Sánchez visto por Malaparte

   Ilustración de Alejandra Svriz

Quizá sea un irresponsable, pero todos los años en clase cuento cómo se organiza un golpe de Estado con unas condiciones mínimas de éxito. Me ciño a la historia contemporánea, claro, y me gusta citar a Curzio Malaparte porque en su estudio sobre la materia dio en el clavo: controlar las comunicaciones. En un golpe no gana quien tiene más carros de combate, sino quien domina los flujos de información. Esto es determinante para controlar los tiempos, dictar el relato durante la acción, y mover las piezas. Sin esto, cualquier golpe fracasa.

Por eso la maniobra de Pedro Sánchez en Telefónica tiene mala pinta para la democracia. Si fuera un hecho aislado, realizado con buenas maneras, hablando con las partes implicadas y el respeto debido al hombre cesado, podríamos pensar que se trata de un acto gubernamental sin más. Sin embargo, tal y como se ha desarrollado el nombramiento de un sanchista al frente de la compañía de comunicación, el hecho tiene todas las trazas de uno de esos casos golpistas, dilatados en el tiempo, que llamaría la atención de Curzio Malaparte.

El control de Telefónica se antoja vital para asegurar la libertad de maniobras de Sánchez, e incluso la impunidad. Es un elemento más, equiparable a las instituciones del Estado que ha colonizado poniendo a su frente a uno de sus acólitos. No en vano nos mintió cuando desembarcó en Telefónica en diciembre de 2023 diciendo que era para contener la invasión de capital saudí como si fuera algo patriótico. Lo que estaba buscando era controlar la compañía en beneficio propio, y lo ha hecho con dinero público.

Tras el control de Hispasat e Indra, que gestiona las elecciones en España, Sánchez necesitaba asegurar que la mayor empresa de comunicación en este país iba a jugar a su favor. Pensemos que el presidente está inmerso ahora mismo en dos problemas judiciales trascendentales e inmediatos, los de su esposa y García Ortiz. El próximo 22 de enero el juez interrogará a representantes de Telefónica sobre sus inversiones en el software de la Complutense del que presuntamente se habría apropiado Begoña Gómez. Dos días antes, Sánchez ha echado a Pallete y colocado a un hombre del PSC al frente de la compañía que va a declarar en el juicio de su esposa. Y lo ha hecho por vía de urgencia y de forma autoritaria. Suena mal.

El otro asunto inquietante para Sánchez es la posibilidad de recuperación de los datos borrados por su fiscal, que son reclamados por el juzgado a la UCO. Hay tres vías para rescatar lo que el imputado García Ortiz ha querido presuntamente ocultar: Google, WhatsApp y Telefónica. Las dos primeras compañías ya han dicho que están en la tarea, pero ahora Telefónica está mágicamente en manos de un sanchista y puede ser que esos datos misteriosamente no aparezcan. También en este caso la urgencia de Sánchez para echar a Pallete estaba justificada por el calendario, ya que el fiscal debe declarar como investigado el próximo 29 de enero en el Tribunal Supremo.

«El control de Telefónica facilita así sus tránsitos judiciales, y amedrenta a los empresarios»

El control de Telefónica facilita así sus tránsitos judiciales, y amedrenta a los empresarios. Desde julio de 2022 el presidente del Gobierno arremete contra los «hombres con puros» que en «cenáculos madrileños» conspiran contra su Gobierno. Con el golpe de mano en Telefónica está diciendo que puede con cualquiera, siempre con dinero público y con el BOE como arma.

El presidente puede freír a esas empresas a impuestos, demonizarlas desde sus medios y hasta competir con ellas. Esa «nacionalización» y presión anticapitalista no es solo el sueño húmedo de Yolanda Díaz, sino de muchos dirigentes socialistas y la extrema izquierda que apoya al Gobierno. De hecho, Podemos ha exigido este lunes un impuesto especial del 50% sobre los beneficios de las empresas del Ibex 35.