Sánchez sabe que va a perder
Las listas del PSOE están compuestas por pretorianos que serán sus escudos humanos cuando llegue el hundimiento
Esa actitud de sietemachos retador, más propia del gallito de clase que de un presidente de gobierno, esconde la certeza de una debacle electoral el próximo 23 de julio. Pedro Sánchez sabe que va a perder y trata de blindarse frente a probables venganzas del partido al que ha arrastrado a un pozo de populismo desde el cual es imposible seducir a una mayoría de españoles. Sabe que va a perder y coloca a sus peones como un ejército en formación, cuya misión es garantizar su permanencia al frente de la hueste socialista o proteger su retirada si por casualidad consigue auparse a una poltrona internacional golosa. Sabe que va a perder y actúa a la desesperada, haciendo mangas y capirotes de los más elementales usos democráticos. Llegó al poder a lomos de la mentira, abrazándose a cuantos enemigos de España y la Constitución habitan el Congreso de los Diputados, y ahora que toca responder por una conducta que ha condenado al ostracismo a tantos compañeros pateados sin compasión en las municipales y autonómicas, ni siquiera tiene el coraje de marcharse con dignidad.
Todo lo que ha hecho el líder del PSOE desde el 27M hasta hoy certifica su convicción de que va a ser barrido en las urnas. Desde la convocatoria de elecciones generales en una fecha sin precedentes, uno de los días más calurosos del año y con un tercio de los españoles de vacaciones, hasta la composición de unas listas cargadas de futuros náufragos gubernamentales que se aferran a esa tabla de salvación ante la certeza de ir a ser desalojados de sus cargos. Desde la exigencia de seis debates cara a cara con Núñez Feijóo (¡seis!), él que en 2019 se negaba a ese formato invocando la necesidad de respetar la igualdad de oportunidades de formaciones minoritarias como Podemos o Vox, hasta el pago de favores debidos a María Dolores Delgado y su compañero, Baltasar Garzón, colocándola a ella al frente de la Fiscalía de Derechos Humanos y Memoria Democrática a través de su fiscal general de cabecera, Álvaro García Ortiz, contra el criterio mayoritario del Consejo Fiscal y en abierta vulneración no ya del principio de imparcialidad e idoneidad de los escogidos, sino de la más elemental apariencia de decencia. Sánchez olfatea el hedor acre de la derrota pero no se resigna a ella. Antes, al contrario, se revuelve. De ahí que intente reducir la participación llamándonos a votar en el puente de Santiago o cercene de cuajo las atribuciones de su militancia y se olvide de primarias, imponiendo en todas partes candidaturas plagadas de ‘paracaidistas’ tan difícilmente aceptables como el bilbaíno Fernando Grande Marlaska, ministro del Interior, de número uno por Cádiz. La esperanza, ya se sabe, es la última en morir, aunque la razón impone un grupo parlamentario integrado por pretorianos que serán sus escudos humanos cuando llegue el hundimiento.