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Scholz se enfrenta a un giro radical a la izquierda de las bases del SPD

En noviembre de 2019 el ala izquierdista del partido ganó con un 53% de los votos a la candidatura del actual líder. De los 206 diputados socialdemócratas, uno de cada cuatro son Jusos, el sector juvenil que amagó con asaltar el Parlamento

Aunque por estrecho margen y flotando en el periodo postelectoral más caótico y bananero de la historia de la República Federal, Olaf Scholz emprende este fin de semana el empinado ascenso hacia la Cancillería de Berlín. Sigue la estela de verdes y liberales, partidos que han comenzado las negociaciones por su cuenta y con bastante más prisa y entusiasmo que el teórico líder de la ‘coalición semáforo’. Por más que se empeñe en ponerlo en duda su contrincante en las elecciones, el conservador Armin Laschet, todavía agarrado al clavo ardiente aritmético de una coalición alternativa, Scholz ha ganado las elecciones.

Pero incluso la más exitosa campaña electoral termina después del recuento de votos y debe vérselas ahora con la realidad de su partido. Scholz ha ganado en el centro. Para convencer a los votantes, habló como Angela Merkel, mantuvo la calma como Merkel e incluso posó uniendo sus manos en equilibrio geométrico de diamante como Merkel. Y funcionó. Pero tanto el corazón de las bases del SPD como la estructura del partido, que castigó hace menos de dos años a Scholz y se negó a elegirlo presidente, late bastante más a la izquierda. Ese conflicto no se ha resuelto y, tarde o temprano, volverá a estallar. Porque si Alemania se halla en un punto de inflexión, después de la era Merkel, el SPD está experimentando igualmente un relevo generacional sin precedentes y un proceso de severa radicalización, respecto a los estándares que hemos conocido durante las últimas grandes coaliciones.

En noviembre de 2019, el ala izquierda del SPD ganó las primarias con el 53,% de los votos contra la candidatura que presentaba Scholz, vicecanciller y ministro de Finanzas de Merkel. Por medio de una sucia jugada, la presidencia bicéfala de Saskia Esken y Norber Walter-Borjans (Nowabo) había sustituido a la centrista Andrea Nahales.

Con ella se retiró toda una generación que veía con recelo el velado ascenso de Kevin Kühnert, líder de los salvajes Jusos, las juventudes del partido. Con el SPD anclado en el 12% en las encuestas, pretendían obligar a Merkel a renegociar el pacto de la gran coalición: endurecer las medidas contra el cambio climático, aumentar el salario mínimo y la inversión en infraestructuras públicas: presentar, en definitiva, un frente con el que ganar relevancia y perfil político para poder lanzar a Kühnert como candidato en 2021. La pandemia, sin embargo, obligó a aplazar el plan hasta 2026 y, convencidos de perder esta vez las elecciones, nombraron candidato a Scholz, que contra todo pronóstico resultó el más votado y que ahora tiene tras de sí a un partido completamente nuevo.

Sin mascarillas

De los 206 diputados del SPD en el nuevo Bundestag, 104 estrenan mandato. Uno de cada dos tiene menos de 40 años y uno de cada cuatro pertenece a los Jusos. Muchos de ellos han participado en las protestas juveniles por la protección del clima y en las manifestaciones contra las restricciones por la pandemia, que amagaron con asaltar el Parlamento alemán en agosto del año pasado. En su primera foto como grupo parlamentario constituido, no se guardó la distancia de seguridad y solamente uno de los diputados llevaba mascarilla, que sigue siendo obligatoria en Alemania en los espacios cerrados.

Clavar la bandera del SPD en la Cancillería compensará concesiones de contenido en la negociación, pero el grupo parlamentario conserva un significativo potencial de conflicto y Kühnert llega dispuesto a hacerse notar. «Nosotros, como Jusos, llevaremos las protestas juveniles que han tenido lugar frente al Parlamento a la tarima de oradores, para darles una voz», ha dicho en Twitter, «es la hora de la generación Erasmus, los nativos digitales ya estamos en el edificio».

Este colectivo, que no se identifica con la figura política de Scholz y llevó a cabo toda una revolución interna para terminar con lo que él representa, calcula ahora el riesgo-oportunidad de meter la zarpa en las negociaciones de coalición para formar gobierno. Algunas figuras no se resignan a permanecer en silencio, como la portavoz del Foro de Izquierda Democrática (DL), Hilde Mattheis, que ha llamado a los negociadores a «tumbar la negativa liberal a aumentar los impuestos» y que ha desvelado que también se están llevando a cabo negociaciones entre unos y otros socialdemócratas.

Hasta ahora, los representantes de izquierda del partido, como el líder del grupo parlamentario, Rolf Mützenich, o el portavoz de la asociación más grande de izquierda, Matthias Miersch, han formulado principalmente discursos pragmáticos ante la llorada ausencia de una alternativa de coalición con el debilitado partido ‘Die Linke’. Miersch, desde la ‘Izquierda Parlamentaria’ (PL), ha señalado «solo una línea roja, y esa es la elección de Olaf Scholz como canciller federal». Sugiere defender en la negociación «importantes inversiones estatales en todas partes» y salvar así la honrilla, dejando espacio a verdes y liberales para lograr formar gobierno. Y una vez que arranque la legislatura, no antes de diciembre, entrar en acción. Será entonces cuando comencemos a conocer la cara oculta de Olaf Scholz.

Puertas giratorias

Además de ala izquierda, hay curiosamente otro sector socialdemócrata que se alegra del curso que toman los acontecimientos, el de las puertas giratorias. El excanciller alemán Gerhard Schröder, ahora en nómina de la rusa Gazprom y hombre de Putin en Alemania, ha celebrado: «Para mí, realmente hay una sola constelación deseable, que es la coalición semáforo, porque sería una oportunidad para renovar Alemania en una relación equilibrada entre la economía y la ecología».

Sigmar Gabriel, que pasó de la presidencia del SPD a asesorar a uno de los mayores bancos europeos, confía en que «una asociación con verdes y liberales pueda superar la negociación, si todos actúan con cabeza y no con el estómago, y proporcionará al partido la estabilidad necesaria, de forma que será buena para los intereses de Alemania».

 

 

 

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