Sanchismo cuántico
«Pedro miente y lo saben en su Gobierno, en su partido y en su grupo parlamentario. Lo saben en Bruselas y lo saben en Rabat»
Pedro Sánchez ha salido en tromba a todos los medios a conceder entrevistas. Tras años de aislamiento recluido entre los que le cuidaban entre algodones, ahora se enuncian entrevistas del presidente-candidato en sitios en los que sí había toreado antes de su ascensión, pero a los que como presidente no había vuelto. Formatos de todo tipo. Desde El hormiguero a Jordi Évole. Esta salida al ataque también le ha llevado a abandonar la suavidad y cariño de sus fortines radiofónicos, donde siempre era más aplaudido que preguntado.
Una de las primeras citas de fuego ha sido Más de Uno en Onda Cero, con Carlos Alsina. Quizás, y sin quizás, el mejor entrevistador que hay ahora mismo en el periodismo español. El hombre tranquilo que nunca sube el tono porque no le hace falta. Su control de la información, su saber escuchar y, sobre todo, su saber repreguntar le hacen el más incómodo a los políticos porque son los propios invitados los que acaban metiéndose en los jardines de Alsina y de los que la gran mayoría no sabe salir de forma airosa. Y eso lo sabe Pedro Sánchez que ha tardado cuatro años en querer volver a ser entrevistado por Carlos Alsina.
Una entrevista que ha arrancado de forma sorprendente: «Cuando usted presidente, se mira en el espejo, ¿usted qué ve?». La respuesta evasiva de Sánchez hablando de pandemia, volcanes y guerras en Ucrania ha sido cortada por una serie de preguntas cortas, directas y sin pausa, que volvían a la esencia de la primera: «¿Usted se ve como un hombre de palabra? ¿Un hombre de principios? ¿Un hombre sincero?» A todas ha respondido Sánchez de forma escueta y tajante que sí.
Y en ese momento llegó la pregunta. La brutal pregunta que millones de españoles se han hecho en estos cuatro años. De todos los colores. Desde votantes socialistas, a votantes de la oposición. Desde el mundo independentista a sus socios de gobierno de Unidas Podemos. Alsina ha hecho la pregunta del millón. Sin florituras, sin endulzamientos, sin hipérboles ni metáforas. A pelo. Directa.
«¿Por qué nos ha mentido tanto entonces, señor presidente?» Directa, sin anestesia. Sánchez sin dejar tiempo a ninguna señal de remordimiento, de arrepentimiento, de disculpa o incluso de negativa, ha contestado con una contra pregunta: «Dígame usted, ¿en qué he mentido?» Si pueden recuperar el vídeo del momento, no dejen de volver a ver la cara de Alsina y su resoplido. Y de nuevo Sánchez, sonriendo, que le reta con un «empiece» que no se sabe si lo dice con la boca pequeña o pensando que Alsina no iba a hacerlo.
«En Sánchez toda su política es cuántica. Lo que puede parecer mentira no lo es porque es un cambio de posición»
Alsina lo ha hecho. Con un «tengo una lista larga». Y como si fuera la sufrida lista de los reyes godos que había que memorizar, comienza recordando mentiras de Sánchez, como cuando prometió una reforma por la que el gobierno no podría nombrar magistrados del TC y ahí está el exministro de Justicia; o cuando prometió también evitar la colonización de las instituciones por parte de los partidos políticos y luego nombró Fiscal General del Estado a la que todavía era su ministra de justicia. O cuando dijo que un político no podía indultar a otros políticos y «ha acabado indultando a todos». A todo Sánchez asiente y calla.
Y Alsina pausa y remata: «¿Quiere que siga?» Son decenas y decenas de mentiras a lo largo de cuatro años. Mentiras que no le avergüenzan porque él no las considera tales. Da igual lo que dijera sobre el insomnio de gobernar con Podemos; o que nunca, nunca, «escúcheme, nunca», pactaría nada con Bildu. O que afirmara que los condenados secesionistas cumplirían íntegras sus condenas. Fueron tan grandes esas mentiras iniciales de Pedro Sánchez que todo lo que vino después era ya asumido como normal. Pedro miente y lo saben en su Gobierno, en su partido y en su grupo parlamentario. Lo saben en Bruselas y lo saben en Rabat.
Pero hoy hemos sabido que no eran mentiras. Lo que para millones de españoles son mentiras, en realidad, para Sánchez son otra cosa más profunda que se mueve entre la valentía y la física cuántica. Para nuestro presidente son simples «cambios de posición política en algunos asuntos de estado». Una transformación sanchiana del tiempo, el espacio, la verdad y la materia. Ni Einstein llegó a tanto. «Cambios de posición» dignos de la computación cuántica donde está el 0 y su anverso, el 1. Y también otro estado donde conviven de forma simultánea, aunque sean opuestos, los dos a la vez: el 0 y el 1. Donde la verdad y la mentira conviven simultáneamente.
En Sánchez toda su política es cuántica. Lo que puede parecer mentira no lo es porque es un cambio de posición. Y ese cambio no es un cambio normal que haría cualquier político norma. Para el presidente se trata de la consecuencia de la toma de «decisiones muy difíciles, muy arriesgadas, muy complejas». En esta realidad en la que vive Sánchez, el cumplimiento de la sentencia del Tribunal Supremo puede convertirse en «dar rienda suelta a las venganzas de nuestras propias pasiones». Una frase que a Sánchez le sirve ya para justificar casi todo.
La entrevista de Alsina nos ha mostrado una imagen humana de un Sánchez que, con un tono humilde y cercano, se siente acorralado por las fuerzas del mal, que son esa derecha política y mediática que manipula todo. Ese Sánchez valiente, dispuesto a enfrentarse dialécticamente con Feijóo a cualquier hora, y en cualquier sitio. No tiene miedo a los debates. Volverá a decir lo que mejor le venga en gana en ese momento. Y cuando no lo cumpla será porque en un decisión difícil, arriesgada y compleja ha decidido hacer otra vez lo contrario a lo que dijo. Sánchez cuántico. El mundo Marvel se ha perdido a un gran superhéroe.