Robert Kaplan: “Después de Gaza, Israel irá a la guerra con Hezbolá”
El afamado analista geopolítico acaba de publicar un nuevo libro en el que analiza los cambios en Oriente Próximo y el auge de China
Robert Kaplan está en los manuales de todo estudiante de Relaciones Internacionales. Periodista y analista geopolítico estadounidense de origen judío (Nueva York, 1952), después de vivir en Israel y servir en sus Fuerzas Armadas, trabajó durante décadas como reportero, viajando y escribiendo sobre los Balcanes, Oriente Próximo, África y Asia. Sus ideas sobre la influencia de las civilizaciones y la geografía en la política internacional tuvieron muchos seguidores entre la élite de Washington en los años noventa y 2000.
Kaplan inspiró la decisión de Bill Clinton de no intervenir en la guerra de Bosnia, abogó por una respuesta dura al 11S y apoyó la invasión de Irak en 2003. Años más tarde reconocería que la guerra fue un error. La había apoyado porque visitó el país en los ochenta y creía que “era imposible imaginar una situación peor que el Gobierno de Sadam”. Pero tras la invasión, Irak se hundió en el caos y la violencia sectaria, lo que ha llevado a Kaplan a argumentar que “por desgracia, cualquier tipo de Estado es casi siempre mejor que no tener Estado alguno”.
No obstante, en esta entrevista afirmará que “todos los indicadores apuntaban a que [Sadam Huseín] tenía algo” y “no dejaba entrar a los inspectores internacionales”, refiriéndose a las supuestas armas de destrucción masiva. Usando ese pretexto, Estados Unidos y sus aliados invadieron el país en marzo de 2003. Lo cierto es que Sadam sí permitió el trabajo de los inspectores de la OIEA, que estuvieron en Irak entre noviembre de 2002 y marzo del año siguiente y no encontraron pruebas de armas de destrucción masiva.
Kaplan publica ahora un nuevo libro, El telar del tiempo (RBA), en el que repasa los cambios que vive Oriente Próximo y advierte del auge de China. Hablamos con él, por videollamada, de estos temas, el papel de Estados Unidos en la región y la guerra de Gaza.
PREGUNTA – Su libro es un largo viaje por el Gran Oriente Próximo, desde el Mediterráneo hasta la frontera con China, en Afganistán. Argumenta que esta región no puede entenderse con las categorías habituales de democracia y autocracia, y propone otros dos conceptos: anarquía e imperio. ¿Por qué?
RESPUESTA – Cuando la gente piensa en imperios en Oriente Próximo suelen pensar en el Imperio británico o el francés: los mandatos de los años de entreguerras o el Egipto controlado por los británicos en el siglo XIX. Es una forma muy superficial de verlo, porque en Oriente Próximo ha habido imperios desde la Edad Media. Los omeyas gobernaron desde Damasco un territorio que iba desde Marruecos hasta Irán. Los abasíes controlaron un imperio parecido. Después vinieron los fatimíes. Más tarde, los turcos otomanos gobernaron buena parte de la región, desde Argelia hasta Irak, así como Grecia, Bulgaria y parte de los Balcanes, durante cuatrocientos años.
Debido a ese pasado imperial, en Oriente Próximo el desarrollo de Estados independientes ha sido más difícil. Todo era mucho más sencillo cuando los otomanos gobernaban en todas partes: nadie tenía que pelearse por quién poseía qué. Todavía no se ha encontrado una solución al colapso del Imperio otomano, la prueba es lo que está sucediendo ahora.
Así que en un extremo tienes la idea de imperio: control, a menudo también tiranía. Y del otro lado, la anarquía. Oriente Próximo vive tratando de llegar a un punto intermedio entre esos extremos. Han encontrado soluciones, pero los occidentales no se sienten cómodos con ellas: las monarquías del Golfo, por ejemplo. En Arabia Saudí hay orden, paz, transiciones de poder pacíficas, un buen Gobierno tecnocrático y eficiente, pero no hay democracia. Los occidentales no entienden esto, no lo aceptan.
Cuando estaba en Arabia Saudí alguien que trabajó para varios reyes saudíes, muy bien conectado con el régimen, me dijo: “Hemos visto lo que hace vuestra democracia en Túnez, Egipto, Libia, Siria e Irak… Lleva al caos y al desorden. Nosotros hemos gobernado durante más de cien años. Todas nuestras transiciones de poder han ocurrido en aproximadamente 48 horas y han sido muy suaves, todas han producido monarcas moderados conservadores. Quizá no son Gobiernos originales, pero sí confiables. Ahora que necesitamos desarrollo tecnocrático y dinamismo, tenemos a un monarca joven. ¿Quién eres tú para decirme que tu sistema es mejor que el nuestro? No queremos lo que sucedió en Libia, Siria o Yemen”. Estos países vivieron sublevaciones democráticas en 2011 que acabaron en guerras civiles.
El último de esa larga lista de imperios es Estados Unidos. Su influencia en Oriente Próximo se está reduciendo. Lo vimos con la caótica retirada de Afganistán en 2021. Pero todo esto empezó en realidad con la guerra de Irak de 2003, ¿no?
La guerra de Irak fue un punto de inflexión: hizo que Estados Unidos perdiera respeto en Oriente Próximo y demostró que la democracia no se puede imponer a punta de pistola. Gran Bretaña necesitó setecientos años entre la Carta Magna y la aprobación del voto para la mujer, así que se podría argumentar que los ingleses necesitaron siete siglos para perfeccionar su democracia.
Y sin embargo, ahí estaba Estados Unidos, y muchos intelectuales, diciendo que Irak y todos esos países deberían celebrar elecciones. Para mí esto es muy miope: la democracia necesita evolucionar. Estados Unidos no alcanzó un nivel suficiente de democracia hasta la Ley de Derechos Civiles de 1964, casi dos siglos después de la Revolución de 1776. La democracia es un proceso, no puede ser impuesta ni por nosotros ni por nadie.
Como sabrá, la participación española en aquella guerra fue muy polémica en España. Veinte años después, mucha gente aquí todavía no entiende por qué empezó realmente la invasión. Hay quien cree que se trataba de llevar la democracia a Irak, de los intereses petrolíferos de Estados Unidos o de castigar a Al Qaeda, a pesar de que Sadam Huseín no tenía relación con los terroristas del 11S. Usted apoyó la invasión entonces, aunque luego ha reconocido que fue un error. ¿Por qué cree que la Administración Bush invadió Irak?, ¿y qué le llevó a usted a apoyarlo?
Se han publicado varios libros sobre esto, los he leído todos. El Gobierno de Bush estaba convencido de que había armas de destrucción masiva porque Sadam había estado desarrollándolas en los noventa y no dejaba entrar a los inspectores internacionales. Todos los indicadores apuntaban a que tenía algo.
Pero en mi opinión el gran error no fue invadir Irak porque pensaran que tenía armas de destrucción masiva. El gran error fue no planificar lo que sucedería después. Durante una breve reunión entre Bush y el comandante militar de la invasión, el general Tommy Franks, antes de que Franks se fuera a Irak, Bush le preguntó: «¿Está listo para derrocar a Sadam?». Franks dijo que sí y ahí terminó la reunión. Bush nunca le preguntó qué pasaría después. Eso es un error de liderazgo. No hacer una planificación adecuada es un fracaso mayor que la decisión de invadir.