban? Cuento como uno de mis mayores aportes al periodismo contemporáneo el haber encontrado la fórmula rigurosamente científica que permitía calibrar y medir ese grado de desinformación.
Sencillamente bastaba con tomar como base el número de bajas manejado en el comunicado de prensa, cotejando el total con las cifras manejadas en la conferencia de prensa que seguía, y detrayendo del posible nuevo total las cifras dadas a conocer por el enemigo en torno al mismo tema; y todo ello, luego, dividido por el exponencial logarítmico del componente dialectal londinense (vulgo cockney) del vocero británico, una vez deducido el coeficiente de perplejidad ofendida de Javier Solana (entonces secretario general de la OTAN) al recordarle que alguna vez salió a la calle para manifestarse contra ella; y/o sumando/restando al producto final la raíz cuadrada de la uña del pulgar izquierdo del general en jefe de las fuerzas aliadas (que era zurdo). El resultado daba una cifra expresada en otanios, pues de manera por completo congruente, a la unidad de medida de la desinformación la bauticé con el ilustre nombre de “otanio”, que así se unía a la gloriosa familia del voltio, del ohmio, del faradio, del amperio y del decibelio. Sin ir más lejos.
Entretanto, y a consecuencia de la guerra declarada a la verdad desde y por la Casa Blanca, el otanio como unidad de medida ha quedado obsoleto en favor de una nueva, cuya fórmula obtuve siguiendo los Principia Mathematica de Alfred North Whitehead y sir Bertrand Russell, prodigio de simplicidad en la materia: basta contar a diario, durante una semana, el número de tuits emitidos por the so-called president (asimismo llamado the fake president), desde que abre su cuenta Twitter hasta que la cierra, multiplicando la cifra obtenida por cuatro (ya que las mentiras tienen las patitas cortas) y dividiendo luego el resultado por siete; y de este modo se obtiene una cifra expresada en “trumpios”, la nueva unidad de medida universal en materia de desinformación. El actual inquilino de la Casa Blanca tiene así asegurado un lugar en la Historia Universal de la Insania.