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«Sanchexit»

Pedro-Sanchez-da-presidente-Gobierno_EDIIMA20141229_0006_26Pedro Sánchez debería tener la decencia de dimitir. Pudo hacerlo el 21 de diciembre pasado tras instalar al PSOE en el peor resultado de su historia, pero no quiso regresar a casa con el rabo entre piernas. Jugó primero al Frente Progresista, con Podemos, es decir, al Frente Popular. Presionado por sus barones, no tuvo otro remedio que entenderse con Ciudadanos y fue revolcado aparatosamente, y por dos veces, en la investidura.

La objetividad exige reconocer que ha evitado el sorpasso pero ha fragilizado aún más el resultado del 20-D y se ha quedado en 85 diputados. Una catástrofe que exige el regreso a casa del líder socialista, hombre de muy cortos alcances y carente de carisma político, es decir, todo lo contrario de lo que fue Felipe González, que se encaramó en los 202 diputados frente a la sima de los 85 en la que ha caído Pedro Sánchez.

La negociación de investidura en el sentido que sea la debería llevar a cabo un comité presidido por algún peso pesado del PSOE. Y para el otoño, Congreso Nacional, que encumbrará probablemente a Susana Díaz con la responsabilidad de recuperar, desde su alfar, lo que ahora ha perdido el partido. Un partido centenario que ha contado en sus filas con políticos del calibre de Indalecio Prieto o de Julián Besteiro. Y sobre todo de Felipe González, que ha sido el gran hombre de Estado del siglo XX como Cánovas del Castillo lo fue del siglo XIX.

Al analizar las elecciones del 20-D, Mariano Rajoy se dio cuenta de que el resultado era contundente: 227 diputados en contra y solo 123 a favor. Así es que decidió forzar unas nuevas elecciones, eludió la investidura en la que le hubieran vapuleado de forma inmisericorde y lanzó al ruedo a los otros partidos para que se despedazaran entre ellos. Habrá que convenir que la estrategia resultó muy hábil y que ahora su situación es mucho mejor, aunque no definitiva, porque para conseguir la investidura necesita al menos la colaboración de Ciudadanos y la abstención parcial del PSOE. Hasta ahora la decisión de ambos partidos es que si el PP quiere negociar, Mariano Rajoy deberá dar un paso atrás, lo cual está en las antípodas de lo que piensa el presidente, que contempla sonriendo el naufragio de las columnas periodísticas hostiles, enrocado como está en el apoyo de su entorno, al que aterra perder puestos y prebendas.

El Sanchexit podría resolver las cosas. Son muchos los dirigentes socialistas que desean herborizar al hombre que ha conducido al PSOE a las fronteras de la catástrofe. Ayer, en plena ebullición electoral, me decía un peso pesado del socialismo: «Si no se le ataja a tiempo, Pedro Sánchez volverá a plantear su candidatura con el apoyo de Ciudadanos y el visto bueno de Podemos. Échale guindas a la tarasca y verás como las masca. Pablo Iglesias creyó que todo el monte era orgasmo y se negó en diciembre a los requerimientos de nuestro líder, porque quería nuevas elecciones para consumar el sorpasso al PSOE. Ha fracasado en su propósito y tal vez esté ahora reblandecido, lo que significa que podría apoyar a Sánchez, si nuestro partido acepta el suicidio que supondría el abrazo del oso».

Por cierto, la suma de PP, Ciudadanos, PNV y CC deja a los populares a un escaño de la mayoría absoluta y de la investidura. Bastaría con que algún socialista se abstuviera o se ausentara para que se fracturara el bloqueo institucional.

Luis María Anson, de la Real Academia Española.

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