Sánchez, el olvido y la teoría de los juegos
«El olvido será la próxima baza electoral del líder del PSOE y que Puigdemont, por lo menos hasta el final, no dejará caer»
Thomas Stearn Eliot (1888-1965), autor de «La tierra baldía», premio Nobel de Literatura, está considerado el mayor poeta en lengua inglesa del siglo XX. «Los hombres viven del olvido», reza uno de sus versos que el inquilino de la Moncloa, tras el batacazo de Galicia y lo que pueda ocurrir con la amnistía, recitará con entusiasmo si algún escritor de discursos se lo pone a tiro. «El presidente es Pedro Sánchez y el líder de la oposición, Núñez Feijóo. No ha cambiado ni va a cambiar», ha dicho Pilar Alegría, la ministra portavoz. El líder del PSOE, que en Marruecos dice que tiene tiempo hasta 2027 y se adapta a lo que sea para conservar el poder, utilizará el olvido como baza política. Confía que todo se pierda en la memoria de los electores y que vuelva a triunfar aquello de «lo que sea antes que la derecha». Sánchez y Puigdemont, apunta el catedrático emérito Francisco Cabrillo, son un ejemplo de la «Teoría de los juegos», esbozada po John Von Neumann (1903-1957) y desarrollada por John Nash (1928-2015), el genio atormentado que inspiró la película «Una mente maravillosa», dirigida por Ron Howard y protagonizada por Russell Crowe. La teoría de juegos estudia la elección de la conducta óptima de un individuo cuando los costes y los beneficios de cada opción no están fijados de antemano, sino que dependen de las elecciones de otros individuos. Es el bucle en el que están atrapados Sánchez y Puigdemont, aunque hay indicios de que puede haber mucho postureo en sus actitudes. Miriam Nogueras, la voz del prófugo de Waterloo en el Congreso de los Diputados, quizá dio ayer una pista en la sesión de control al Gobierno. Preguntó al presidente que cómo piensa garantizar que Cataluña reciba lo que le asignen los Presupuestos. No puso en duda la aprobación de las Cuentas que prepara la ministra Montero, sino que reclamó su ejecución. Un matiz significativo. Además, Sánchez también podría gobernar sin Presupuestos porque una moción de censura es «política ficción» y Puigdemont no lo dejará caer –por lo menos hasta el último minuto– porque no hay, ni habrá, un Gobierno mejor para él. Para los dos, costes y beneficios, aunque no estén claros, depende de ambos y en último extremo, Sánchez confía en los hombres que viven del olvido, como detectó el verso de TS Eliot.