Segundos deshielos no tienen que ser peores
Debe haber una agenda para trabajar en medio de la crispación y otra para un escenario de distensión
Cuando al filo del mediodía de este primer sábado de noviembre se dio a conocer que el candidato a la presidencia de Estados Unidos Joe Biden había sobrepasado los 270 votos que se necesitan para declararse ganador, los cubanos que pretendemos la democracia en Cuba cerramos una agenda y abrimos otra.
Claro está que nos toca a nosotros, sin injerencia de ningún tipo, solucionar los graves problemas acumulados en las últimas seis décadas y en este plural incluyo a los que vivimos en la Isla y a quienes regados por todo el mundo se siguen sintiendo cubanos.
La diferencia clave es que hay una agenda para trabajar en medio de la crispación y el enfrentamiento y otra para planificar acciones en un escenario de distensión.
En el entorno castrista también están cerrando un capítulo. Ahora aparecerá una grieta invisible entre quienes pretendan rectificar los errores de no haber sabido aprovechar las ventajas que puso Barack Obama sobre la mesa y los que siguen repitiendo como un mantra el lema guevarista de que «no se puede confiar en el imperialismo ni tantico así». Los nombres en las esferas del Gobierno de quienes apuestan por aprovechar al máximo un presumible deshielo permanecen en las sombras, los otros ya son cenizas o están en el irreversible camino de llegar a serlo.
Los que creen en las negociaciones nada tienen que temer de aquellos que hasta hoy esperaban que el estrangulamiento desde el exterior abriría los caminos del cambio
Del lado de los inconformes todo es más transparente, entre otras razones porque los que creen en las negociaciones nada tienen que temer de aquellos que hasta hoy esperaban que el estrangulamiento desde el exterior abriría los caminos del cambio.
Otro deshielo viene en camino. Esta segunda oportunidad da, valga la redundancia, una segunda oportunidad a quienes desde ambos bandos desconfiaron del anterior. En el sector oficial siempre habrá quienes se remitan a la gastada metáfora del caballo de Troya y en el lado inconforme volverá a recordarse la deuda moral con «la sangre derramada». También dará una nueva oportunidad al Gobierno de Estados Unidos para medir mejor los terrenos en los que cede y en los que gana.
Pero en medio de estas discusiones está Cuba, la nación. Están nuestros hijos y nietos y nuestras derruidas ciudades, los improductivos campos, las obsoletas industrias, los caminos, las fuentes de agua, las costas. La Matria como prefería decir Lichi Diego en lugar de Patria.