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Sánchez, una nueva derrota

La victoria del PP en Galicia ratifica el inmenso poder que los de Feijóo atesoran a nivel autonómico y con el que están llamados a servir de contrapeso al Gobierno central dada la fragilidad del PSOE

El Partido Popular ha logrado su quinta mayoría absoluta en Galicia. Estas elecciones tenían, además, un valor añadido por distintos motivos. El primero de ellos es que Alfonso Rueda, sucesor de Alberto Núñez Feijóo en la presidencia de la Xunta, debía poner a prueba su liderazgo y ser revalidado en las urnas. La campaña fue anómala y los populares cometieron errores no forzados cuyo alcance resultaba imprevisible. Sin embargo, el resultado de cuarenta escaños ratifica la fortaleza del PP en los territorios y consolida a un candidato que a partir de ahora gobernará por méritos propios. Pero, además, a nadie se le oculta que estas elecciones tenían un innegable alcance a nivel nacional, como prueba el interés que todos los partidos y los medios de comunicación han prestado a la campaña gallega. Era obvio que las formaciones que salieran mal paradas intentarían reducir la relevancia de lo sucedido. Sin embargo, la intensidad de las últimas semanas y el protagonismo que han reclamado figuras principales de todos los partidos demostraban que era mucho lo que se ponía en juego en la jornada electoral de ayer. Después de las elecciones autonómicas de mayo y de las generales de julio, los comicios de Galicia estaban llamados a ser los que determinaran el rumbo del nuevo ciclo político. Las urnas han emitido un dictado que da poco lugar a equívocos.

La victoria del Partido Popular es tan rotunda que admite poco espacio a la interpretación. Frente a las lecturas creativas de quienes quieren ver una transformación sociológica en una España imaginaria, los populares han vuelto a demostrar que entienden la sensibilidad electoral gallega mejor que nadie y mantienen una notable ventaja sobre el segundo competidor, el BNG, que ha obtenido quince diputados menos. El ascenso de los nacionalistas gallegos ha sido importante, pues han pasado de diecinueve a veinticinco escaños, pero ha sido insuficiente para dar paso a una alternativa viable. La victoria del Partido Popular en Galicia ratifica el inmenso poder que los de Feijóo atesoran a nivel autonómico y con el que están llamados a servir de contrapeso al Gobierno central dada la fragilidad parlamentaria del PSOE. Pero, además, alcanzan la quinta mayoría absoluta consecutiva en Galicia con lo que confirman que hay rasgos de la gestión autonómica que satisfacen a los españoles.

Otra lectura resulta inevitable y es la del profundo desgaste que han sufrido los socialistas en Galicia, perforando un nuevo suelo histórico que hunde al partido con nueve escaños y que lo convierte en una opción política residual en un territorio donde tradicionalmente fue segunda fuerza. Esta es la enésima ocasión, desde que Sánchez asumió la presidencia del Gobierno, en la que el PSOE cosecha un sonoro fracaso. Salvo en Cataluña, que es un feudo electoralmente excepcional, los socialistas han ido de derrota en derrota, malogrando una implantación territorial de más de cuarenta años que había sido determinante en la historia de nuestra democracia. La transformación contra natura del partido realizada por Sánchez y el blanqueamiento de socios como EH Bildu, ERC, Junts o el propio BNG, por el que casi llegaron a hacer campaña en estas elecciones gallegas, evidencia el desmantelamiento de una formación que resulta ya indistinguible de la voluntad de su secretario general. La fusión entre Ferraz y Moncloa ha convertido a las distintas federaciones del Partido Socialista en meros mecanismos instrumentales al servicio de la supervivencia política de Pedro Sánchez, un presidente que si hoy se mantiene en el poder es por una aritmética precaria que le obliga a enmendar gran parte del ideario tradicional de su partido. Si el PSOE es hoy indistinguible del Gobierno, es inevitable preguntarse qué quedará del partido el día en que Pedro Sánchez deje de ostentar el poder inestable que todavía ejerce.

Las elecciones gallegas también han sido demoledoras para la vicepresidenta Yolanda Díaz, una política cuyo protagonismo real no ha dejado de menguar en los últimos meses. Sumar ha empeorado sustancialmente el resultado que cosechó Podemos en el año 2020 y la ministra de Trabajo ha sido incapaz de conseguir ni un solo diputado en su tierra, como sí ha hecho Democracia Ourensana. La debacle de la izquierda nacional se demuestra también en el pobre resultado de Podemos, que ha quedado por debajo del resultado del Pacma. Aunque el PSOE intente ahora generar una narrativa creativa con la que intentar controlar daños, caben pocas dudas de la profunda erosión de Sánchez.

 

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