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Ricardo Bada: Sobre Aída y el canal de Suez

Hasta el 17/2/1867, los barcos que hacían el comercio de España, Gran Bretaña, Francia y los Países Bajos con sus colonias en Asia y el Pacífico debían emprender la fatigosa ruta del rodeo de África, bajando el Atlántico hasta el cabo de las Tormentas, o dizque de Buena Esperanza, para luego internarse en el Índico.

A partir de dicha fecha la ruta se acortó en miles de km gracias a la apertura del canal de Suez, entre el Mediterráneo y el mar Rojo, proyecto que ya estaba en la mente de los faraones en el siglo XIX a. d. C. Pero la obra, en verdad faraónica, se llevó a cabo solo hasta el siglo XIX de nuestra era, gracias al empeño del ingeniero francés Ferdinand de Lesseps.

Unos 75 millones de m³ de tierra fueron removidos a costa de unas 125.000 víctimas humanas, para hacer posible esa nueva vía de agua inaugurada oficialmente el 17/11/1869, hace 150 años. La ceremonia tuvo lugar en presencia de la emperatriz francesa, la española Eugenia de Montijo, subrayando subliminalmente que el país más beneficiado por el canal era España, todavía dueña de las Filipinas.

El canal de Suez era, y sigue siendo, una de las obras más importantes de la ingeniería humana y su construcción fue en gran parte posible por la invención de la draga de cangilones para cavar a lo largo de la península del Sinaí. Pero además de su importancia como obra de ingeniería, lo fue también desde el punto de vista geopolítico: en especial desde 1875, cuando el primer ministro británico Disraeli, con un cuantioso préstamo de los Rothschild, compró el paquete de acciones del Gran Jedive, endeudado hasta las cejas, e Inglaterra se hizo con el control del canal.

En relación con su inauguración se dice que el Gran Jedive le hizo a Verdi el encargo de escribir una ópera para la ocasión. No es cierto. Solo le pidió una oda, lo cual Verdi rechazó alegando que no escribía “música de ocasión”. Pero empezó a pensar en componer una ópera, y apenas tuvo un libreto adecuado puso manos a la obra, aunque el estreno de su Aída hubo de posponerse hasta el 24/12/1872 a causa de la guerra franco–prusiana de 1870.

Mucho se ha escrito acerca de esta ópera, pero hay una historia poco conocida y que viene a cuento cuando acabamos de celebrar los 30 años de la caída del muro de Berlín; Aída estuvo prohibida en la RDA a partir de la construcción del muro. Debe recordarse que Aída y Radamés, los protagonistas de la ópera, mueren emparedados al final de la misma. Y ocurre que el verbo “emparedar” en alemán es “einmauern”, en cuya composición entra el sustantivo “Mauer [=muro]”. El motivo de la prohibición no puede ser más retorcido, pero así de tortuosos son los caminos de la censura.

 

 

 

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