Salvador Sostres: La derecha provinciana
El poder es la ciudad. Político es lo que ocurre en la polis
Votar a Vox es provinciano. Analizar mucho a Vox es provinciano. Es perder el tiempo enredarse en disputas estériles con un partido marginal en lo político y minoritario en lo electoral. Hay una afectación provinciana en la prensa de derechas tal como la hay en el Partido Popular. No se trata de Vox, no se trata de Abascal ni de sus cargos, ni mucho menos de sus panfletos sobre los grandes asuntos como la inmigración. Se trata del poder. Se trata de mandar. Es lo que Pedro Sánchez entiende hoy mejor que cualquier otro político español, hasta que su vergonzosa frivolidad le lleve a cometer un error del que jamás pueda recuperarse.
Pablo Casado no tiene nada que discutir ni que negociar con Abascal. Tiene que someterlo, exprimirlo, aprovecharlo como mejor le convenga, saquearle el mayor número posible de votantes y ponerlo entre la espada y la pared si tras las próximas elecciones hay una mayoría alternativa a la que hoy sustenta al Gobierno. Todo lo demás es retórico, innecesario, acomplejado, cantonal.
El mayor drama de España es que la derecha es provinciana. Una derecha casposa, redicha, insegura, que escribe cursi porque piensa mal. Hay que ser valiente para vivir en la gran ciudad. El pueblo es una renuncia. El poder sólo existe en la ciudad, la sangre, las ganas de vivir, la sed de matar. Vox es la tertulia de un casino de pueblo, como el independentismo, como Podemos, como Rosa Díez. Folclóricas que cuando apuran la copa estiran el dedo meñique. Carraca aldeana, gente a la que nunca le ha pasado nada importante.
En la ciudad acostumbrada a ver arder las vanidades, todos los populismos se licuan por el mismo desagüe y el poder ni lo llegan a rozar. La derecha solía ser este poder: Felipe, Aznar y Rajoy lo fueron; Felipe tal vez el que más, porque él ha sido el presidente más de derechas que hemos tenido desde la recuperación de la democracia. Cuando Aznar unió a los grupúsculos en el PP no lo hizo pidiendo permiso, ni escenificando, ni tirándose del moño con nadie. Mandó. Fue duro. Fue durísimo. Y Paco Álvarez-Cascos remató a los que intentaron dar guerra. Por no hablar de Felipe en Suresnes. Hay momentos en que no se trata de convencer, sino de ganar. Y cuando ganamos, gustamos.
El poder es la ciudad. Político es lo que ocurre en la polis. España es la tensión entre Madrid y Barcelona, a pesar de que en los últimos años Barcelona está dejando mucho que desear. Exactamente lo mismo que el independentismo, Vox no se entendería sin la profunda ruralidad. Pablo Casado tiene que endurecer el gesto, alargar la sonrisa, agudizar la mala leche, aprender a tomar niños en brazos sin que se le note que está tenso por si se le mean encima, y tener a asesinos a sueldo que le hagan el trabajo sucio en silencio y sin dejar rastro. Y tampoco pido que sean genios, pero estaría bien que los que escriban sean tipos que cuando salen de casa y miran antes de cruzar, sea por si pasa un coche y no una vaca.