Sánchez no es el problema
Rufián felicita a Sánchez tras lograr ser investido presidente del Gobierno EFE
En estos trágicos momentos, imagino a muchos jugueteando con la idea de que un tiranicidio sería la solución perfecta para todos los males de España. Un buen cristiano respondería que matar va contra la Ley de Dios, contra la ley en general y, además, resultaría poco práctico: tendríamos izquierda paranoide para al menos un siglo. El jesuita comentaría, quizá, astuto: podemos desearle a nuestro querido hermano Pedro el mayor de los bienes que puede recibir un ser humano, a saber, que goce lo antes posible de la contemplación cara a cara de nuestro Creador.
Todo esto no dejan de ser discusiones bizantinas pues, aunque un virus contumaz acabara con nuestro presidente (Dios no lo quiera), España seguiría ahí. Como el dinosaurio de Monterroso. Sánchez no es el problema, es la consecuencia. Si falta él aparecerá otro. La causa de nuestros males no es un psicópata sino un país que permite que acabe en la Moncloa y de esto no podemos culpar a una sola circunstancia o grupo social. Podemos, eso sí, resumirla al retratar dos tipos de españoles: quienes viven eternamente con miedo a que los llamen fascistas, y los que ven nazismo hasta en el clima. Quieren ganar cien años después una guerra en la que todos perdimos y de la que se sienten únicas víctimas. Todo aquel que les lleve la contraria somos victimarios. Resulta interesante establecer cierto paralelismo con Alemania que, por su eterno sentimiento de culpa, no sólo ha acogido inmigrantes y refugiados por encima de sus posibilidades, si no que nos ha obligado a seguir su insensata estela. El país germano por fin cae en la cuenta de que un bien aparente es un mal disfrazado, y se dispone a autorizar deportaciones masivas. Una barbaridad que podría haberse evitado si se hubiera actuado según lógica y no desde el ánimo de parecer bueno.
El PSOE amenaza con la llegada del fascismo, el PP se obsesiona con demostrar que no lo es y, mientras, los auténticos fascistas según definición canónica nos aleccionan y amenazan en el Congreso de los Diputados
La traslación del esquema a España resulta sencilla. Asimilamos como bueno que la gobernabilidad de España pudiera estar comprometida con frecuencia por quienes nunca ocultaron su hoja de ruta: la independencia. Consideramos natural que partidos independentistas fueran legales, ¿sorprende que nos hagan caminar hacia la destrucción de España? El PSOE amenaza con la llegada del fascismo, el PP se obsesiona con demostrar que no lo es y, mientras, los auténticos fascistas según definición canónica nos aleccionan y amenazan en el Congreso de los Diputados. Un par de caniches regentando una jaula de leones amedrentados. Lo que ocurre es que los caniches tienen claro cómo funcionan las cosas y cómo conseguirlas. Saben que la nación -real o inventada- es fundamento de todo lo demás. Es la nación como vínculo social lo que acaba por lograr un vínculo político, da igual si es democracia constitucional, monarquía absoluta o tiranía. Ya lo dijo Rufián, al español no le importa la amnistía sino qué comer. Justo lo contrario que a los independentistas. Media nación ha asumido el consejo que se atribuye a Franco: haga como yo, no se meta en política. Ahora aparece un nuevo dictador y no sabemos qué ha pasado.