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Salgueiro: ¡Lo logramos!, dijeron los mentirosos

El cierre de la primera ronda de negociación en México permite que –con o sin razón– algunos ya puedan hacer comentarios sobre los “logros” alcanzados , otros expresar su desilusión y otros más –entre quienes nos encontramos– prefieren ejercitar el máximo de paciencia, sabiendo que esto es un maratón con fuertes obstáculos y  de largo aliento,  no la carrera de los 100 metros planos en una pista de atletismo, con público, cuyos resultados se cuantifican casi que de inmediato.

Así, pues, manteniendo el símil deportivo esta vez con el boxeo, diríamos que apenas se acaba de consumir el primer round que, casi siempre, es de estudio del adversario y posicionamiento en el ring, táctica conocida como “fintas” y que solo más adelante se irán conociendo los contenidos de fondo una vez que las partes hayan expresado sus aspiraciones máximas para sus respectivos públicos y –hecho eso– se pongan a conversar en serio. Ello no modifica la opinión de este columnista que espera muy poco en concreto y teme que a la hora de la chiquita los usurpadores de Miraflores simplemente pateen la mesa y se conformen con haber hecho perder el tiempo al país, a los mexicanos, los países “amigos” y demás cortejo, mientras logran estirar la arruga de su inevitable salida tanto como vayan pudiendo.

La opinión que al día de hoy parece prevalecer en los círculos opositores es la del enojo por la frustración producida por los insólitos “acuerdos parciales” alcanzados en la reciente reunión de México, a saber: a) todos estamos de acuerdo con que el Esequibo es parte de Venezuela y b) se conversará sobre la “reinstitucionalización” del país. ¿Es que acaso no somos todos los venezolanos sin distinción  quienes (con mayor o menor esperanza) nos alineamos con nuestra patria  frente a  la causa que Guyana impulsa ante la Corte Internacional de Justicia en La Haya? En consecuencia, haber gastado tiempo y tinta en ese asunto  es tan obvio como irrelevante para los temas específicamente convenidos en la agenda suscrita el 13 de agosto, cuando firmaron el “memorándum de entendimiento”.

En cuanto a la reinstitucionalización que se abordará en la reunión venidera, ¿será que se piensa en reintegrar la independencia de los poderes del Estado, independizar la justicia del yugo chavista, etc., antes de la jornada comicial  espuriamente convocada para el 21 de noviembre?

Esos dos “dizque acuerdos parciales” vistos así aisladamente representan una ofensa para quienes queremos cambios serios para la República, pero como ya dijimos muchas veces y también más arriba en estas líneas, se trata de una carrera de aguante en donde todos los comunicados y  acuerdos no pueden ser la rendición incondicional de una de las partes sino el manejo de concesiones mutuas. Como opositores nos sentimos frustrados y hay hasta quienes se creen traicionados. Como profesionales de la actividad internacional jurídica y política  por varias décadas sabemos –y hemos dicho– que hay que tragar grueso y mantener el pañuelo en la nariz mientras llega el balance final, en el que tampoco podemos esperar el acogimiento de todas nuestras aspiraciones sino un balance tan favorable como sea posible si nuestros negociadores nos han  representado razonablemente bien. No se nos olvida que hace apenas días (13 de agosto) el mediador noruego Dag Nylander anunció la “regla de oro” metodológica del evento: “Nada está arreglado hasta que todo está arreglado”. ¿Y…?

 

 

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